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El director Phillips caminaba a paso lento por el patio de la escuela. Por costumbre, todos los estudiantes se alejaban corriendo, hasta que se dieron cuenta que el hombre no buscaba alguien a quien joder, sino una persona en especifico que lo estaba esperando justo en la entrada.

-Buenos días, señor Andrews ¡Bienvenido! Siempre es un placer tenerlo en nuestra escuela.

-Sí, Phillips -respondió sin interés mientras estrechaba su mano- ¿Cómo vamos?, ¿Terminaron los laboratorios?

-Por supuesto, por favor, acompáñeme -respondió. Cuando estuvieron frente al impecable y nuevo laboratorio, el director siguió hablando-. Gracias a usted, los alumnos cuentan con un espacio de alta tecnología, el inspector Blum y yo decidimos ponerle su nombre.

-No es necesario -respondió el señor Andrews-, no lleguemos tan lejos, eso sería inapropiado.

-Entiendo, ¿Cómo quiere llamarlo, entonces? Al menos, decídalo usted. Sus donaciones fueron las que hicieron que todo esto fuese posible y...

Andrews lo interrumpió.

-El nombre no me importa. Es más, si quiere ponga el suyo. Lo que me importa es que lo usen. Solo quise retribuir a la escuela en la que estudié.

-Pero claro, será como usted desee -Phillips le estrechó las manos con fuerza-. Nuevamente, gracias.

Moody, Jerry y Gilbert tenían una conversación en el pasillo, cuando el director se acercó a ellos.

-¿Siguen aquí, idiotas? ¡Claro! Aun no los hemos expulsado. Cuando la señorita Stacey se vaya, voy a expulsarlos yo personalmente. Estaré en la puerta para despedirlos -le quitó a Moody una de sus avellanas, la masticó y se giró a ver a Gilbert- ¿Qué pasa, Blythe?, ¿Acaso no darás discursitos filosóficos hoy? ¿Por qué tan callado? -soltó una risa y se marchó.

Jerry lo imitó con sarcasmo.

-Creo que no nos libraremos. Déjame golpearlo para desahogarme.

Moody lo detuvo y Gilbert comenzó a hablar.

-Está muy contento, algo debió pasar.

Phillips llegó a su oficina compartida con la señorita Stacey, la cual estaba organizando pequeñas golosinas en un plato de vidrio. El hombre le dio los buenos días, ella le respondió.

-Son sus últimos días, ¿no? Empieza un nuevo capítulo en su vida.

Muriel no lo miró.

-¿Qué ocurre? Veo que esta de muy buen humor.

-Así es. Estuve con el señor Andrews, quien donó el laboratorio. Me dijo que yo había hecho mucho y que le pusiera mi nombre al laboratorio. Me siento halagado.

La señorita Stacey apretó sus labios.

-Que bien, lo felicito.

Se giró a ver por la ventana. Ahí estaba Sebastian, sentado en una banca, mirando como el equipo de baloncesto practicaba. A Muriel se le aguaron los ojos y bajó la cabeza de una manera triste.

「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora