Tayler

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Apagué el motor y miré al asiento del copiloto, Kayla se había mantenido callada y pensativa todo el trayecto. Seguía ebria y me parecía normal, no sabía cuánto alcohol había ingerido durante la fiesta y a eso le sumábamos el cuarto de botella que bebió en menos de un minuto.

-¿Dónde estamos? - Preguntó con voz calmada, tenía la vista fija en la ventana.

-En casa- Fue mi única respuesta.

Mis palabras la inquietaron, apartó de golpe la mirada de el punto que estaba mirando a través de la ventana y fijó sus ojos en los míos. Su rostro solo podía describirse con una palabra, terror.

-No no. No quiero, por favor. No me dejes con ellos, me odian- Comenzó a divagar, no comprendía su reacción.

-No te odian- Intenté calmarla.

¿Era eso lo que ella creía? ¿Qué mi familia la odiaba?

-Si, si lo hacen. No me dejes con ellos, no lo entiendes. Mi familia...- Dijo aquello con un hilo de voz mientras lágrimas bajaban por sus ojos.

Y lo comprendí. Ella creía que nos encontrábamos frente a la mansión Archibald, a quien ella temía era a su familia.

Desde que los conocí pude apreciar ese aura de desprecio y miedo que emanaban los Archibald, pero jamás imaginé que se comportaran de tal manera con su hija. Sabía que obligaron a Kayla a firmar el contrato, ella misma lo confesó en la gala, sin embargo, no creí que lo hubiera hecho por miedo.

Hasta un ciego podría darse cuenta de que Kayla era muy diferente a su familia. Esa amabilidad e inocencia, era admirable su capacidad de ver la verdadera belleza del mundo aún estando rodeada de muerte y destrucción.

Me sorprendía que alguien así pudiera salir de la unión de Mason Archibald y Ada Hamilton, ambos conocidos por ser despiadados y manipuladores, son capaces de venderle sus propias almas al diablo con tal de conseguir más poder. Aún recuerdo todos los favores y dinero que derrocharon para poder formar parte del círculo rojo.

Mason Archibald es un hombre de poder y grandes influencias, era conocido por jamás dejar un favor sin cobrar. Es tan mezquino y avaricioso que es imposible depositar tu confianza en él, sabes que es capaz de apuñalarte por la espalada en cualquier momento si puede salir beneficiado.

No obstante, Ada Hamilton no se queda atrás, ella es una mujer perversa. Ada es hija de un ministro, sus padres la obligaron a casarse con Mason ya que la familia Hamilton parecía deberle diversos favores al clan Archibald. Era por esa razón que no comprendía por qué Ada quería hacerle lo mismo a su hija.

-Escúchame, tu familia no está aquí. Necesito que te calmes- Le cogí el rostro para que me mirara, podía ver el miedo en sus ojos.

-¿Me prometes que nunca me dejarás con ellos? - Preguntó con el labio tembloroso.

-Te lo prometo- Mis palabras parecieron tranquilizarla.

Salí del coche y lo rodeé, abrí la puerta del copiloto con intenciones de bajarla ya que no creía que ella fuera capaz de hacerlo por su cuenta.

-Puedo sola- La miré con una ceja alzada -En serio- Insistió y me hice a un lado.

Puso un pie sobre el asfalto e intentó bajar el otro pero se tropezó y hubiera caído de cara contra el suelo de no haber sido porque conseguí sostenerla con el brazo izquierdo justo a tiempo.

-¿Has terminado ya? - Refunfuñó pero acabó asintiendo con el ceño fruncido como cuando le dices a Maddi que no puede comerse todas las galletas, esa comparación me causó cierta gracia.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora