Capítulo 3

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Irina

-Voy a buscar a Sophia, ahora nos vemos- le dije Alexa después de que Luka y Kayla se fueran.

Me adentré en la enorme mansión y busqué con la mirada a Sophia. No la veía por ninguna parte, así que le pregunté a un chico que me sonaba de haberlo visto en el instituto si había visto a Sophia.

Me respondió que no y tras un rato buscándola decidí ir con Alexa o Kayla pero no encontré a ninguna, por lo que me dirigí a la pista de baile improvisada que habían hecho en el salón.

Estaba bailando muy a gusto, moviéndome al ritmo de la música. Era como estar en mi mundo, una de mis pasiones era el baile. De pequeña fui a clases de baile durante siete años y también hice gimnasia acrobática durante tres, era como si todos mis problemas se esfumasen cuando empezaba la música y mi cuerpo simplemente fluía. Entonces noté la presencia de alguien detrás de mi.

Cálmate Irina, estás en una fiesta, es normal que haya gente cerca de ti.

Intenté calmarme pero unas manos se posaron en mis caderas. Todo mi cuerpo se tensó, el vello de mi piel se erizó, tenía la piel de gallina y no se si estaba hiperventilando o el corazón se me había parado. Simplemente no podía pensar con claridad y joder ¡me estaba dando un ataqué!

-¡No! ¡No! ¡Irina!- gritaba mi madre -¡Por favor!- suplicaba.

Tenía que levantarme, tenía que llegar hasta ella pero no podía me dolía todo el cuerpo, en especial la pierna.

-¡Mamá!- Era lo único que salió de mis labios -¡SOLTADLA!

Intenté llegar hasta ella pero unos brazos fuertes me sujetaron de la cadera, me levantaron los pies del suelo y me tiraron a un metro de distancia en el suelo.

Ahora sí que no podía podía moverme.

-¡Irina!- sollozaba mi madre.

No fue hasta que el chico se arrodilló delante de mi cubriéndose sus partes que no me di cuenta de que seguía en la fiesta y que no eran las manos de un delincuente las que me tocaban sino las de un adolescente que quería bailar conmigo.

-Lo siento- le dije aunque no creo que eso le aliviase el dolor del rodillazo que le acababa de dar. No podía seguir allí así que tras decir esas palabras me di media vuelta y me fui.

Me dirigí al único sitio donde sabía que podría olvidar todos mis problemas y borrar mis recuerdos aunque fuera por unas horas. Entré en la cocina y me paré frente a la isla que estaba de repleta de alcohol.

Empecé con un chupito, pero eso no era suficiente. Me bebí otros dos en menos de un minuto y continué con dos vasos de ron. Ahora sí que estaba lo suficientemente borracha.

¿Qué cómo podía beber tanto en tan poco tiempo? Fácil, mi estómago e hígado ya estaban acostumbrados.

-Así que estabas aquí- dijo una voz tras de mi. Me di la vuelta, era Sophia.

-Hola- dije indiferente y me senté en el taburete que tenía al lado.

Cuando bebo suelo tender a ponerme un poco borde.

-¡Vaya! Hace menos de una semana me prometiste no volver a emborracharte sin mí y ahora vengo y te encuentro así- Su tono era de reproche no de enfado, mejor.

-Ahora no estoy de humor- le espeté.

Sabía que estaba siendo ruda pero lo único que necesitaba en este momento era beber y estar sola, no tener una conversación o que me dieran una regañina.

Las Reinas de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora