19.- El pequeño guardián

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Al día siguiente, ya estaban en el dominio zora. A Mipha, como ya era común, le daba gusto ver a Link. Los recibieron con comodidades como la última vez. Se dirigieron los tres casi de inmediato a la bestia divina, Mipha la mantenía en el estanque oriental, mientras subían las escaleras hacia el embarque, ella hablaba con la princesa.
—He estado dando mi esfuerzo para manejar a Ruta de la manera más buena, princesa. Cuando lleguemos, haré que Ruta se acerque a la orilla para que puedan subir.
—Me encantará ver a Ruta por dentro —le respondió Zelda con una sonrisa sincera.
Llegados ya, todos subieron a Ruta y Mipha elevó el puente.
—Tienes un gran control de la bestia divina, Mipha, te felicito.
—Te lo agradezco mucho, alteza.
Link observó el interior de la bestia, tenía agua dentro, al menos la primera sala, sin embargo muy apenas le mojaba los talones.
—¿Puedo tomar un par de imágenes con la tableta sheikah?
Mipha le asintió, Zelda se veía muy concentrada en lo suyo.
—Cada vez que visito una bestia divina distinta me doy cuenta que pareciera que fueron diseñadas para ustedes cuatro exclusivamente. ¿No es curioso?
—¿Por qué lo dices, princesa?
—Vah Medoh solo se puede acceder por un orni o alguien que pueda volar y por dentro tiene detalles que me recuerdan un poco a Revali. Vah Naboris tiene ciertas propiedades de los rayos y es algo que Urbosa maneja muy bien y Vah Rudania puede inclinarse demasiado, solo los Goron pueden moverse tan libremente en un lugar así. Y por lo que veo, Vah Ruta fue diseñada especialmente para una zora, como tú.
Link lo pensó un segundo, no había notado eso.
—¿Puedo echar un vistazo arriba?
—Puedes moverte con libertad por toda la bestia divina, princesa.
Zelda desapareció de su vista, subiendo a la planta superior, Mipha y Link la siguieron pero a un ritmo más relajado, se les había adelantado al menos veinte pasos.
—Te noto algo distinto desde la última vez que nos vimos. ¿Ocurrió algo? —inquirió Mipha mientras iban hacia Zelda.
—¿Acaso me veo mal?
—No, no es eso. Al contrario, te veo más tranquilo.
—Creo que la princesa Zelda y yo ya somos amigos.
—¿Lo dices de verdad, Link? ¡Eso es muy bueno!
—Es un comienzo.
Link apresuró un poco el paso para que alcanzaran a Zelda más pronto.

Link divisó unas pequeñas cascadas dentro de la bestia divina, estaban en la segunda planta.
—Imagino que te ayudan a moverte más fácil dentro de la bestia divina —comentó Link.
Mipha le asintió.
—Creo que eso no hace más que reforzar tu teoría, alteza.
Zelda le sonrió a Mipha y siguió haciendo apuntes en su cuaderno. Revisó la tableta sheikah, viendo que había probabilidades de lluvia.
—Link, ¿puedo pedirte un favor?
—Lo que usted ordene, princesa.
—Parece que va a llover —se acercó a él y le mostró la pantalla de la tableta sheikah—. ¿Podrías traer nuestras capuchas? Estoy segura de que tardaré mucho aquí.
—Claro, vuelvo en unos minutos.
Link salió, luego alzó la voz estando en la orilla.
—¡Mipha! ¿Puedes bajar la bestia divina?
—¡Ah! Es cierto —bajó hasta la unidad central y movió los controles de la bestia divina— ¿Funcionó?
—¡Sí! Gracias.
Después no se escuchó nada más, Mipha volvió a arriba, dispuesta a hablar con Zelda.
—Princesa, ¿puedo hacerte una pregunta?
—¿De qué se trata?
Bien, esa era la oportunidad. Le daba un poco de pena, pero no se detendría.
—Tú... ¿Tú recuerdas las medidas que usaste para la túnica de Link?
—¿A qué viene la pregunta? —apartó la vista de la tableta, extrañada.
—Bueno... —sentía como se le subía un poco de rubor a las mejillas—. Quiero hacerle un obsequio a Link y necesito saber sus medidas.
—Eso explica porque esperaste a que Link se fuera. Está bien, creo que escribí las medidas de los campeones en este mismo cuaderno en una hoja —empezó a pasar las páginas, buscando—. ¡Ah! Aquí está —su interlocutora se acercó y Zelda le mostró la hoja—. ¿Puedes recordarlas o quieres que te deje la hoja? No la necesito de todas formas.
—¿Estarías dispuesta a dármela, alteza?
—Sí.
—Muchas gracias —le dijo mientras tomaba la hoja que la princesa había arrancado.
Eso bastaría para poder hacer la armadura que estaba pensando en diseñar para él, se la daría en cuanto pudiera, escondió la hoja doblándola en medio de su pañuelo, dos minutos después Link volvió, notando a Mipha un poco distraída.
—¿Pasa algo, Mipha?
—No, nada —negó con la cabeza y dio una pequeña sonrisa.
Link le tendió la capucha a Zelda.
—Gracias.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora