26.- La perseverancia de Link

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Link se sentía renovado. Había despertado temprano a la mañana siguiente, debía haber dormido por los menos unas doce horas, no era algo que le enorgullecía, pero tampoco lo avergonzaba. Se dirigió a la torre más cercana, para así poder actualizar el mapa como había pensado desde hacía tiempo, hacía un buen tiempo, así que no le tomó mucho escalar hasta la cima. Colocó la tableta en la ranura y solo bastaron unos segundos para que mostrara nueva información, antes de bajar, decidió sentarse en la orilla de la torre y observó el castillo desde la distancia, la brisa matutina empezaba a darle un poco de frío así que se colocó la capucha que había metido en uno de sus bolsillos. Se quedó así durante unos minutos, al parecer todo iba en orden a los alrededores. Miró bien la tableta y abrió el menú donde venían las fotos, Zelda había tomado varias durante meses y se sorprendió al ver que en una aparecía él, —no, no la que tomaron de los campeones y la misma princesa— debía ser muy reciente. Estaba la Fuente del Valor, y Link estaba sentado mirándola, aunque estaba de espaldas. Probablemente había capturado la foto por el paisaje. Así que se le ocurrió tomar una foto él mismo de cómo se veía el castillo desde esa perspectiva y se guardó la tableta, para luego bajar.

Zelda se despertó más temprano de lo usual porque aunque sentía que ya estaba a salvo no podía evitar sentirse desprotegida. Ya había pasado, otra vez, un intento de asesinato hacia su persona. Se lavó la cara, tratando de ahuyentar sus preocupaciones más profundas. La cuestión era ahora si escribiría a Link para contarle lo que había pasado, o no hacerlo. Era una difícil decisión. Fue a desayunar, así podría saber si hubo alboroto por lo de anoche o no. En esencia, parecía que solo unos pocos supieron del ataque, quizá solo los que estaban en ese piso, pero las palabras seguramente se propagarían tan rápido como el fuego. Fue a la biblioteca para distraerse, encontrándose con Impa. En cuanto la vio, se acercó.
—Buenos días, princesa.
—Buenos días, Impa.
—Te ves algo desanimada, alteza. ¿Pasa algo?
Zelda miró hacia varios lados, francamente, Impa merecía la verdad.
—Hay que hablarlo en mi recámara, ¿te parece?
Impa comprendió que era algo que no podía hablar en público. Zelda se llevó un libro de los tantos que había investigado para despertar su poder, debajo del brazo. Cuando llegaron a su habitación, ambas se sentaron en la cama. Zelda le explicó lo que había pasado la noche anterior, incluyendo esta vez lo del arco.
—A su vez... La otra vez te dije una verdad a medias, —declaró— creí que desaprobarías que usara el arco, eso es lo que Link y yo hemos hecho durante un tiempo. Lamento no habértelo dicho, Impa.
Impa sacudió la cabeza.
—La verdad sí me hace algo de ruido que no me hayas contado todo, pero no puedo enojarme porque usar el arco te permitió salvar tu vida.
Zelda sonrió, pensando en que Link le había ayudado, de una forma u otra.
—¿Cómo va esa herida?
Se arremangó la blusa, mostrando la venda que le había puesto Elvira.
—En sí, no es nada. Seguro se repone en un par de días.
—¿Le informarás de esto a Link?
Zelda apretó sus propias manos, indecisa.
—La verdad es que no sé. Es decir... Sí quiero decirle lo que pasó, pero no tengo idea de si hacérselo saber a la de ya en una carta o decírselo en persona. ¿Qué debería hacer?
—Princesa, tú conoces mejor a Link, ¿cómo crees que reaccionaría en ambos casos?
Siendo honesta, dudaba un poco entre si Link se enojaría consigo mismo o le reprocharía por haber salido sola, ambas eran muy probables, y en caso de que se lo dijera a la de ya, él volvería sin demora, si se lo contaba después, posiblemente le cuestionaría a Zelda el porqué no se lo mencionó antes. Ambos tenían pros y contras, y más que nada, contras.
—No quiero que interrumpa lo que está haciendo en Eldin, la verdad. Aunque siento que se molestará un poco sino se lo digo tan pronto como sea posible.
—Entonces haz lo primero, alteza. Es mejor a que se enoje un poquito, diría yo, a que lo frenes en algo que no quieres detener.
—Sí, creo que es lo más sensato. Gracias.
—Y ya sabes, si quieres salir de vuelta mientras Link no está, háblame a mí primero. Al primero que intente atacarte le daré una paliza, aunque veo que ya puedes defenderte lo suficiente de momento.
Zelda quiso cambiar de tema, algo más alegre.
—¿Hay algo interesante que te haya sucedido, Impa?
—Ah, si tú supieras, princesa.
Ella le comenzó a narrar cómo algunos miembros del consejo de los sheikah estaban reacios a dar su brazo a torcer respecto al uso de los guardianes, si bien muchos habían sido educados sobre la valiosa adición que serían estos artefactos, varios parecían disconformes, eran sheikah muy viejos. Sentían que no tenían propósito en la historia actual ya que todavía faltaban bastantes guardianes de desenterrar y presentían que se les acababa del tiempo.
—Pero a fin de cuentas, hay más sheikah jóvenes en el consejo, así que insistimos en seguir buscando. Entiendo sus motivos, mas eso no los exenta de estar muy cerrados a la seguridad que nos ofrecerán los guardianes.
—¿Al final que sucedió?
—La mayoría se puso en contra de los veteranos, así que no pasará nada.
Siguieron hablando por un tiempo, pensando en cosas de la vida cotidiana.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora