–Es porque te conviertes en uno de sus primeros recuerdos –dijo la señorita Stacey, santada en su sofá, tomando el café con coñac que Sebastian Lacroix le había ofrecido minutos antes. Ambos rieron al escuchar esa respuesta, ella levantó su dedo índice–. Espera un momento. Trato de enseñarles que el mundo es un buen lugar.
Él la miro con seriedad.
–¿Es un buen lugar? -preguntó.
–Lo es ¿no? –respondió la mujer– Yo creo, tal vez –fijó su vista en otro lado–. Yo quiero que lo sea, porque, francamente, es imposible vivir pensando lo contrario –puso la taza sobre la mesita–. Dios, estoy diciendo un montón de tonterías.
Sebastian negó.
-Creo que sí –dijo ella volviéndose a recostar en el sofá. Soltó una risa–. Ni siquiera conozco a los chicos, por cierto. Me encantaría poder conocerlos, pero nunca tenemos oportunidad. Solo conozco a Diana –volvió a reir–. Puedo ver luz y vida en los ojos de los otros chicos y también puedo ver su ansiedad con respecto a la vida y también… –se golpeó con algo.
Sebastian comenzó a reir, ella también. El hombre se acercó a ella luego de ver que el efecto del alcohol había empezado.
–Te llevare a la cama.
–No, hoy no –respondió–. No me quiero ir a dormir. Solo quiero quedarme aquí hasta que amanezca.
Él suspiró. Luego de unos minutos la estaba llevando a rastras a la cama mientras la mujer empezaba a hacer preguntas de lo mas raras.
–Oye ¿Por qué llegaste?, ¿Por qué ahora?, ¿Sabes qué? Es un pésimo momento porque… me voy, me voy… déjame decirte algo… no dejes… no dejes que expulsen a los niños cuando me vaya ¿Sí? No los dejes, porque no son malas personas, en serio, no son malas personas, yo sé que no lo son –Sebastian terminó de arroparla con la sábana y justo cuando estaba a punto de irse, ella lo tomó por la camisa y lo acercó a su rostro de manera accidental–. ¡No te vayas! ¿Por favor?
–Esta bien, aquí me quedo –respondió cuando sus narices estuvieron casi rozándose.
–¿Lo prometes?
–Te lo prometo.
–De acuerdo –dijo ésta y cerró sus ojos.
Lacroix se levantó, tomo una cobija, salió de la habitación y se acostó a dormir en el sofá que estaba en la sala.Pero mientras todo eso ocurría, Jerry Baynard entraba a su casa faltando unos minutos para la media noche. Sus padres estaban en la sala de visitas con unos cuantos amigos y lo vieron cruzar el pasillo.
–¡Jerry! –exclamó el hombre. Este se detuvo, entró a la sala– ¿No vas a saludar?
El chico hizo una especie de reverencia, las amigas de su madre empezaron a preguntarse por lo que tenía en el labio. La mujer respondió que quizá había sido otra pelea. El señor Baynard siguió hablando.
–Nuestro querido hijo al fin nos bendijo con su llegada. ¿Y esa boca? ¿Eh? –lo miró con desagrado y empezó a dirigirse a sus amigos–. Lo expulsaron de su equipo de baloncesto y del club, ahora se la pasa vagando ¿Dónde estabas? –pregunto algo impaciente.
–Tenía cosas que hacer –respondió serio.
–¿De verdad? ¿<<Tenías cosas que hacer>>? –sus amigos empezaron a reír, varios le dieron sorbos al caro whisky que tomaban, para disimularlo– Como si dirigieras una compañía, como si dirigieras un negocio. Jerry es una persona muy importante, debo decir.
Un hombre tomo la palabra.
–Siéntate con nosotros, podemos conversar.
–Ya lo oiste –ordenó el padre– ¿Tienes la menor idea de lo que quieres hacer con tu vida? –Jerry no respondió, por lo que el señor Baynard continuó–. No trabajará hasta los 40, ¿Por qué lo haría? Es el hijo de August Baynard. No tiene necesidad ¿o sí? ¿Por qué trabajaría hasta esa edad? En serio. Enterrará a su padre y gastará su herencia, ¿eh?
Jerry lo miró con los ojos cristalizados.
–Es un gran plan. Buenas noches –y salió del salón.
A la mañana siguiente, Muriel Stacey pudo despertar gracias al revolotear de las palomas que empezaban a posarse en el marco de su ventana. Tocó su cabeza y sintió la luz del sol más fuerte que nunca. Suspiró tranquilamente hasta que recordó quien estaba durmiendo en su sofá.
–Buenos días –dijo al verlo despierto.
–Hola –respondió Sebastian.
Hubo un silencio incómodo.
–¿Té? –preguntó ella con nerviosismo.
–Claro –respondió estirandose.
En la cocina, Muriel empezó a picar tomates frescos mientras que desde la puerta Sebastian mantenía la vista en ella, en como recogía su cabello para que no le estorbara a la hora de cocinar o la forma en que sonrió cuando lo vio ahí y él se ofreció a ayudarla con el desayuno.
–¿Has ido a Nueva York? –preguntó luego de ver unos imanes pegados en el refrigerador.
–Sí –respondió ella–, con unos amigos.
–Es una ciudad hermosa. La pizza, el turismo. Mi primera visita fue para un partido, con mi equipo.
Y su no hubiese sido por el plato de moras que cayó en el suelo gracias a la torpeza de nuestra querida maestra, ella no se hubiese enterado de todas las cosas de las que estaba hablando Sebastian. Estaba perdida en sus ojos.
–Te ayudo –dijo él.
–No, no, no te preocupes –respondió tomando unos pedazos de vidrio que cortaron un poco su dedo.
–Dejame ver –dijo.
–Yo me encargo –insistió ella.
–Le pondremos un curita después, no es un corte muy profundo –Sebastian lo notó cuando empezó a lavar el dedo.
La señorita Stacey estaba muy incómoda con todo aquello, él estaba haciendo algo bueno ¿qué le pasaba?
–¡Ya basta! –soltó depronto.
Él estaba confundido, ella no lo miraba a los ojos.
–Será mejor que me vaya –dijo el hombre.
Ella no respondió.
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Estoy de vuelta.Amor y luz;
~Cassie. 🧚🏻♀️🧡

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「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」
أدب الهواةSí, son los peores del instituto. Rebeldes, indolentes, y probablemente, unos fracasados cuando les llegue la hora de crecer, pero hay algo que los une: El amor. Fecha de inicio: 03.11.2020. Fecha final: 06.03.2021.