🌹El chico del auto rojo 🚗 Maylor

★Brillante Luna★

Aquella noche las estrellas brillaban un poco más de lo habitual. Habían pasado ya algunas semanas desde que Brian me había hecho su dulce propuesta ésa madrugada de veinticinco de diciembre.

Nuestro amor había sido tiernamente entregado de manera mutua hacía algunas horas como solía ser costumbre, sin embargo —y por alguna desconocida razón— me había levantado repentinamente alrededor de las tres de la mañana.

Al ver que el sueño se me había ido por completo, miré a Brian y, antes de levantarme de la cama y ponerme su enorme sudadera, le di un pequeño besito en los labios que le hizo mostrar una diminuta, apenas perceptible sonrisa. Murmuré su nombre para saber si estaba despierto, mas su respiración continuó pacífica y la ausencia de su voz fue evidente.

Sonreí y me dirigí a la cocina. Me serví agua en una taza y caminé con lentitud hacia el gigante ventanal. La ciudad nunca fue algo que a Brian fascinara, y gracias a eso nuestra casa estuvo ubicada en algo así como un campo, o más bien un pueblo, ya que la urbe —mismo lugar donde se encontraba su trabajo— no quedaba demasiado lejos.

Podía escuchar el canto de los grillos detrás del cristal, y la paz me invadió por completo. Tenía la vida que deseaba y me encontraba junto al amor de mi vida. Me llevaba bien con mi madre, quien aceptó sin conflicto alguno el ser mi testigo faltante, además de darme los documentos que necesitaba como mi acta de nacimiento y otras cosas.

Aún era capaz de recordar ese tímido «buenas tardes». Las primeras palabras que su boca emitió sólo para mí.

O cómo olvidar aquella vez que, por primer vez, me llamó Meddows. Recordé haberme molestado con él por eso pero, de algún modo, nuestros segundos nombres terminaron siendo una maravillosa parte de nuestra relación a pesar de que no nos gustaban.

Inevitablemente suspiré, porque el amor que por él tenía sólo crecía cada vez más, y será así hasta que el universo deje de existir.

Me encontraba tan enfrascado en ésos lindos momentos que apenas sentí unas cuidadosas manos rodear delicadamente mi cintura aunadas a una perezosa respiración en mi cuello, me fue inevitable soltar la taza que contenía mi bebida.

Me crucé de brazos y fingí una mirada de molestia hacia mi prometido.

    —Perdón, mi amor, no quise asustarte —susurró con la voz ligeramente ronca y los ojos entrecerrados. Sólo traía puestos sus calzoncillos, lo que me permitió apreciar su cuerpo por un rato.

    —¿Se te perdió algo, dulcecito? —preguntó ya un poco más despierto, por lo que me volteé hasta quedar frente a él para después rodear su cuello con mis brazos y besar sus labios con pasión.

Sonrió entre el beso mientras sujetaba mi cintura con amor.

Nos separamos tras un rato pero permanecimos con la dulce cercanía que nos amparaba.

    —Gracias por romper la taza, Brimmi —dije, descansando mi cabeza en su cuello y cerrando los ojos.

    —No fue nada, angelito. Cuando quieras —respondió, riéndose y besando castamente mi cabello.

    —Te amo, Brimmi —dije sin poder evitarlo. Sus ojos brillaron aún más que las estrellas de la noche.

    —Y yo te amo a ti, Roggie —contestó, con una pequeña sonrisa.

    —Gracias por ser mi magnífica y brillante Luna —musité y él se sonrojó un poco.

    —Gracias a ti por ser mi deslumbrante y perfecto Sol.

    —¿Me puedes recordar cuántos días faltan para nuestro muy legal matrimonio? —pregunté y él sonrió aún más.

    —Dos semanas, catorce días, trescientas treintaiséis horas, veinte mil...

    —Brimmi de mi vida, no tienes que contar los segundos —murmuré y él sonrió, ligeramente apenado—. Aunque no me molestaría si lo haces.

Rio poco después, uniéndonos en un deleitable beso que nos hizo sentir mil cosas al mismo tiempo.

A los pocos segundos ya me tenía entre sus brazos, con sus manos en mi cintura y mis piernas rodeando la suya.

    —¿Otra vez? —inquirí con una fingida inocencia. Él sonrió y mordió mi labio inferior con delicadeza.

    —No veo por qué no, ¿y tú?

    —No, Bri. Tampoco veo por qué no.