23.- Fiebre

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Al día siguiente, Link insistió en que Mipha le mostrara lo que había hecho. Ella le daba rodeos, pero no podía negarse a su petición. Así que, aquella tarde, Mipha lo llevó a su cuarto y le mostró aquella armadura de escamas, la tenía guardada en un cofre.
—¿De verdad has hecho esto para mí? Es impresionante. ¿Puedo probármela?
—¿Ahora mismo?
—Sí, si me permites.
Link se fue a otro lado a cambiarse y se colocó la armadura. Le quedaba como anillo al dedo, ¿cómo Mipha había sabido sus medidas? Por unos instantes, se miró frente a un espejo. Se notaba que había puesto mucho empeño, volvió para que Mipha mirara.
—Menos mal que te ha quedado justo como esperaba —sonrió.
—¿Puedo preguntar por qué has hecho esto por mí?
—Lo sabrás cuando lo tenga todo listo, ¿sí?
—Que sea una promesa —dijo Link, tendiéndole el meñique.
Mipha le miró con extrañeza.
—Enlazar el meñique del otro significa una promesa inquebrantable.
—Bien.
Mipha enlazó su meñique con el suyo, por apenas dos segundos.
—Esperaré pacientemente, Mipha.
—También esperaré —luchaba para no desinflarse con la situación.
Link se quitaría la túnica después, considerando que el traje no estaba listo.

Paralelamente, Zelda estaba en su laboratorio, descartando ideas de cómo mejorar su situación, todo estaba tan silencioso. Se recargó fuertemente en su silla, balanceándose un poco. "Diosa Hylia, ¿podrías darme una señal? ¿Cuál es la forma correcta?" pensaba. Como hoy era ese momento de la semana en que tenía que enfrascarse en el método para despertar su poder, no había parado de darle vueltas. Tanteando, recordó a su madre. En su cuaderno dibujó como la recordaba, aunque no era buena dibujante. Se preguntaba si su madre habría despertado el poder por algún suceso en específico o era un sentimiento, después estuvo rezando por varios minutos, con mucho esmero. Dándose por vencida por aquel día, se durmió temprano. Por primera vez en varias semanas, había soñado algo, pero no era cualquier cosa. En su sueño, se encontraba Link. En el sueño, Link se portaba muy amablemente, sin embargo, al momento de despertar, olvidó lo que le había dicho. ¿Por qué había soñado con Link? Ese día se despertó muy confusa al pensar en ello, aunque teorizaba que se debía a su amistad con él.

Lo mejor para ambos era iniciar su entrenamiento conjunto. Link salió con Mipha a las afueras del dominio, esta vez la notaba más difusa, ya que la había encontrado murmurando algo por lo bajo.
—¿Pasa algo, Mipha?
—No-no dije nada —respondió, negando rápidamente con la cabeza.
Link no le dio rodeos y pensó en empeñarse en mejorar su técnica. Al usar armas diferentes, tenían formas distintas de atacar, así que intercambiaron sus conocimientos.
—Hay un ataque muy útil que personalmente me ha servido en el pasado para grupos de monstruos un poco más grandes, —desenfundó— este en específico.
Link tomó su espada y dio un giro rápido alrededor de todo. Le funcionaba para cortar cosas a diestra y siniestra. Mipha lo intentó a su manera con la lanza, girando la lanza pasándola de un brazo a otro con rapidez. Era un poco distinto, aunque en esencia era lo mismo.
—Creo que es bueno que sepas esto, —dijo Mipha, sosteniendo su lanza con un solo brazo de momento— poner mucha fuerza en la punta de tu arma puede dar un buen impulso para hacer un golpe certero.
Mipha se acercó a un árbol cercano y agachándose un poco, tomó impulso con ambos brazos y clavó su lanza en medio del árbol, haciéndole un hueco. Link después le imitó, usando solo un brazo, tampoco era exactamente igual a el movimiento de Mipha, había aprendido algo interesante. Estuvieron así por un buen rato, Link le sugirió luchar uno contra el otro, pero Mipha se negó, insistiendo en que no quería dañar a Link ni aunque fuera por accidente.

—Es momento de que me vaya —se despidió Link, teniendo todo su equipaje listo a las pocas horas.
—Ha sido agradable tenerte aquí, Link. Ten un buen viaje.
—Muchas gracias.
Link se dio la vuelta para irse, Mipha alzó la mano pero inmediatamente la bajó. Él no la vio.
En las próximas horas, estuvo caminando con cautela para llegar al rancho donde había dejado a Tormenta. No obstante, comenzó a llover a cántaros, se colocó la capucha de inmediato aunque eso no evitaría que la lluvia mermara su estado, en aquellos momentos Link no podía darse el lujo de retrasarse mucho, al fin y al cabo, tendría que estar a servicio mañana. Evitando todo tipo de monstruos, llegó al rancho y recogió a Tormenta, apurándose a llegar a la ciudadela antes de que cayera la noche. Su caballo evidentemente sabía que algo andaba mal —o algo comenzaría a andar mal— en su amo, sin embargo Link lo calmó. Llegó a la ciudadela más o menos a las seis de la tarde, dejando a Tormenta en la caballeriza. Estaba empapado aunque la capucha le había protegido, así que se dio un baño en un río cercano y cambió su ropa. Esperaba que su túnica azul estuviera seca mañana, volvió a su casa y ya agotado, se tumbó en su cama y durmió hasta la mañana siguiente.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora