Capítulo 43

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Alexa
Le asesté un puñetazo en el hombro derecho, esquivé su patada y la aproveché para hacerlo caer. No cedió, me golpeó, tan rápido que no tuve oportunidad de cubrirme y tan fuerte que se me cortó la respiración. Tuve que obligarme a aguantar y no caer de rodillas, asfixiada y con aquella presión en el pecho le asesté tantos puñetazos como pude en el abdomen.

Fue retrocediendo poco a poco y decidió que era el momento de darlo todo, caer o ganar, no me quedaba otra. Respiré hondo preparándome para recibir su derechazo, apreté tan fuerte los dientes que rompí el labio, sentí como se me magullaban los huesos pero resistí. Le pegué una patada justo en el cuello, mi cuerpo se giró manteniendo un ángulo de noventa grados con la pierna en alto, lo recibió con un puñetazo en la mejilla antes si quiero de que mi pierna tocase el suelo y por último le hizo una zancadilla haciendo que cayera al suelo.

Intentó recomponerse pero fui más rápida, coloqué mi rodilla sobre su cuello, un poco más de presión y se lo partiría.

-Estás muerto- Concluí.

Se desplomó sobre el tapiz, no menos sudoroso o cansado que yo. Me levanté y le tendí la mano que tomó con un notable orgullo reflejado en su mirada.

-Lo has hecho muy bien- Me elogió.

-¿Cuándo se han vuelto nuestros entrenamientos tan duros?

Inquirí mientras me secaba el sudor de la frente con mi mano izquierda porque la derecha estaba demasiado adolorida como para soportar cualquier esfuerzo más.

-Cuando decidiste que era buena idea disparar y casi matar al líder de la Mafia Alemana- Contestó Zalek.

-Touché.

-Está bien por hoy, mañana te quiero aquí a la misma hora- Ordenó.

-¿No crees que te estás pasando?- Inquirí agotada. Zalek me había tenido entrenando sin descanso los últimos días, cosa que no hacía desde que cumplí quince años y le demostré que ya estaba capacitada para protegerme sola.

-¿No crees que te pasaste tú cuando desafiaste a Strauss? Si de verdad no te das cuenta de lo peligroso que es, te lo mostraré yo a base de entrenamientos- Por mucho que su frío rostro se esforzara en ocultarlo, su voz delataba el miedo y el enfado tras sus palabras.

Miedo por que me ocurre algo y enfado por tomar decisiones sin consultarle.

-Se desafió él solito cuando vino a nuestra ciudad sin permiso e hizo negocios a nuestras espaldas.

-Eso no es excusa, no tenias por que...

-El Círculo Rojo no me quiere- Le corté.

-Eso no es...

-El Círculo Rojo no me quiere- Repetí -Porque además de ser joven, soy mujer. Yo estoy obligada a esforzarme cien veces más que mi hermano por aprobación y Dios sabe que su aprobación en realidad me importa una mierda, pero la necesito. La necesito si algún día quiero estar a la cabeza del clan Blake.

-Sigue siendo peligroso.

-Sabes que esta es mi última oportunidad. O les entrego al que perpetuó el ataque en la gala o lo pierdo todo.

Se limitó a asentir resignado. Sabía que su cariño hacia mí le hacía preocuparse, el cariño de un padre a su hija. Porque aunque nunca se lo hubiera dicho con palabras yo lo quería como a un padre.

-Estaré bien.

-Si necesitas ayuda sabes que solo tienes que...

-No, no puedo- Y él lo sabía tan bien como yo. Si quería que el Círculo Rojo me reconociera debía hacer esto sola.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora