「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」

17

Del otro lado del lugar, los chicos chocaban sus manos y celebraban lo bien que su plan estaba resultando. Diana se fue a divertirse por su lado, Jerry también –un tanto molesto, se puede decir–, luego Moody, dejando a Anne sola entre el tumulto de personas, hasta que un Gilbert, algo perdido se paró frente a ella.

–Oye, ¿dónde estabas? Me dejaron sola, este lugar es muy raro. Además, la señorita Stacey y el profesor Lacroix están ahí sin hacer nada.

Él la miró.

–No te preocupes, ya veré que hacer.

Ambos se quedaron viéndose a los ojos por tan solo un segundo, hasta que él decidió caminar hacia ellos, entonces ella lo siguió.

–Profesora Stacey, alguien se enojó mucho conmigo en el baño y lanzó mi teléfono al retrete, puede ir a ver, ¿por favor?

–Pero Gilbert...

–Mis padres se pondrán furiosos conmigo –continuó con una mirada bastante creíble.

–Bueno, iré a ver.

Él asintió.

–La puerta de enmedio... –luego añadió algo cuando esta estuvo a unos metros– es en el baño de hombres.

Cuando ella estuvo dentro, luego de varias miradas extrañas, Sebastian entró al cubículo y le pidió que se fuera, porque él se encargaría, justo después de eso, sin que ellos lo viesen, Gilbert cerró la puerta y la aseguró con un palo de hierro, dejando a ambos encerrados en ese pequeño e incómodo cubículo. Tomó una hoja en la que decía «Fuera de servicio» y la puso en la entrada, solo para asegurarse de que nadie entrase. Los muchachos le aplaudieron por tan maravillosa idea, mientras que en el baño una pareja aprovechó para encerrarse justamente en el cubículo vecino a quienes estaban encerrados y tener sexo, lo cual volvió la situación en triple de incomoda.

La señorita Stacey puso ambas manos en su rostro con desesperación. Sebastian le pidió que se hiciera a un lado y con un golpe de costado hizo abrir la puerta.

Los chicos se decepcionaron al verlos salir del baño en tan poco tiempo.

–¡No va a pasar nada entre ellos! –exclamó Diana enfurecida– ¡Vamonos de aquí!

–P-pero tenemos el bolso de la señorita Stacey –tartamudeó Anne.

–No me importa, tendrá que quedarse varada, vámonos.

Los cinco corrieron a tomar el autobús que los llevaría de regreso, al ver que este no paraba, decidieron perseguirlo.

–Siéntense –dijo Moody–, yo pago.

Gilbert tomó lugar junto a Anne, Jerry al lado de Diana y él junto a un tipo borracho que iba dormido.

–Tenemos su bolso –dijo Anne, refiriéndose al de la señorita Stacey–, ¿cómo regresará a su casa?

–Será una aventura –respondió Gilbert jadeando–, quizás eso los acerque.

–Sebastian la va a llevar, él la va a ayudar –dijo Jerry.

–Si no lo hace, es un idiota. No debería procrear –añadió Gilbert.

En la mente de Diana se encendió una idea.