★Piano I★

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Desperté bajo las suaves sábanas abrazando a Brian.

No abrí los ojos, sin embargo podía percibir su inigualable aroma, cosa que sólo me hizo aferrarme a él con más fuerza y clavar mi nariz en lo que yo supuse era su cuello.

    —Brian... —musité, queriendo escuchar su bonita voz, mas no obtuve respuesta, por lo que supuse no me había escuchado.

    —Bri... —llamé de nuevo, y con ello sólo conseguí unas apenas perceptibles risas a lo lejos, por lo que, extrañado, abrí los ojos y me sorprendí cuando noté que todo ese tiempo no había estado abrazando a mi chico del auto rojo, sino a su almohada, y que el verdadero Harold se encontraba recargado sobre la puerta, con los brazos cruzados y una tierna sonrisa.

Le miré con el ceño fruncido y el sólo se acercó hacia mi dirección.

Cuando llegó a mí, me dio un bonito beso de buenos días, provocando que sonriera entre éste inevitablemente.

    —¿Qué hacías ahí y no a mi lado? —pregunté enfurruñado mientras él se sentaba a mi lado y acariciaba algunos mechones de mi pelo.

    —Estaba practicando algo que quiero que escuches, ¿vienes? —habló emocionado.

    —No puedo caminar —mentí, pues evidentemente podía, sólo que tenía mucha flojera. Quizás si él...

    —¿Puedo? —cuestionó, refiriéndose a si podía cargarme, a lo que yo asentí con una sonrisa.

    —Parece que me leíste el pensamiento —musité riendo.

    —No, es sólo que te conozco y nada más —dijo, para después tomarme entre sus brazos suavemente y cargarme, ocasionando que yo rodeara su cuello con mis manos e inevitablemente le besara.

    —Vamos —interrumpí el ósculo—, quiero escuchar eso que tanto quieres mostrarme.

    —De acuerdo —sonrió.

Bajamos con lentitud; mientras él miraba hacia el suelo para no hacernos caer, yo lo miraba a él, su bonito perfil; sus preciosos ojos que tenían aquellas bonitas pestañas, todo en él era perfecto.

    —Bonito... —susurré y el me miró, notando que yo le había estado observando todo ese tiempo.

    —¿Qué cosa? —preguntó nervioso y noté que un pequeño sonrojo se presentaba sobre sus mejillas.

    —Tú —aseguré, dándole un pequeño beso en el cuello y descansando mi cabeza ahí.

    —Tú lo eres más —dijo, para después darme un besito en la cabeza.

Cerré los ojos, pues su caminar era muy cómodo así como el calor que me proporcionaba.

Noté que se sentaba en un lugar y abrí mis orbes, curioso en saber qué es lo que haría con el bonito piano que tenía ahí.

    —Es un bonito piano —dije, mirándole expectante.

    —Sí —coincidió.

    —Para qué me... —me interrumpí al saber la respuesta de mi pregunta— ¿Qué vas a tocar?

    —Eh...

    —¡Bri! Vamos, vamos, quiero escuchar, toca lo que sea, cualquier cosa, vamos Bri, ¿sí? —hablé emocionado en demasía.

    —Está bien, es justo lo que tenía planeado hacer —confesó ligeramente sonrojado—. Pero, ¿cualquier cosa?

    —La canción que quieras, Brian, vamos, vamos, ¿sí? —pregunté, alargando la vocal en la última palabra.

    —Está bien... —aceptó y no sólo tocó el piano, sino que también comenzó a cantar, inundando la habitación de magia.

🌹El chico del auto rojo 🚗 MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora