17.- El comienzo de una amistad

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Había pasado una semana desde que Link había salvado a Zelda de un destino trágico. Desde entonces, para haber pasado tan poco tiempo, su relación mejoró considerablemente. No se veían mucho puesto que la princesa estaba ocupada y todavía no sabía a dónde iría la próxima vez, sin embargo la veía cada mañana para el mismo asunto y tenían un trato más cordial. No fue hasta un sábado en el que fue a preguntar por sus servicios donde la princesa dijo que ahora sí lo necesitaría.
—Buenos días, Link. El día de hoy creo que si tendrás que acompañarme.
—¿De qué se trata, su alteza?
—He estado pensando en ir al templo del tiempo. Has oído de él, me imagino.
—Es un templo ancestral donde la gente suele acudir para rezar.
Ella asintió.
—Esa es mi meta. Y no solo eso, Prunia me contó hace unos días sobre un santuario muy peculiar que se encuentra muy cerca del templo. Funcionaría bastante bien, ¿no lo crees?
—Si usted lo dice, princesa.
Hubo un corto silencio.
—¿A qué hora partimos, princesa?
—Dentro de dos horas, Prunia también nos acompaña. Te espero hasta entonces.

Link ni lento ni perezoso alistó todo su equipaje para el pequeño viaje. Echó un saquito con rupias dentro de uno de sus bolsillos que tenía la túnica y preparó sus armas, como siempre, por si acaso. Desayunó algo abundante y las dos horas se le fueron volando, buscó a la princesa en su recámara.
—Vámonos, Link.
La siguió y llegaron al portal, donde ya habían dejado a Tormenta, Perla y otro caballo más, era negro.
—¡Princesa!
Prunia le saludaba alegremente a la princesa, se acercaron.
—No hay necesidad de presentarlos de nuevo. Hay que irnos.
Partieron, el trayecto debería ser de cuatro a seis horas. Durante el camino, Zelda y Prunia hablaban de sus experiencias con los artefactos ancestrales, Prunia estaba muy impresionada de los descubrimientos de Zelda respecto a los santuarios y que había logrado, aunque fuera por un momento, hacer parpadear uno. Link no entró en la conversación dado que desconocía mucho del tema. En esa época era evidente que había zonas de Hyrule más tranquilas que otras, así que por aquellas horas, Link se sintió más cómodo viendo que había un peligro muy poco probable. Pasada la tarde llegaron al puesto de guardia, donde había caballeros revisando a los viajeros que pasaban a la meseta de los albores, dado los tiempos que corrían. En cuanto vieron a la princesa, los dejaron pasar sin mínimo problema. La meseta de los albores contaba con una gran muralla, por lo cual no era de extrañar extremar precauciones, comieron algo rápido afuera del templo del tiempo, donde había al menos diez personas. Zelda, como otros creyentes, esperó su turno para ir a la estatua de la diosa Hylia a dar sus plegarias, dejando a Prunia y a Link solos.

—¿Cuánto tiempo crees que le tome a la princesa entrar?
—No creo que le tome mucho, las personas entran y salen rápido.
—Es cierto, y dime. ¿Qué tal te ha ido ser escolta?
—No me puedo quejar.
No empezaron muy bien, pero habían mejorado, era algo.
—¿Sí? Es bueno. Por lo poco que he podido ver en la princesa, se nota muy enérgica.
—Podría decirse.
—¿Te interesa la tecnología ancestral, Link?
—No precisamente, o no al menos al nivel que ustedes. Ustedes se entusiasman más por este tipo de cosas que yo, diría que no es tanto lo mío.
Prunia estiró un poco las piernas.
—Entiendo. En este punto tú conoces mejor a la princesa que yo, ¿investiga bastante?
—Creo que lo hace. Suele entusiasmarse mucho con las bestias divinas o los santuarios, solo la he visto investigar por mí mismo en un par de ocasiones.
—Creo que sería interesante que la princesa me contara más de las bestias divinas. No sé mucho de ellas.
Cuando la conversación empezaba a cambiar, Zelda volvió.
—¿Ha vuelto tan pronto, alteza?
—Link, ha pasado al menos más de una hora.
—¿De verdad, princesa?
Miró el cielo, dándose cuenta que el Sol ya se había movido un poco más.
—El tiempo pasa volando.
—Deberíamos revisar la construcción de la que me hablaste, Prunia. ¿Nos acompañas, Link?
—Mejor vayan ustedes solas, estaré bien aquí solo.
—Como gustes.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora