34.- Interludio: La calma antes de la tormenta

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Link le contó todo lo que sabía a Zelda al día siguiente, ella lo escuchó con suma atención, le resplandecían los ojos al pensar en el poder que estaba en sus manos. Se encontraban en su recámara durante toda la narración, también le devolvió la tableta sheikah, sana y salva, ella la tomó y revisó el carrete.
—Has tomado un par de fotos, como veo.
—Creí que te gustaría verlo.
Le devolvió una sonrisa.
—Estabas en lo correcto, la vista es maravillosa.
Link acercó un poco más su butaca para que ambos pudieran ver la pantalla, Zelda la ladeó un poco para facilitarle el trabajo.
Zelda había tomado docena de fotos en los últimos meses, de vez en cuando Link aparecía de fondo, siempre de espaldas.
—Me doy cuenta de algo —dijo ella, observando una foto donde estaban en un puente y Link se veía de fondo.
—¿Qué cosa?
—Apareces en muchas fotos que he tomado últimamente, pero solo en una apareces de frente. Donde están todos los campeones y yo.
Link asintió.
—Deberíamos remediarlo.
Zelda le dio vuelta a la cámara, quedando los rostros de ambos reflejados en la pantalla.
—¿Se podía dar la vuelta? —inquirió Link, sorprendido.
—Me di cuenta hace unas semanas apenas.
Tomó la tableta sheikah con mucho cuidado y trató de enfocarlos a ambos.
—¿Cómo decía Prunia? —caviló Zelda, por un momento—. Ah, cierto. ¡Clic, clic!
Al revisar la fotografía, descubrió que los dos sonreían. Era una foto preciosa, a pesar de ser tan simple.
Link sonrió, aprobando la imagen. Zelda la guardó.
—Así podemos inmortalizar algunos momentos. Es maravilloso.
Detalles como aquel le hacían sentirse feliz, hablaron de cosas irrelevantes para distraerse un rato, Link le prometió traerle más noticias cuando las hubiera, ella se despidió haciéndole una seña con la mano.

Prunia lanzó un comunicado a los campeones a la brevedad, haciéndoles saber por medio de carta que había terminado sus ajustes y que Link, Zelda y ella los esperarían dentro de cinco días para reunirse en el castillo para hacerles entrega de las tabletas sheikah a cada uno y los detalles serían abarcados cuando llegaran. Link aprovechó esos días sin mucho que hacer para repasar la idea que tenía en mente. El cumpleaños de Zelda se avecinaba, faltaban solo dos semanas, y sabía lo que significaba.
Así que esa tarde, se aproximó a uno de los jardineros que había oído de parte de un posadero que era muy diestro en su trabajo, estaba arrodillado sobre un matorral y cuando lo vio venir, se levantó, limpiándose la tierra con un pañuelo que llevaba en su delantal.
—¿Puedo ayudarle en algo?
El jardinero lo miró de arriba a abajo, reconociendo su túnica.
—Quería comentarle algo sobre trasplantar una flor, creo que es así como se le llama al proceso.
—¿Podría darme más detalles?
—Me han dicho que la flor no se arraiga con cultivo doméstico.
Un recuerdo acudió a su mente al decir esas palabras.
—Entiendo —dijo el jardinero, quitándose los guantes—. Pues mire, ¿la flor está muy lejos?
—No tanto, está muy cerca de la llanura, hacia el oeste.
—Me tomaría unos días ir hacia allá. Debido a que no tengo el ejemplar aquí mismo, tendría que pagarme por ello.
—Sin problema, ¿quiere que le pague ya, o prefiere...?
El jardinero negó con la cabeza.
—Hasta que tenga la flor aquí está bien. Claro, hace falta algo importante, ¿de qué flor hablamos?
—Princesa de la calma.
El jardinero asintió para sí.
—Un ejemplar muy curioso, tiene usted razón, no se ha logrado que se arraigue con cultivo doméstico, lo habíamos dejado así para evitar su extinción, pero creo que el trasplante es una muy buena idea. Sin embargo, al ser tan raro, tendré que pedirle más dinero, ¿está de acuerdo?
Link asintió.
—¿Quiere que le señale el lugar exacto en el mapa? —preguntó él.
—Si es usted tan amable.
Link sacó un mapa que había traído para ese propósito, y con una x marcó aquel campo de flores al que había acudido hacía unos meses y que se sentía como si hubiera pasado una eternidad desde entonces.
El jardinero tomó el mapa y lo guardó.
—¿Hay alguna prisa por tener la flor en cuanto antes?
—Si pudiera lograrlo en una semana y media sería lo ideal.
—Es un trato. Si quiere estar al tanto, ¿podría dejarme su dirección? También puede encontrarme aquí a la misma hora de lunes a viernes.
Link anotó su dirección y se despidió del jardinero. Agradecía que no hubiera hecho más preguntas, no habría sabido qué responderle.
Luego correría el rumor de que la Princesa de la calma era la flor favorita de su alteza.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora