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「1998」

La mañana siguiente, los tres muchachos se citaron para desayunar donas con café en un puesto de comida que se encontraba a unas cuadras de la escuela. El chico Baynard, con la boca llena se giró a ver a Gilbert.

–No me agradas –le dijo, luego, siguió masticando.

–Lo sé –respondió Blythe, lo miró de arriba abajo–. No me importa, estoy acostumbrado.

Moody le dio un sorbo a su café con leche casi frío.

–Oigan, no tenemos que adorarnos. Seamos pragmáticos. Todos estamos en esto. Tenemos un objetivo en común y estamos juntos en esto –volvió a darle un sorbo a su bebida–. Voy a hablar con las chicas, Gilbert, encárgate de Sebastian.

En la sala de deportes, Lacroix tocaba su tobillo con molestia. Desde que se rompió la pierna no había vuelto a ser el mismo, pero día tras día intentaba que aquel pequeño problema se resolviera… aquella mañana, estaba prometiéndose a si mismo no volver a tirar cosas cuando la ira comenzara, pero Gilbert interrumpió su pensamiento con su presencia.

–¿Interrumpo?

Bash volcó sus ojos.

–¿Qué quieres?

El muchacho sacó su petaca de la chaqueta de cuero que llevaba puesta, se sentó en una silla y la puso sobre el escritorio.

–¿Compartimos?

–¿Por qué siempre actúas como si fueras un traficante?

Gilbert tomo la petaca, la guardó en su bolsillo y se levantó con ánimos de salir.

–Como quieras.

Sebastian lo detuvo. Le pidió que regresara y tomó un largo trago de alcohol.

–Oye ¿Qué te pasa? –le preguntó Gilbert de manera relajada– ¿Tienes un trauma o algo?, ¿Una herida?, ¿Te lastimaste y dejaste el basquetbol?

–¿No deberías hablarme de «usted», ya que tienes 17 años? Por lo que veo, así funcionan las cosas aquí.

–No, soy diferente –respondió el muchacho, inexpresivo–. Nadie espera nada de mí, así que puedo hacer lo que quiera.

Bash se sentó frente a él.

–Que afortunado. ¿Por qué estás aquí conmigo?, ¿me escogiste para ser tu amigo?

–Curiosidad –entonces volvió a repetir–, ¿Qué te pasa?

El hombre lo miró con seriedad.

–Mira, dejemos esto claro: Odio a los adolescentes. Yo me odiaba cuando era uno, soy el menos indicado para ser maestro y tampoco sirvo para guiar a los jóvenes por buen camino. Te lo digo en caso de que creas que esto será como «La sociedad de los poetas muertos». No voy a cambiar tu vida.

–No podrías, aunque quisieras, relájate –le respondió, entrecerrando sus ojos.

Sebastian soltó un largo suspiro.

–Ya que estas aquí, te escucharé ¿Qué te pasa?

–No te preocupes por mí –miró la petaca–, disfrútalo.

Y se fue.

–Yo tenía razón –dijo el muchacho Blythe a Jerry y Moody cuando se encontraron–. Lacroix tiene la chispa de la vida, es un tipo seductor, capaz de enamorarse. Es frío, pero no patán. Es un buen tipo.

–¿Cómo que «bueno»? –preguntó Jerry.

–En el fondo, es un buen tipo –aclaró Gilbert–, aunque no quiere parecer que es bueno. Hay esperanza.

Moody y Jerry se miraron con desconfianza.

–Ya saben lo que se dice, «bueno» –siguió el chico.

–¿Existe la bondad en realidad? –preguntó Spurgeon.

–¿Seguro que quieres preguntar eso? –le dijo Jerry en tono de burla– Te estás metiendo en la filosofía, no se va a callar.

Moody le dio un cabezazo suave.

–Tienes razón. En fin, ¿tenemos esperanza o no?

Antes de que pudiese responder, Diana los interrumpió haciendo un halago irónico sobre el buen humor que estaban teniendo, miró al muchacho Baynard, este le devolvió la mirada con algo de tristeza. Anne apareció tras ella con la cabeza gacha.

–Si no fuera por Moody, no vendría –dijo luego de un segundo silencioso.

Gilbert se giró a verla.

–¿Cómo estas, Anne? –le preguntó con voz suave.

Ella levantó la mirada.

–Bien, gracias –respondió de la misma forma.

Los dos se quedaron callados, Gilbert decidió hablarle, dejando atrás todos sus prejuicios e ideas extrañas.

–Lo lamento.

La chica mostró una pequeña sonrisa, él también. Moody miró la escena algo confundido y puso una mano en el hombro de Jerry con el fin de dar la noticia.

–¡Sebastian se enamoró de Muriel!

–¿Como dices?, ¿Cuándo? –preguntó Diana con sorpresa.

Gilbert intervino.

–Exagera, pero definitivamente algo pasa entre ellos.

Jerry fijó sus ojos en los de Diana.

–Volveremos al «algo», la esperanza es una basura.

–Y ahora, ¿Qué haremos? –preguntó Moody llevándose una avellana a la boca.

Gilbert sugirió no asistir a clase e ir a su casa. Anne se negó rotundamente puesto que la siguiente asignatura era Inglés y ella no se la perdería, todos la vieron con rareza, entraron al salón, los demás decidieron distraerse con múltiples cosas mientras el tiempo se acababa; Moody Spurgeon, por ejemplo, trataba de averiguar que tanto podía meter su corbata en su boca sin llenarla de saliva, Jerry Baynard daba vueltas a su lápiz, Diana Barry dibujaba unas flores en un cuaderno, y Gilbert Blythe… él solo miraba a Anne.

「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora