「1998」
Gilbert Blythe tomaba un barco para ir de su casa a la escuela y viceversa, vivía en un extremo lejano de la isla, al igual que muchas otras personas, por lo que era eso o irse nadando todas las leguas que lo llevarían a su destino. Al bajar, en tierra firme, de regreso a casa, lo esperaba su perro, un San Bernardo que lo acompañaba a todos lados, caminaba varios metros y, cuando llegaba a su casa, descogelaba algo de comida, le servía a su abuelo enfermo, luego le daría algo de concentrado a su perro, iría a su habitación y se descambiaría.
Esa tarde su padre fue a la casa, Gilbert lo supo porque lo vio quitando un cuadro de la pared de la sala.
–¿Papá? –dijo.
–Gilbert –ni siquiera se giró a él–. A Martha –su nueva esposa– le gusta mucho este cuadro, me lo llevaré.
–¿Té? –preguntó Gilbert dando un paso adelante.
–No tengo tiempo –respondió el hombre cuando finalmente lo descolgó–, prepararé la cena a los gemelos –los medio-hermanos de Gilbert–. Nos vemos.
Gilbert cerró la puerta, dio un suspiro y subió a su habitación.
Mientras tanto, en la escuela, el director Phillips leía el periódico, cuando el mensajero de la institución entró con una carta y la dejó en el escritorio de la señorita Stacey. El hombre quitó sus lentes, miró con intriga el papel que le pertenecía a su colega, se levantó y decidió abrirlo.
«Stacey, Muriel será transferida a la institución designada...»
Phillips sonrió satisfecho.
A la mañana siguiente, cuando Moody regresó a la escuela, se paseó frente al portero, como ya era costumbre.
–Buenos días. ¿Hay algo que deba saber? –preguntó con la misma tranquilidad de cada día.
Esa vez, el hombre asintió un poco preocupado. Segundos más tarde, uno de sus «muchachos» corría por todo el instituto en busca de Diana, quien se encontraba apoyando la espalda en el tronco de un árbol, luego, otro fue por Jerry al baño y uno más le gritó a Gilbert, quien estaba en un lugar bastante apartado, leyendo un libro.
–No puede ser –soltó Diana.
–¿Que sucede? –preguntó Gilbert.
–Trasladarán a la señorita Stacey –respondió Moody con dos o tres avellanas en su boca–, nuestra salvación se va en dos meses. Nos echarán cuando se vaya.
En la oficina del director, Muriel Stacey abría una carta con emoción. Demostró frente a Phillips lo feliz que estaba por ello, él la felicitó y le dio un sorbo a su café.
–Oiga –dijo ella al ver sus intenciones–, no se meterá con esos chicos cuando me vaya, ¿verdad, señor?
–Los echaré de inmediato –respondió él–, con una tarjeta roja.
–Profesor –insistió ella, tomando asiento–, no lo puede hacer.
–Lo haré, maestra, ya esperé suficiente –soltó una risa.
–Entonces, pospondré mi cambio para dentro de un año.
Él se sobresaltó.
–Muy bien, no lo haré.
–¿Lo promete?
El señor Phillips asintió, la señorita Stacey se marchó del lugar.
Las posibles soluciones al problema de la expulsión estaban empezando a surgir entre los chicos, los enfrentamientos entre los mismos no tardaron mucho, Diana casi le rompe la cara a Jerry luego de que este le recordara el «incidente» con el maestro Jones, pero Moody los detuvo cuando vio que desde una ventana del segundo piso, su amado Phillips los miraba detenidamente, señaló su cuello con burla e hizo el típico gesto que les dio a entender que estaban jodidos.
–No perderé mi tiempo con ustedes –dijo Diana–, voy a hablar con la señorita Stacey. Somos vecinas, ya nos conocemos.
–Querida Diana, me prometió que no los expulsará cuando me vaya –le dijo la mujer cuando ambas estuvieron sentadas en la cancha.
–¿Le crees?
La maestra asintió. Diana regresó de inmediato a donde los chicos estaban hacía unos segundos, pero solo estaba Gilbert.
–Resulta que Stacey es una idiota. Dice que Phillips le prometió no expulsarnos.
–¿En serio? Nos expulsará –respondió el muchacho.
Moody regresó, contando unos billetes.
–¿Hablaste con Stacey? –preguntó a Diana.
–No tengo porqué informarte nada –respondió sin verlo a los ojos y se fue.
Éste miró a Gilbert Blythe, él hizo la misma seña de Phillips en el cuello, ahí fue cuando entendió. Durante el almuerzo y mediante sus «muchachos», Moody se encargó que todos fuesen al aula de geometría. Diana propuso que cada quien se salvase como pudiese.
–Ni hablar –respondió el chico Spurgeon acomodando las mangas de su camisa–. En momentos como estos, las personas como nosotros se unen. Diana, querida, tus amiguitas te decepcionarán, y Jerry, ya vimos como no le importas a tu equipo.
–Son observaciones muy agudas –dijo Gilbert Blythe– ¿Que dices de mí? ¿Y si te digo que no me importa si me expulsan?
–Si te expulsan ahora, recordarás el apellido Phillips cada día, por el resto de tu vida –respondió el chico– ¿Estarás en paz sabiendo que el maldito de Phillips fue quien decidió tu destino?
Cuando Gilbert volvió a su casa, como cada tarde, siguió la misma rutina hasta que a eso de las ocho su puerta fue tocada por nada más y nada menos que Moody Spurgeon en persona, hablaba por su teléfono pidiendo comida.
–Sí, claro, adelante –murmuró Gilbert al ver como el muchacho entró cómo si fuese su casa.
–Esto es el futuro –dijo, mostrando un pequeño celular con antena, al igual que teclas que combinaban con el mismo feo color verde de su pantalla pequeña.
–Veo que tienes mucho apetito –dijo luego de escuchar la cantidad de comida que pedía.
–Vendrá mucha gente.
–¿A que te refieres? –preguntó Blythe.
De nuevo, la puerta fue tocada.

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「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」
FanfictionSí, son los peores del instituto. Rebeldes, indolentes, y probablemente, unos fracasados cuando les llegue la hora de crecer, pero hay algo que los une: El amor. Fecha de inicio: 03.11.2020. Fecha final: 06.03.2021.