35.- Ganon, el cataclismo

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Zelda estaba un poco cabizbaja debido a ese presentimiento que le oprimía el pecho, sin embargo, volteaba a ver a Link y se sentía un poco más tranquila. En aquella ocasión, habían decido dejar a los caballos en la caballeriza del castillo ya que utilizarían el sistema de teletransporte, aún así, Zelda le dijo a Link que fueran a echarles un vistazo, algo en ella le decía que tenía que hacerlo.
—Perla, lamento no haberte usado ayer —le dijo a su yegua, quien no se veía muy contenta.
Le acarició el lomo. Debía estar resentida por haber conseguido un nuevo caballo.
—El nuevo caballo combina contigo.
Link fue a ver a Tormenta, ya que estaban. Le dio una zanahoria como premio.
—Otro día te sacaré a pasear, solo que hoy llevamos prisa.
Se giró a Zelda, y ella asintió. Era hora de partir al monte Lanayru. La princesa había buscado a su padre antes, pero un sirviente le había dicho que estaba muy ocupado en su despacho y no quería ser interrumpido. Se habían distanciado desde aquella carta.
Saliendo de la ciudadela, observó el castillo. Lo iba a lograr, tenía qué.
—Espero que no te canses demasiado ahora que vamos a la torre, es un largo camino al subir a la cima del monte, ¿no es así?
—Sí. Aunque creo que no será tan duro. Después de meses en este ritmo no es tan difícil.
Llegando a la torre de la Llanura, se teletransportaron a la torre de Necluda, solo tendrían que pasar por la aldea Hatelia primero para descansar y comer, los campeones también habían acordado ir, desconocían si ya estaban ahí.
—No sé si lo sepas, pero yo solía vivir aquí —dijo Link, cuando entraron a la aldea.
—¿En serio?
Asintió.
—Solo que nunca se había prestado la oportunidad para mostrarte dónde vivía.
—Sería una buena idea que me mostraras...
Interrumpió su frase al ver que estaban los cuatro ahí, en los puestos cercanos, esperándolos.
—Bueno, quizá después —murmuró.
Se unieron al resto para comer. No hablaron tanto.
—Princesa, ¿piensa ir en su vestido de sacerdotisa hasta la Fuente de la Sabiduría? —inquirió Urbosa.
—Me temo que sí.
—Hace mucho frío arriba, ¿han tomado sus precauciones?
Antes de poder responder, Link le asintió y mostró los elixires contra el frío que habían traído, eran al menos unos diez.
—También traje unas capas para ambos, Link va a acompañarme hasta la cima. No se sabe si puede haber monstruos.
—Es lo más razonable —confirmó Urbosa.
En el equipaje también venía el arco y carcaj de Zelda pero de ninguna forma Link quería dejarle sola en un momento tan crucial, además de que sería extraño que, —se suponía— Zelda no tenía medios para defenderse en caso de un ataque, fuera completamente sola.
Lo usarían si fuera necesario.
Terminada la comida, Zelda cayó en cuenta de que ya debía cambiarse.
—¿Ya desea cambiarse, princesa? —le preguntó Link.
—Sí.
Dirigió su mirada a los campeones.
—Pueden irse adelantando, los alcanzaremos luego en la plaza de Lanayru.
Se levantaron de la mesa y se alejaron, Mipha les sonrió a ambos antes de retirarse. 

Una vez ya se habían alejado lo suficiente, a Link se le ocurrió una idea.
—Sé dónde puedes cambiarte.
—¿Dónde..?
Se interrumpió, recordando lo de hacía unos minutos.
—Oh, cierto. Muéstrame tu casa, entonces.
Link dejó que solo Zelda entrara, la parte de arriba no tenía una pared o puerta que permitiera ella se cambiara con privacidad si Link estaba dentro.
—Tienes una casa sencilla, pero bonita —dijo Zelda, saliendo de la casa trayendo ya puesto su vestido de sacerdotisa.
—Hacía mucho tiempo que no venía, incluso temí haber perdido la llave.
—¿No vas a verla después de tanto tiempo?
Accedió y echó una ojeada rápida. Había polvo por los meses que había pasado fuera.
—Caray, ahora me da vergüenza que hayas entrado viendo cuánto polvo hay aquí.
—No pasa nada —posó su mano en su brazo—. ¿Nos vamos? No hay que demorarnos tanto.
—Tú primero —respondió, Zelda le sonrió, salieron de la aldea Hatelia y se dirigieron a la plaza. Dejaron el equipaje ahí, provisionalmente, solo llevaban la tableta sheikah en los pliegues del vestido de Zelda.

Se despidieron de los campeones entrada la mañana, debían ser las once, más o menos.
—Espero no fallarles. Debo decirles que han hecho un muy buen trabajo hasta ahora y les agradezco enormemente su presencia aquí, de verdad. Daruk, Revali, Urbosa, Mipha y Link, muchas gracias. Espero volver para el atardecer.
—Buena suerte, princesa —dijo Revali.
—¡Lo logrará, princesa! —respondió Daruk, entusiasmado.
—Cuídate mucho, princesa —agregó Mipha.
—Sé que lo lograrás, creo en ti —Urbosa le tocó el hombro al decírselo.
Zelda asintió. Todos tenían sus miradas sobre ella.
—Link, es hora de partir.
Link subió con ella, minutos después los perdieron de vista, ambos bebieron el elixir. Él sacó las capas, se puso la suya y luego ayudó a Zelda a colocarse la suya, abotonándola. No era necesario, solo era una muestra de afecto.
—Link, ¿crees que pueda despertar el poder? —había temor en cómo lo decía, incluso temblaba, aunque no por el frío.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora