28.- La fortaleza de Akkala

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Partieron hacia Akkala casi de inmediato. Desde aquella conversación en el puente, no habían vuelto a tocar el tema del rey de Hyrule. Tomaron la ruta por la llanura de Hyrule para hacerlo más fácil y al cabo de un día ya se encontraban en el rancho de Akkala sur, muy cerca de la fortaleza donde se le solicitaba a Link y al resto de campeones, en esta ocasión, el rancho estaba vacío, no había visitantes, estando exclusivamente los trabajadores. "¿Es por los monstruos?" había pensado Link. Además, el clima era un poco desfavorable, las nubes se arremolinaban y hacía viento, de camino hacia allí habían logrado ver un campamento bokoblin, eso seguramente tampoco ayudaba a que gente fuera hacia Akkala. Desempacaron un par de objetos luego de la comida, posteriormente fueron hacia la intemperie, estando en una de las pocas mesas que se encontraban afuera.
—Todavía no llega Urbosa y el resto, —comentó Zelda después haberse acabado un flan de huevo que había comprado ahí mismo— ¿te parece bien que acudamos a la fuente al atardecer en vista de que no hay mucho más que hacer?
Link le asintió. En su mente, divagaba sobre si Zelda estaría ya de un mejor humor. Apoyó los codos en la mesa, sin saber qué más decir.
—¿Sucede algo? —inquirió ella.
—Nada, ¿por qué lo dices?
—Te veo distraído.
No le apetecía contarle que todavía seguía pensando en su charla y en cómo le había afectado a la princesa.
—Estaba pensando en cuánto tiempo demorará Mipha, Daruk, Urbosa y Revali en llegar, —respondió poco convencido— quizá esta vez Revali se muestre más cooperativo.
—Podría ser.

En un abrir y cerrar de ojos el atardecer tuvo su presencia, es así como Link y Zelda acudieron hacia la fuente del poder, Zelda ya llevaba puesta su ropa de sacerdotisa desde el rancho así que se le dificultó un poco ir por la parte más inclinada que los dirigiría a la efigie. Link pudo notar como había unos pocos guardianes en la zona, unos que nunca había visto, guardianes voladores.
—¿Los habrán desplegado últimamente? —le preguntó a Zelda mientras cabalgaban hacia la llanura próxima a su destino.
Zelda negó con la cabeza.
—Tal vez. Es la primera vez que veo uno activo. Una vez, con Impa, los he visto, más allá de eso, nada.
Link espoleó a Tormenta y llegaron en cuestión de minutos, dejando a los caballos al costado de la fuente. Para él, esta efigie en especial estaba muy escondida, había un pequeño pasillo que los dirigía hacia ella. Link observó como Zelda se aproximaba a la fuente y el agua le llegaba poco más arriba de las rodillas tras llegar a lo más hondo.
—Es hora —dijo ella, dándole la espalda.
Estuvo así hasta el anochecer, Link miraba hacia la entrada del túnel, esperando. La Luna ya podía verse claramente en el firmamento cuando Zelda decidió hablar mientras meditaba, cosa que no había hecho antes pues siempre intentaba concentrarse solo en ello.
No había nada diferente a las otras ocasiones, su alteza no podía sentir nada en su interior.
—El poder sagrado que ha heredado la familia real para enfrentar a Ganon puede despertarse por medio de plegarias, al menos eso he oído siempre.
Zelda soltó un suspiro casi inaudible.
—Mi madre juraba que el poder algún día despertaría en mí, y que escucharía a los espíritus, igual que mi abuela, pero yo no he podido sentir ni escuchar nada.
Aunque Link no podía verla, Zelda juntaba sus manos de nuevo.
—Mi padre insiste que deje de perder el tiempo haciendo mis investigaciones, y que me esfuerce más.
Había sacado el tema a colación de nuevo.
—Pero...
Zelda apretó los puños y los llevó al agua, provocando que temblara un poco alrededor.
—¡Sabe mejor que nadie que llevo toda mi vida rezando!
Link recordó brevemente cuando Urbosa le dijo que Zelda se enfermaba a veces de niña, cuando iba a rezar.
—He suplicado en las tierras ligadas a las antiguas deidades, y a pesar de todo —abatida, se llevó las manos a los brazos— el poder sagrado no responde a mi devoción.
—Te ruego que me digas, ¿qué estoy haciendo mal?
Link se dio la vuelta, para percatarse que Zelda apretaba los puños otra vez en un acto de desesperación. Él soltó la espada maestra de inmediato y corrió hacia ella, empapándose hasta las rodillas.
—Nada, no estás haciendo nada mal —le dijo, mientras ella estaba de espaldas.
Ella se giró, quedando de frente.
—Entonces... ¿Por qué no puedo, Link? ¿Por qué?
Solo bastaba con echarle un vistazo para darse cuenta que estaba al borde del llanto.
Link la atrajo hacia así y la envolvió en un abrazo.
—Has estado haciendo tu mejor esfuerzo, de eso no hay ninguna duda.
Zelda escondió su rostro en el hombro de Link, aún no lloraba aunque era posible que no se hubiera recuperado de las palabras del rey y el que aún no llevara algún resultado le había afectado de sobremanera.
—A veces no sé qué hacer, recuerdo que los sheikah me dijeron que la fuente de sabiduría puede ayudarme a despertar mi poder si nada más funciona, pero tengo que esperar a que cumpla años —murmuró ella.
Link dudó por un segundo, pero le pasó la mano por la cabeza, tratando de tranquilizarla.
—Está bien, Zelda. Debe haber una posibilidad.
—¿Y sino la hay?
—Te ayudaré a encontrarla.
Si Zelda estaba por llorar, después de esas palabras, ya no deseaba hacerlo. Zelda se despegó de su hombro y lo miró directamente.
Ella le sonrió abiertamente y Link sintió como sus mejillas se encendían. Le devolvió el gesto de una manera más torpe.
—Gracias, Link.

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