Capítulo 35

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Guarde mis todas mis cosas, acomode las dos fotos sobre mi pequeño buro al lado de mi cama y estrene el regalo de mis padres.

Pensé un momento en ponerme el añillo, pero al final lo guardé en su caja dentro del buro.

Me dirigí al Gran Comedor y me encontré con los chicos desayunado, estaban algo serios, más Ron y Hermione.

- Creo que a ustedes no les sienta nada bien la navidad – dije burlándome de sus caras - ¿Por qué estamos tan alegres? – me senté con Hermione.

- Pregúntale a Hermione – respondió Ron algo enojado.

- Esto no puede estar pasando – susurre al suelo – ¿Ahora que paso?

- Hoy recibí de regalo una Saeta de Fuego.

- ¿Y por eso arman tanto escándalo? – les regañe – Pero eso es grandioso, ahora tengo más esperanzas en ganar la apuesta. Ya quiero ver la cara que pondrá Malfoy…

- No, no es grandioso – respondió simple Hermione.

- Bueno ¿Y por qué no? No tiene nada de malo ¿Quién la mando?

- No traía nota – respondió Harry.

- Hermione dice que no podemos usarla – hablo Ron.

- Dije que podría ser peligrosa, no sabemos quién la mando, ¿Y si quieren hacerle algo a Harry?

- ¿Qué crees que va a hacer Harry con ella? ¿Barrer el suelo? - preguntó Ron.

- Bueno viéndolo de ese modo…

- ¿No me digas que estás de acuerdo con ella?

- Harry es raro tengo que admitirlo. Pero solo se necesita revisarla para saber si tiene algún hechizo.

- ¿Quién podría revisarla? – me pregunto Harry.

- Pues pide ayuda un profesor…

- Noooo, no como sabemos que no se la quitaran – dijo Ron – o peor aún, que la desarmen. Ni se te ocurra ir con un profesor – advirtió a Harry.

Aquella mañana, el espíritu navideño estuvo ausente, Hermione había encerrado a Crookshanks en su dormitorio, por otro intento de comerse a Scabbers la rata vieja de Ron, pero estaba enfadada con Ron porque había querido darle una patada.

A la hora del almuerzo bajamos al Gran Comedor y descubrimos que habían vuelto a arrimar las mesas a los muros, y que ahora sólo había en medio del salón, una mesa con doce cubiertos.

Se encontraban allí los profesores Dumbledore, McGonagall, Snape, Sprout y Flitwick, junto con Filch el conserje.

Sólo había otros dos alumnos, uno de primer curso muy nervioso, y uno de quinto de Slytherin, de rostro huraño.

- ¡Felices Pascuas! - dijo Dumbledore cuando nos acercamos a la mesa - Como somos tan pocos, me pareció absurdo utilizar las mesas del colegio. ¡Siéntense, Por favor!

Nosotros nos sentamos juntos al final de la mesa.

- ¡Cohetes sorpresa! - dijo Dumbledore entusiasmado, alargando a Snape el extremo de uno grande de color de plata.

Snape lo cogió a regañadientes y tiró, sonó un estampido, el cohete salió disparado y dejó tras de sí un sombrero de bruja grande y puntiagudo, con un buitre disecado en la punta.

Los cuatro nos burlamos del profesor, Snape apretó los labios y empujó el sombrero hacia Dumbledore que enseguida cambió el suyo por aquél.

- ¡A comer! - aconsejó a todo el mundo sonriendo.

Degustaba silenciosamente mi comida hasta que las puertas del Gran Comedor volvieron a abrirse.

Era la profesora Trelawney, dada la ocasión se había puesto un vestido verde de lentejuelas que acentuaba su aspecto de libélula gigante.

- ¡Sybill, qué sorpresa tan agradable! - dijo Dumbledore, poniéndose de pie.

- He estado consultando la bola de cristal, señor director - dijo la profesora Trelawney - Y ante mi sorpresa, me he visto abandonando mi almuerzo solitario y reuniéndome con ustedes ¿Quién soy yo para negar los designios del destino? Dejé la torre y vine a toda prisa, pero les ruego me perdonen por la tardanza.

- Por supuesto - dijo Dumbledore parpadeando - Permíteme que te acerque una silla...

Con la varita hizo que por el aire se acercara una silla que dio unas vueltas antes de caer ruidosamente entre los profesores Snape y McGonagall.

La profesora Trelawney, sin embargo, no se sentó, sus enormes ojos habían vagado por toda la mesa y de pronto dio un leve grito.

- ¡No me atrevo, señor director! ¡Si me siento, seremos trece! ¡Nada da peor suerte! ¡No olviden nunca que cuando trece comen juntos, el primero en levantarse es el primero en morir!

- Nos arriesgaremos, Sybill - dijo impaciente la profesora McGonagall - Por favor siéntate, el pavo se enfría.






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Slytherin's MasterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora