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「1998」

Cuando llegó el esperado día de la disculpa, los muchachos se dieron cuenta que la escuela estaba más llena que nunca. Eran el centro de atención de burlas de sus compañeros, que, poco a poco hicieron correr la voz a todos los alumnos. Cuatro de ellos llegaron con sus padres, menos Gilbert, quien se presentó de ultimo. Sebastian se acercó a él.

–¿Qué haces aquí? –le arregló la corbata y cerro el primer botón de su camisa– No hagas nada tonto. Vamos, no le des tanta importancia, Gilbert. Así es el mundo, las cosas pasan.

–¿Tú y Muriel Stacey están saliendo? –fue lo primero que preguntó el chico.

–No es asunto tuyo –respondió Bash. Lo vio de pies a cabeza y mostró una medio sonrisa–. Sí.

–¿Entonces terminó con su prometido? –preguntó Gilbert.

–Sí.

–Que bien –dijo–. Nosotros lo hicimos –Sebastian lo vio confundido–. Queríamos que la maestra Stacey se quedara para que nos siguiera defendiendo y así poder graduarnos. Así que te elegimos. Creímos que el amor era nuestra salvación.

El hombre soltó una risa.

–¿Cómo pueden tener algo que ver? Lo que pasó, pasó.

–Claro, pero con el acto cívico, el concierto y todo, les dimos un empujón. Como sea, creí que lo sabías –Bash se quedó en silencio– ¿Se lo dirás a Muriel?

Él no respondió.

Phillips veía todo el movimiento de los jóvenes con sus padres, desde su oficina.

–Escribe, muchacho –dijo a uno de sus lamebotas–. «Queridos profesores, apreciables amigos. Hoy vine aquí a disculparme con ustedes. Me arrepiento de los errores que he cometido. Insistí en comportarme como los demás. Traté de llamar la atención con mi conducta malcriada, creí que era más inteligente que todos, destruí muchas cosas con una actitud demasiado arrogante. Fui yo quien siempre estuvo equivocado. Debí haberme adaptado, comportado. Debí haber escuchado al director Phillips. No tenía sentido molestar a nadie. Fui demasiado incrédulo para darme cuenta de eso. Lo siento mucho. No saben cuánto me arrepiento.» –sonrió– ¿Ya lo escribiste? –el muchacho dijo que si– Bien hecho, chico. Ahora que lo lean uno por uno.

En la sala de maestros, la profesora Roberts esperaba por la señorita Stacey.

–Entonces… –le dijo cuando estuvieron a punto de salir– ¿Sebastian y tú qué? Esa noche que llegaste, me echo. Mira, si te acuestas con él, al menos dímelo sinceramente –el silencio de Muriel fue mas que suficiente. Roberts se cruzó de brazos–. Debí haberlo entendido. El universo insiste en juntarlos. Alguien debe estar cuidándolos.

–¿El universo? –dijo ella, en voz baja.

Fue ahí donde recordó la voz de Diana Barry diciéndole: «¿Podría ir al concierto? Por seguridad». Recordó a Sebastian sentándose junto a ella la noche del evento. Recordó cuando los encerraron en el baño. Recordó la insistencia de Anne Shirley-Cuthbert para que fueran ella y Sebastian quienes se encargaran de los preparativos del acto cívico. Recordó esa noche que Diana y Anne estuvieron en su casa preguntándole si de verdad amaba a Peter González, también cuando le entregaron la chaqueta de Bash y le pidieron que se la entregara.

Muriel tomó aire y caminó a la cancha. Vio a los chicos de pie, cerca del atril. ¿Cómo habían podido? ¿Cómo? Con lágrimas en los ojos, salió de la escuela.

Diana se había dado cuenta que había algo raro en todo eso, pero era demasiado tarde para detenerla, porque Phillips había empezado a hablar.

「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora