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Para el momento en que los teloneros comenzaron a tocar, el olor a cigarrillos, alcohol y cuero viejo rondaba por el lugar en el que el tan esperado concierto iba a realizarse. En la fila, la señorita Stacey se encontraba con Diana y Anne, quienes estaban a la espera del resto de los chicos.

–Anne, ¿tienes los boletos? –preguntó la mayor.

La pelirroja comenzó a temblar.

–Yo... no los tengo... yo –luego buscó en su bolso hasta que los encontró y se los entregó.

Cuando la señorita Stacey estuvo a unos metros de distancia, Diana tomó a la chica del brazo.

–Tranquilízate. ¡Estás muy nerviosa! Se va a dar cuenta.

Ella tomó aire y buscó con la mirada hasta que encontró a Moody y Jerry a varias cabezas de ellas, ambas le hicieron señas con las manos, ellos las devolvieron.

–¿Y Gilbert? –preguntó Anne un poco preocupada.

–Quien sabe donde se habrá caído borracho –respondió Diana sin mirarla.

Mientras las muchachas entraban, Moody no perdió la oportunidad de hacer algo de dinero, entonces vendió boletos a chicos tras las rejillas, Jerry entrecerró sus ojos y lo vio con cara de «Por el amor de Dios, amigo».

La señorita Stacey caminó junto a Anne en busca de lugares para sentarse a la vez que Diana caminaba a esperar a los chicos y a un Billy Andrews que no llegaría, cuando la chica Barry volvió con dos cervezas en mano, la maestra le aconsejó que no bebiera a tan corta edad, a lo que ella respondió que estaba en todo lo correcto y le «regaló» su otra cerveza con un fin malévolo. A unos metros de distancia, Sebastian Lacroix caminaba con la mirada centrada, asentía con su cabeza al ritmo de la fuerte música que retumbaba por todo el lugar.

Moody y Jerry lo tenían en la mira por si las cosas salían de control.

Anne se dio cuenta de su presencia tan solo un rato después.

–El entrenador Lacroix está aquí –hizo señas para que las viese–. ¡Profesor Sebastian! ¡Aquí estamos!

Él se acercó, se sentó junto a Muriel Stacey y le quitó una de las dos cervezas que en sus manos tenía.

–¿No me dijiste que era profesor y que tenía que dar el ejemplo?

–Yo no me refería a eso –respondió la mujer.

Diana le lanzó una mirada cómplice a Anne.

–Vamos a ir a buscar a Jerry, acompáñame –y se fueron.

–¿Por fin tienes el horario de tus clases? –le preguntó la señorita Stacey al hombre.

–¿Vamos a hablar de trabajo? –cuestionó él.

–Sí, ¿de qué otra cosa crees que deberíamos hablar aquí? –cuestionó con la mirada confusa.

Él se levantó.

–Voy a ir a ver que hay en el bar.

Los cuatro muchachos, a varios metros de distancia se quedaron boquiabiertos. Moody le pidió a Jerry que siguiera con lo que habían planeado, este asintió.

–Buenas noches, profesor –le dijo cuando estuvo frente a él.

–¿Tú otra vez?

–Necesito pedirle un favor, profesor. Me gusta mucho Diana, hoy es mi última oportunidad, pero la señorita Stacey no deja sola a las chicas, ¿podría distraer a la profesora Stacey, por favor?

–No voy a molestarla para satisfacer tus hormonas adolescentes –negó con un tono antipático y trató de escapar, pero el muchacho lo detuvo.

–De verdad, quiero estar cerca a ella. Ahora beberá dos cervezas, sus mejillas se sonrojarán, va a empezar a escupir las palabras y luego... –se giró a verla, saltaba gracias a la música. El chico Baynard pensó que se veía más hermosa que nunca– luego se va a reír de todo lo que diga, de una forma encantadora, se va a poner a hablar, en su tono tan lindo. No me quiero perder todo eso.

La miró con unos ojos que de cierta forma Sebastian ya conocía, él sonrió sin que el chico se diese cuenta y, antes que se girara, el hombre ya estaba sentado junto a la señorita Stacey otra vez.

–Creo que ya me voy –le dijo ella, se trató de levantar, él la tomó de la muñeca y le pidió sentarse.

–Quédate.

–¿Por qué?

–Porque quiero –respondió.

Los dos suspiraron y le dieron nuevamente sorbos a sus cervezas.

「𝐋 𝐎 𝐕 𝐄, 𝐩𝐭. 𝐈 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora