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「1998」

Gilbert Blythe abría la puerta de su hogar, seguido de Anne, Diana, Jerry y Moody. Desde que vieron al nuevo profesor aquella tarde, supieron que iba a ser el indicado para la señorita Stacey, así que, de inmediato decidieron reunirse en casa del muchacho Blythe para discutir el futuro amoroso de su amada profesora.

–¡Que linda casa, Gilbert! –exclamó Anne, cuando entró. Luego se fijó en el abuelo del chico y extendió su mano– Hola, señor ¿cómo está?

–Está muerto –le dijo Jerry.

–Cállate –dijo Gilbert cerrando la puerta.

Minutos más tarde, después que casi tuvieron una lata de cerveza en sus manos, Moody le pidió a Anne que hablase sobre el tema del amor.

–El amor no es tan difícil –dijo ella, sentada en un sofá, tenía una sonrisa en su boca–, en realidad, todos nacimos para amar.

–Es la filosofía más barata que he oído –Gilbert se acostó en el mismo lugar que ella, le daba sorbos a su cerveza.

–¿Puedes dejar que continúe? –le preguntó Moody– Adelante, Anne, por favor.

Anne asintió.

–En realidad, es como siempre vemos en las películas y libros –cambió de asiento–. Los momentos mágicos y perfectos, dos almas se vuelven una sola, enfrentan todos los desafíos para estar felices.

Diana volcó sus ojos.

–Dios, que aburrido, me voy a dormir –murmuró aplastando su lata.

Anne alcanzó a escuchar.

–El amor no es aburrido, se los juro. Y en definitiva, no es estúpido, como ustedes creen que es.

–Nosotros no dijimos que lo fuera –dijo Moody.

–Sí lo dijimos –recordó Gilbert.

Anne se levantó de la silla, dispuesta a marcharse.

–Si no quieren que...

–Siéntate –ordenó Jerry–. Te escucharemos, pero apresurate y ve al punto. ¿Qué tenemos que hacer?

–La cita perfecta –soltó. Diana la miró con confusión–. Les arreglaremos una cita romántica, así se conocerán mejor y se enamorarán. Solo así funcionará.

Moody se levantó del suelo.

–Estoy de acuerdo. Cuéntanos más, ¿qué tenemos que hacer?

–Ya saben, velas, música agradable, tal vez una cena. Esas cosas –respondió ella.

–¿Que tiene de romántico una cena patética? –preguntó Jerry– Hay velas, cena, música ¿y qué? ¿Así se enamoran? Eso no funcionará –entonces notó que Diana lo miraba de pies a cabeza–. Necesitamos algo más atrevido, algo que los emocione, que los haga sentir vivos.

Moody sonrió.

–Estoy de acuerdo.

Diana dejó de mecerse y se giró a Jerry.

–Lo que necesitan es sexo, entonces –él la señaló–. Creemos una atmósfera para que tengan sexo. Hagamos que beban y tomen malas decisiones cuando termine la noche.

–Hay que crear un ambiente –siguió el chico Baynard.

Anne negó rápidamente.

–De eso no se trata. El amor no es así, no se trata de sexo, ¿que locura dicen?

Diana la rodeó con su brazo.

–Claro que sí, cariño. Si tienen sexo, y es bueno, pensarán que están enamorados. Esta es la forma más rápida de juntarlos y hacer que la profesora se quede.

–En resumen –dijo Moody–, ambiente cautivador, algo atrevido, alcohol...

–¡Un concierto de rock! –sugirió Diana.

–¿Qué? –preguntó Anne mientras todos brindaban–, pero la señorita Stacey no es así, ese no es su tipo de música...

–Nosotros nos encargamos –el chico Spurgeon le guiñó el ojo.

Ya de noche, con varias cervezas y tragos encima, todos salieron a la terraza que daba vista al mar. Anne era la única que no había bebido y de verdad quería regresar a su casa, pero ninguno dejaba que lo hiciera. Sentía que no encajaba con ellos, con esos muchachos que bailaban sin camisa sosteniendo latas de bebidas de dudosa procedencia y calidad, con esos muchachos que la llamaron aburrida por no querer recibirles sus shots de vodka con sal y limón, con esos muchachos que en ese momento la llevaban a casa en un auto a toda velocidad. Diana se asomó por el techo abierto del vehículo, abrió sus brazos y, con el viento levantando su abundante cabello negro, soltó un grito lleno de euforia.

«¡Despierta Isla Príncipe Edward!»

A la mañana siguiente, cuando una estudiante saludó al nuevo profesor y este le respondió un seco «No me hables», la señorita Stacey, que estaba a una distancia lo suficientemente cercana para escuchar, lo quedó viendo bastante sorprendida.

–Profesor –dijo, caminando tras él– ¡Profesor!

–¿Me habla a mí? –preguntó sin girarse.

–Soy Muriel Stacey, una de las subdirectoras de la preparatoria. Lo que hizo allá... su conducta allá afuera fue inapropiada. Somos profesores, después de todo.

–No soy profesor y esta es mi conducta –respondió él, entonces se marchó.

En la sala de maestros, cuando uno de ellos le ofreció disculpas por no haberle dado una bienvenida adecuada, él respondió de una manera bastante arrogante que no la necesitaba, que tampoco le importaba. La señorita Stacey lo miraba con una especie de molestia.

–Que atrevido, ¿puedes creerlo? –le dijo ella a la maestra Roberts.

–Es muy sexy, muy guapo –respondió Roberts.

–No sé de qué hablas –la señorita Stacey hojeó un libro y ocasionalmente giró a ver al nuevo profesor, el cual tomaba una taza de café en la puerta del aula.

「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora