38

340 44 20
                                    

Cuando amaneció, Peter González estacionaría su auto en la entrada de la escuela, permitiendo salir a Muriel Stacey. Le deseó un buen día y le dijo que llevaría a ajustar su anillo de bodas. Estuvo por subir de nuevo al vehículo, cuando una voz lo detuvo.

–¿Señor González?

–¿Sí?

–¿Cómo está? Mi nombre es Moody Spurgeon. Le prestó su chaqueta a mi amigo, Gilbert. Me pidió que se la devolviera, aquí tiene.

Él miró extrañado.

–Pero esta chaqueta…

–Es muy cara, así es –se adelantó el muchacho–. Seguro no querrá perderla. Tome.

–Sí, gracias –le mostró su espeluznante sonrisa.

Moody prosiguió con su plan.

–Por cierto… ¿podría pedirle un favor? –asintió, el chico sacó algo del bolsillo de su camisa- Tengo dos entradas VIP para el juego de hockey sobre hielo de los «Toronto Maple Leafs», es hoy, en Charlottetown, pero mi padre no puede ir y tampoco ningún otro adulto, ¿querría usted acompañarme?

Peter sostuvo uno de los boletos.

–¿De verdad? –el chico asintió– ¡Claro!

–Se lo agradezco mucho –dijo Moody–, permítame darle las gracias invitándolo a comer antes del partido.

Volvió a mostrar esa sonrisa espeluznante.

Prácticamente, media hora después, Moody y Peter se encontraban almorzando en un lugar que daba vista al mar.

–Avonlea es un lugar hermoso, ¿no es así? –dijo el muchacho. Él asintió– Es maravilloso vivir aquí, ¿no lo cree?

–Lo es… Pero solo si tienes dinero –miró el lugar rápidamente–. Por ejemplo, aquí debe ser muy caro.

Moody se encogió de hombros y lanzó una falsa sonrisa medio arrogante.

–Ese no es problema. Es muy fácil ganar dinero y hacerse rico en Avonlea.

–¿Cómo?

El chico miró su reloj.

–Aún falta mucho para el partido, demos una vuelta después de comer y se lo muestro.

Moody le explicó que las tiendas pequeñas junto a las escuelas eran sus mayores rivales, pero que él era mejor que ellas. Dijo que le proveía a la cafetería de la escuela y, que su secreto era crear una variedad de productos, por ejemplo, las chicas comían pasta en invierno y hacían dieta en primavera, por lo que les servían ensalada. Los chicos siempre querían sándwiches, pero había que cambiar los ingredientes.

Entonces Peter le pregunto quién era su proveedor.

Moody sonrió maliciosamente.

–Tengo mi propia cadena de proveedores –respondió.

Cada día, docenas de mujeres mayores se reunían en una casa en específico para preparar los distintos tipos de sándwiches, ensaladas y pastas, estos se entregarían frescos. El negocio había crecido. Moody y su grupo le proveían a cuatro escuelas, pero el año siguiente seria a seis. Peter preguntó como vendía de forma directa.

–Cada año, las escuelas licitan su cafetería –respondió–. Con documentos falsos hace creer que le compra a un proveedor autorizado, pero me compra a mí. Así todos ganan.

–Tienes un gran negocio... –dijo Peter– Debes ganar mucho dinero.

El chico se giró a él.

–Le puedo dar las dos escuelas que tendremos el próximo año. Estaba buscando a alguien y la ganancia es buena.

–¿Hablas en serio? –sonrió– ¡Claro que sí! Podría mudarme aquí y vivir en Avonlea como un príncipe. Cenas caras, partidos de Hockey, casa junto al mar.

–Así es, señor. Debería mudarse aquí.

–No puedo creerlo –soltó Peter–. Eres solo un niño y ya tienes todo esto.

Moody lo miró de pies a cabeza.

«Sí» pensó «Ya tengo a este tipo en mis manos».

O al menos, eso creía él.

「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora