★Estrellas★

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    —Roggie... Cielo, despierta... —dijo, regalándome pequeños besos sobre la mejilla.

    —¿Hm? —cuestioné, con confusión sin abrir los ojos y el rio.

    —Vamos. Te quedaste dormido y ya acabé lo que tenía que hacer, mi amor —me informó, acariciando mi cabello.

    —¿Qué hora es? —pregunté, mirándolo por fin y sonriendo por ello.

    —Tarde. Casi medianoche. Creo que deberíamos irnos, pasar la noche aquí no es muy agradable.

    —Me levanto si me besas —dije, provocando que él sonriera, y tras soltar una pequeña risa, hiciera lo que le pedí.

Acaricié sus suaves rizos y, después, tuvimos que separarnos por la falta de aire.

    —Vámonos, mi amor. Se ve que tienes mucho sueño —habló, tomando mi mejilla y dándome un piquito antes de ponerse de pie y dirigirse hacia el escritorio.

    —Y sí —confirmé sonriente, para después levantarme del cómodo y pequeño sofá.

Ambos, luego de algunos minutos, salimos de su oficina, y me pude dar cuenta de que aquel lugar estaba demasiado vacío. Podría decir que daba algo de miedo incluso.

Tomamos el elevador con paredes y puertas de cristal que ofrecía una bonita vista del cielo nocturno y estrellado.

Miré hacia mi derecha y observé a un lindo y adorable Brian viendo el apacible firmamento; con los ojos brillantes y la boca entreabierta.

    —¿Qué sucede? —pregunté, abrazando su torso repentinamente y enterrando mi cabeza en su pecho.

    —Nada. Sólo que las estrellas son muy bonitas, ¿no crees, mi angelito? —dijo tiernamente mientras abrazaba mi cintura, provocando que me sonrojara debido al inusual pero dulce apodo.

    —Lo son —respondí tras una risa nerviosa—. Creí que no te gustaban, ya sabes, porque tus padres te obligaron a estudiar astrofísica.

    —Oh. En un principio me parecían demasiado aburridas —aclaró después de darme un pequeño beso en la cabeza—, pero después y con el paso del tiempo... Bueno, no lo sé, sólo me fueron enamorando, así como me enamoraste tú.

    —Bri... —musité, incapaz de decir otra cosa y con una tímida sonrisa adornándome el rostro que fue casualmente acompañada por un sonrojo que era quizás demasiado evidente.

    —No tienes que responder nada, mi amor, sólo digo la verdad.

    —Te amo mucho —dije, levantando la cabeza para mirarle.

    —Y yo te amo mucho más —respondió, regalándome un beso diminuto sobre mi nariz y, cuando disponía a darme uno en los labios, las puertas del elevador se abrieron, dejando en claro que debíamos marcharnos; sobre todo por el notorio frío que ornamentaba el ambiente.

    —Debemos irnos, corazón —susurró, tomando mi mano para avanzar y salir de ahí, no sin antes dejarme un suave y rápido beso sobre mi boca.

🌹El chico del auto rojo 🚗 MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora