Capítulo 28

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Alexa

Se separó de mí apenas unas segundos, vi la duda en sus ojos, la incertidumbre... No sabía cuál era la reacción que esperaba por mi parte, ni yo la sabía y para el asombro de ambos, lo volví a besar.

Mi cuerpo parecía haber estado esperando esto por mucho tiempo, era como si se negara a separar mis labios de los de Nate, como si besarle se hubiera vuelto una necesidad. Rodeé su cuello con mis brazos, intensificando así las sensaciones que me recorrían a una velocidad apabullante. Él posó sus manos sobre mi cintura, retrocedimos varios pasos sin despegar nuestros labios, oí el sonido de la puerta cerrarse y supuse que fue él con el pie.

Al encontrarme de espaldas, me guio hasta que mi espalda chocó contra la fría pared. Sus manos bajaron por mis mulos para luego subir y detenerse justo debajo de mi trasero, sin apenas esfuerzo me levantó y no tardé en rodearlo con mis piernas.

Su boca seguía impetuosa sobre la mía, sus manos, habilidosas, me recorrían los muslos y el trasero. Mi cabeza chocaba levemente contra la pared con cada uno de sus movimientos ardientes, una de mis manos ahora se perdía en su cabello negro y calor se extendía por todo mi cuerpo y se concentraba en un lugar en específico. Su boca se separó de la mía únicamente para comenzar a descender hacia mi cuello, la erección escondida en sus pantalones se frotaba con mi centro a través de la tela de mi ropa interior y de mi boca escapan leves jadeos.

-Nate...- Lo llamé con necesidad.

El sonido de mi voz pareció desatar algo en él porque con un gruñido alejó sus labios de mi piel y tiró con fuerza del escote de mi vestido liberando de esa forma uno de mis pechos, atrapó mi pezón endurecido entre sus dientes y comenzó a lamerlo dificultándome así la respiración. Con la otra mano tocaba la parte interior de mis mulos, acercándose peligrosamente a mi centro.

-Nate...- Mi segunda súplica de la noche, necesitaba que hiciera algo para calmar este fuego que comenzaba a doler.

Con un sonoro y seco sonido soltó mi pecho, sus ojos verdes refulgían en la oscuridad de forma tan intensa que me robó el aliento. Volvió a unir nuestros labios y me alejó de la pared, comenzó a caminar conmigo enredada a su cintura. Sentí la fría mesa bajo mi piel, ansiosa comenzó a desabrochar su cinturón sin despegar nuestras bocas, sus manos seguían deslizándose por mis piernas.

Cuando le bajé el bóxer emitió un suspiro de liberación sobre mis labios, con premura y violencia levantó mi vestido hasta la altura de mis caderas. No me dio tiempo a pensar, echó a un lado la tela que se interponía entre nosotros y se adentró en mí de una sola estocada. Mi espalda se curvó hacia atrás con la violenta invasión y ambos exhalamos un jadeo de satisfacción, como si hubiéramos esperado por este momento toda la vida.

Me incliné hacia delante, dejando mi cabeza en el hueco de su hombro y me mordí el labio intentando contener el jadeo de dolor que surgía de mi garganta.

-Joder, enana...- Gimió en mi oído, aún sin moverse -Estás...

-Yo... hace mucho que no...- Intenté explicar.

-No, no importa. Es... genial, jodidamente genial.

Cualquier sentimiento o sensación de temor o nervios desapreció al momento que dijo aquello.

-¿Puedo...?

-Sí- Me apresuré un respondedor. Quería sentir todo de Nate, quería que me hiciera sentir.

Me sujetó la nuca y echó mi cabeza atrás, sin darme tiempo a hablar se apoderó de mis labios y comenzó a moverse haciendo que sonidos entrecortados brotaran de mi garganta. Podía sentir cómo expandía mis paredes con su miembro y cómo una de sus manos se perdía en mi cabello. Se alejó apenas unos centímetros y deshizo mi coleta, el cabello cayó como una cascada a ambos lados de mi rostro. Su mano me sujetó con sorprendente delicadeza el rostro, su dedo pulgar acariciaba mi mejilla y nuestros ojos se encontraron.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora