★Bailar★

327 51 18
                                    

    —Roggie... —habló entre el beso, ocasionando que mis labios se separaran de los suyos, extrañándolos inmediatamente.

    —¿Sí? —cuestioné.

    —¿Q-quieres bailar conmigo? —preguntó sonrojado, sorprendiéndome por la pregunta pero soltando una sonrisa boba al analizarla.

    —Contigo haría lo que fuera —confesé mientras me mordía el labio sutilmente y miraba hacia otro lado, regresando mis ojos hacia los suyos cuando su mano tomó suavemente mi mejilla.

    —Yo también —musitó antes de besarme con delicadeza y lentitud; un beso maravilloso que —nuevamente— nos hizo sentir magia.

    —¿Qué vamos a bailar? —pregunté cuando nos separamos de tan bonita unión, mirándole emocionado y, estoy seguro, con las mejillas pintadas de rosa.

    —Ven —habló con una sonrisa al mismo tiempo en que se ponía de pie de la silla, provocando que yo le imitase y ambos nos dirigiéramos a un bonito cuarto de la casa que no había visto.

Las paredes estaban pintadas de un delicado café claro, y en aquel bonito lugar habían muebles que aparentaban tener décadas de antigüedad.

    —¿Qué es esto, Bri? —pregunté con una curiosidad que invadía cada centímetro de mi ser.

    —Todos estos muebles y cosas —dijo mientras me tomaba la mano y me encaminaba hacia un mueble en particular— eran de mi abuela. Falleció cuando yo era niño pero siempre he sentido que una parte de ella está en aquí, en este cuarto.

    —Bri, eso es... triste, pero me alegra que hayas salido adelante. —dije con una sonrisa.

    —Sí, fue difícil pero lo logré.

    —Oh, claro que lo lograste —aseguré mientras, sin poder resistir más,  colgué mis manos tras su cuello y besé con los míos aquellos preciosos labios que desde hacia un tiempo se habían comenzado a volver una pequeña pero bonita adicción.

Correspondió rápidamente, separándose sólo para sonreírme y hablar.

    —¿Aún quieres bailar? —cuestionó.

    —Por supuesto que sí —asentí rápidamente con la cabeza y le sonreí también—, ¿pero qué bailaremos?

    —Tengo vinilos —dijo con los ojos brillándole—, dime un número del uno al cincuenta y dos —pidió.

    —Eh... ¿Cuarentaisiete?

    —De acuerdo —habló mientras se agachaba, justo debajo de su tocadiscos, y tomaba una caja.

Contó hábilmente y al llegar al número que dije sonrió.

    —¿Cuál es?

    —Dreamy Eyes, de...

    —Johnny Tillotson —interrumpí emocionado y me agaché para quedar a su altura—. No sabía que te gustara.

    —Yo no sabía que a ti te gustara —declaró mientras se acercaba a mi rostro.

    —Bri...

    —Dime, mi amor —musitó, provocando que su aliento se filtrase por mi nariz.

    —Si nos seguimos besando cada dos minutos nunca vamos a poder bailar —aseguré, mientras reunía todas mis fuerzas de voluntad y me ponía de pie, ofreciéndole la mano —como todo caballero que soy— para que él la sujetara e hiciera lo mismo, cosa que, en efecto, hizo.

Colocó el single de la canción en el viejo pero hermoso tocadiscos, provocando que una preciosa melodía saliera de éste.

    —¿Puedo? —cuestionó, refiriéndose a si podía tomar mi cintura, a lo que asentí.

Y entonces, nos dejamos llevar por la música y por nuestro sincero amor.

🌹El chico del auto rojo 🚗 MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora