41.- La aldea Orni

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Tormenta se cansó después de estar dos horas sobreesforzándose debido a las prisas de Link. Él decidió por detenerse cerca de la llanura de Romani, su caballo no se veía cómodo y Link tenía mucho sudor, al bajarse de su compañero, le ofreció una disculpa:
—Creo que me he precipitado —murmuró, dándole una zanahoria.
Tormenta se la acabó de un solo bocado, aparentemente más feliz. Observó el cielo, que ahora ya tenía un azul intenso, había unas cuantas nubes, pero ninguna indicaba lluvia, ¿a dónde quería ir? No podría entrar al castillo así como así, a pesar de tenerlo tan cerca. Revisó la tableta, fijándose en el punto amarillo a la izquierda, al norte del mapa, en ese caso se dirigiría hacia ahí, aunque los recuerdos seguían arremolinándose en su mente; miró sus manos, ahora que no tenían ni una venda se dio cuenta de las pequeñas cicatrices que su cuerpo había adquirido, su mano derecha tenía un rasguño no muy amplio.
—No veo guardianes por ahora. ¿Estás dispuesto a dar una vuelta?
Su caballo no tenía la facultad de contestarle, claro, mas su semblante le dejaba saber que ya se había recuperado. Link tomó los arreos y se adentró a la llanura, en vez de bordearla como antes.
Había varios guardianes a la vista, sin embargo, Link estaba interesado en algo y no podía quitarse eso de la mente, una de las fotos estaba tomada directamente al frente del castillo, era ese lugar, y necesitaba respuestas. El campo era lo suficientemente abierto si necesitaba huir, se dijo. Tras espolear a Tormenta por varios minutos, divisó una arboleda, concidía con lo que había visto, conforme más se aproximaba, todo se volvía más familiar, hasta que sintió cómo algo le apuntaba a la nuca, uno de esos artefactos, sin duda. Hizo que su caballo no parara hasta llegar al altar, donde hizo a su compañero frenar en seco ahí, donde ya no sentía la amenaza, se bajó, comenzaba a sentir ese pinchazo.
Rezamos para que la unión entre... entre la espada sagrada y el héroe sea eterna.

Zelda iba ataviada en su vestido de ceremonias una vez más, aunque, a diferencia de las otras veces que la recordó, su voz y su rostro eran más inquietos, dudosos. Parecía tenerle recelo, y aún así, otros recuerdos la contradecían, a su vez los campeones estaban ahí. Mipha y Daruk seguían apoyándolo, además de la Gerudo, que ahora sabía que era Urbosa, su nombre no se escurrió ahora, el orni era Revali, con él tenía todavía más incierto su compañerismo. Además del altar, rememoró otras situaciones en la llanura, acompañó a su alteza por aquel sendero en incontables ocasiones, donde todo eran ruinas y la naturaleza había reclamado su lugar, todas esas imágenes en unos segundos. Montó en Tormenta una vez más, el rompecabezas empezaba a tomar forma; se preguntó si sería muy temerario entrar a la ciudadela. "Debería entrar cuando esté seguro de que vengo por este monstruo", pensó. El pitido de la tableta lo incitó a acercarse a un santuario, donde la cara que siempre se le escapaba al fin se volvió nítida en su mente.
Impa.
¿Entonces si encuentro primero el objeto que se supone que estamos buscando me lo quedo yo? Resonó en su cabeza la voz de la princesa. Sonreía, acompañada de Prunia, Impa y un chico que no había recordado hasta el momento. Estaban en una excavación, él era Rotver. ¿Por qué no lo habían mencionado antes? Link se serenó, pensando que, a pesar de todo, había logrado recuperar el rostro de Impa de sus memorias. Como había dicho, era mucho más joven que cuando se conocieron. No obstante, mientras su cerebro seguía analizando esas cuestiones del pasado, un guardián se apareció en esa zona. Escondió a Tormenta como pudo y él se adentró a la edificación, no le gustaba mucho la idea. Estaba vacío. Avanzó un par de metros hasta que del suelo salió un guardián, mucho menos intimidante que el otro. Link vaciló, era una prueba. Bueno, si tenía que optar entre enfrentarse a uno de este tamaño al otro, tomaría este. Tenía una lanza que agitaba de forma errática, Link tuvo que rodar un par de ocasiones para evitar que acabara dándole en la yugular, el caballero tomó del pomo su espada y la clavó en el interior de la máquina, el guardián se disponía a darle un tajo así que Link sacó su espada con torpeza. No podía darse el lujo de lastimarse otra vez. La reliquia se quedó quieta un instante y comenzó a agitar la lanza en círculo, se acercaba amenazadoramente a Link y su primera reacción fue ponerse detrás de un pilar, el guardián se estrelló, desorientándose, así que Link le dio un tajo tras otro, con una mano ya cansada, hasta que el guardián dejó de moverse. Se guardó la espada en la funda; debía ser que, de forma indirecta, el universo le hacía saber que tenía que combatir contra estas cosas tarde o temprano.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora