★Winifred★

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    —Entonces, mi amor, ya sabes quién va a ser el testigo que nos falta —inquirió Brian con un poco de duda, a lo que yo le respondí, emocionado, por supuesto.

    —¡Claro que sí! —dije, abrazando su cuello con más fuerza—. Sólo necesito que me acompañes. Si te conoce y ve lo lindo que eres, quizás... acepte...

    —¿Quizás? —preguntó, confuso al parecer, pero decidió tomar mi cintura y acercarme a él con cariño solamente—. De acuerdo, iré. ¿Deseas conducir tú, dulzura?

Sonreí gracias a su bonita pregunta, pero negué repetidamente con la cabeza mientras juntaba nuestras narices—: Pocas cosas preferiría antes que eso, Brimmi, pero no será necesario. De todos modos, gracias.

    —¿Pocas cosas? ¿Cuáles son ésas cosas? —formuló, pegando más nuestros cuerpos y dejando pequeños besos en mi oreja.

    —Mmm... N-no sé, Brian —contesté, medio embobado por sus magníficas acciones—. P-Pero tenemos que irnos.

    —¿Ya? —cuestionó con una pequeña pizca de tristeza, ocasionando que yo riera.

    —Sí, Brimmi. Aunque tenemos que regresar temprano...

    —Eso es genial —susurró en mi cuello, besándolo con pasión.

    —Tenemos que regresar temprano —continué, riéndome— porque Freddie y John llegan a las seis.

    —Ah... ¿Y si les cancelamos? —preguntó, pues al parecer él quería pasar su tarde haciendo otras cosas conmigo.

    —No. Eso sería grosero. Mejor vámonos de una vez —dije, soltando su cuello y dándole un beso en la mejilla después.

De mala gana se apartó de mí, aunque no completamente, pues nada más hecho esto tomó mi mano izquierda de manera dulce, admirando el bonito anillo y besándola luego.

    —¿A dónde vamos? —cuestionó, curioso.

    —No puedo decirte, Nubecita de mis mañanas, pero prometo que... que tal vez te gustará —susurré, nervioso, pero su «de acuerdo, mi amor» aunado a ese sutil beso en mi mejilla me tranquilizaron un poco.

Salimos de la casa y, en cuestión de minutos, estuvimos ahí. Ése lugar que no había pisado en poco más de tres años, ahora estaba frente a mis ojos. Brian frunció el ceño y me miró, esperando una respuesta de mi parte.

Yo simplemente avancé por el desgastado pasto y me dirigí hacia la puerta trasera, ésa que aprendí a abrir cuando tenía siete años y se me había olvidado la llave en mi diminuta habitación.

    —Quédate aquí —susurré a mi novio, quien sólo miraba los alrededores realmente confundido, y tras llamar su atención, le dejé un pequeño beso en la comisura de sus labios que pareció gustarle, pues tomó mi cintura y comenzó a besarme de manera más profunda.

    —Brian... —musité y él se separó, aparentemente satisfecho.

    —No sé qué harás, oceanito de mi alma, pero te deseo mucha suerte —murmuró y yo sonreí, extrañado pero también enternecido por el nuevo apodo.

    —Gracias, mi encantador rascacielos —dije, y él sonrió también.

Nos besamos suavemente de nuevo y sin más rodeos abrí la puerta y entré lo más sigiloso que me fue posible.

Entonces mi vista la encontró.

Como siempre, estaba sentada en esa vieja silla de madera blanca, tejiendo algo de color rosa. Sus cansados ojos azules estaban puestos en sus manos, hasta que el sonido que produje al pisar la madera hizo que éstos viajaran rápidamente hasta mi persona.

    —Roger —susurró, mirándome, realmente sorprendida.

    —Winifred —dije en el mismo tono de voz, y cuando ella se levantó en mi dirección, yo creí que me sacaría de ahí a la fuerza, no obstante, la calidez de sus brazos sólo funcionó para cobijarme entre ellos con amor; sólo sirvió para fundirnos en un dulce abrazo que ambos necesitábamos, dejándome inquietantemente atónito por ello.

🌹El chico del auto rojo 🚗 MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora