🌹El chico del auto rojo 🚗 Maylor

★Velas★

Hacía un muy largo rato que la luz había abandonado nuestro lindo hogar, y sin embargo, eso no nos había afectado sino hasta casi caer la noche.

    —Brimmi, tengo hambre —murmuré, disfrutando del aroma que mi prometido desprendía.

    —Creo que yo también —dijo en el mismo tono, posicionándose encima mío; besando tiernamente mis labios.

    —Bri, hablo de hambre de comida —aclaré, suspirando inevitablemente cuando comenzó a dejar pequeños besitos en mi cuello.

    —Tal vez eso pueda esperar, ¿no crees, mi amor?

    —No. ¿Y si me preparas algo de cenar? —pregunté y él soltó una suave risita en mi oído que instantáneamente me hizo sonreír.

    —Te aprovechas de que tienes todo mi amor —aseguró, dejando un final beso sobre mis labios y poniéndose de pie después.

    —No tienes por qué ponerte algo encima —musité al ver cómo comenzaba a vestirse y él rio.

    —Vaya, pequeño Roggie, cada vez voy conociendo más a tu verdadero y pervertido ser —aseguró, negando con la cabeza y fingiendo decepción. Yo me senté sobre la cama, admirando su precioso rostro a través de la luz que mediante las cortinas el casi anochecer le brindaba a la situación.

    —Y tú, amor mío, no te quedas atrás —dije, quitándome las cobijas de encima y buscando mis calzoncillos en algún lado de la habitación. Él sonrió demasiado alegre al escuchar el apodo.

    —¿Buscas esto? —inquirió segundos después, tomando con su mano derecha la prenda que yo planeaba encontrar.

    —Sí. ¿Me los podrías pasar? —pregunté y él sonrió, acercándose hacia mí y tendiéndomelos—. Gracias, eres muy amable —mencioné, poniéndomelos e inmediatamente después tomando la gris sudadera gruesa de mi chico, con la cual cubrí mi torso a torpemente gracias a la falta de iluminación.

    —Puedo hacer otras cosas por ti —musitó sobre mi oído.

    —¿Como cuáles? —cuestioné, poniéndome de pie y saliendo de la habitación con cuidado. Él imitó mis movimientos a la brevedad, tomando mi cintura —aun encontrándose detrás mío— en el proceso.

    —Puedo... no sé... quitártelos... —sugirió con picardía, mordiendo con suavidad el lóbulo de mi oreja.

    —Me agrada la idea —respondí mientras él apegaba lentamente nuestros cuerpos—. Pero primero necesito comer, Bri.

Él sonrió, rindiéndose—: Lo siento, precioso angelito —se disculpó con ternura, y aunque la oscuridad no me permitía confirmarlo sabía que estaba sonrojado—. Iré por las velas.

Se separó totalmente de mí y, antes de que caminara un metro ya había yo rodeado su espalda con algo de fuerza.

    —¿Y si viene una araña gigante, Brimmi? —pregunté, enterrando la frente en su cuerpo.

    —Le dices que si te hace algo va a venir tu novio, o sea yo, y se va a ir corriendo —aseguró, entrelazando mis manos con las suyas.

    —Pero... ¿Bri?

    —¿Sí, mi amor?

    —Si le digo eso va a atacarme con más gusto —dije, y él rio.

    —Acompáñame entonces —sugirió y yo no hice más que sonreír, separarme un poco de él y caminar hacia la sala.

Abrió uno de los gabinetes y tomó tres velas circulares medianamente grandes, todas amarillas.

    —Son todas las que tengo. Es raro que se vaya la luz por aquí, pero bueno —dijo, soltando cortamente mi mano para tomar un cerillo, encenderlo y con ello también las demás velas circulares. Tras esto agitó un poco el palito de madera, apagándolo.

Miró a las candelas, y luego a mí, de nuevo a las candelas y finalmente a mí de nuevo.

    —¿Qué? —pregunté.

    —Te ves precioso a las luz de las velas —susurró como hipnotizado y yo sonreí, bajando la mirada.

Su mano se situó en mi mejilla, levantando mi rostro y haciendo contacto visual con él.

Sus labios se adueñaron de los míos con amor, delicadeza, suavidad y dulzura. Rodeé su cuello con ayuda de mis manos y él cambió las suyas a mi cintura, fundiéndonos en un cariñoso y mágico abrazo que nos hacía sentir en un ambiente demasiado romántico.

    —Sí que tienes hambre, dulzura —murmuró con gracia al escuchar un apenas perceptible gruñido por parte de mi estómago.

Negué con la cabeza, regresando mi boca a la suya con rapidez. Ambos sonreímos entre el beso, sintiéndonos perfectamente enamorados.