38.- El dominio Zora

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Cuando iba en camino hacia el dominio, las nubes se mostraban cada vez más grises, seguro había una tormenta adelante. Durante todo aquel tiempo, había evitado a los monstruos, aunque fue imposible no toparse con un lizalfo cuando se dirigía al puente Inogo, al verlo se lanzó sobre él y Link, que no había visto ninguno, se extrañó.
Le cayó encima y logró quitárselo luego de forcejear unos segundos, desenvainó y le dio un tajo con la espada, que no hizo más que enojarlo, sin demora lo atacó nuevamente, hasta que quedó tendido en el suelo. Había sudado un poco.
"Sí que me ha asustado", pensó Link. En su exploración, encontraba cosas que no recordaba.
Se sacudió la ropa y continuó su camino, hasta que una masa roja llamó su atención y sin previo aviso, le habló.
—Oye tú, joven —dijo una voz jovial—. Aquí, aquí arriba.
Lo vio por un instante y el hombre se arrojó al suelo, apoyándose con las manos al aterrizar. Era un zora que debía medir al menos dos metros. Los accesorios que llevaba en el cuerpo eran elegantes.
—Lo sabía, tú eres un hyliano, ¿no? Entonces tú y yo tenemos que hablar.
—¿Cómo dice?
—Uy, es cierto. No me he presentado, soy Sidon, el príncipe zora.
Comenzó a lloviznar mientras hablaban, Link sacó su capucha de la mochila a la vez que estaba escuchándolo.
—Estaba buscando un hyliano desde hacía un tiempo. ¿Puedo saber tu nombre?
—Link, encantado —respondió, abotonándose la capucha.
—Ese nombre me suena... —dijo, llevándose una mano al mentón—. Bueno, ese no es el caso ahora mismo. Está lloviendo demasiado, ya ves. ¿Ibas de camino al dominio?
Link asintió.
—Qué suerte haberte localizado, —negó con la cabeza— no creo que deba pedirte esto así como así. ¿A qué venías al dominio?
—Me habían comunicado que la bestia divina de esta región tenía que ser liberada, así que vine a revisar.
—Estás enterado de la situación, pero, ¿cómo? —inquirió Sidon, un tanto desconfiado.
—Una mujer llamada Impa me lo hizo saber.
—Creo haber oído de ella antes, aunque... Mi padre debe saberlo mejor. Lo mejor sería que llegues al dominio y hablemos con él, aún así, a decir verdad...
Sidon miró hacia el agua, como si buscara a alguien.
—Necesito avisarle a un par de zora que he encontrado un hyliano. Sino te molesta, Link, ¿puedes seguir solo? Te alcanzaré cuanto antes.
—De acuerdo, solo tengo una pregunta. ¿Esta lluvia no para?
—Te la debo, esto lleva así durante mucho tiempo, ten cuidado.
Antes de que Link pudiera agregar alguna otra cosa, Sidon se arrojó al agua y nadó río arriba.
Se aferró a la capucha con más fuerza. Sería un verdadero inconveniente enfermarse.
Al adentrarse a la zona, descubrió que había más lizalfos, quizá demasiados para encargarse por sí mismo. Agazapado en una piedra, se le resbaló el pie, haciendo ruido.
Varias cabezas se giraron hacia él, apuntándole con un arco, él no tenía uno.
Por ello, hizo lo que sentía más adecuado: correr. Tras pisar zonas encharcadas por varios metros y ponerse en una zona segura, decidió volver la vista. Esos desgraciados tenían flechas eléctricas, sin duda.
Si en algún momento se enfrentaba a ellos, ese día no sería hoy. Continuó, hasta que divisó una gran estructura por encima del agua, lo que estaba buscando.
Al quedársele viendo unos minutos a la región, empapándose, algunos recuerdos acudieron a su mente, como, él, de niño, acompañando a su padre, una chica zora, de tonalidades rojas igual que Sidon, aunque no le veía el rostro, aquel debía haber sido su primer encuentro. Debió haber pisado aquel lugar al menos una docena de veces hacía cien años.
Su cerebro empezó a relacionar a la chica con la campeona zora que estaba en la foto. Debía ser ella, ¿no? Aún con ello, no recordaba su nombre.
Salió de su trance y continuó caminando en línea recta al dominio, había dos guardias a los costados.
—Buenas tardes —saludó Link, quitándose la capucha al tener un poco de techo, dejando al descubierto su rostro.
Uno de los guardias hizo amago de reconocerlo, mas, la voz del príncipe Sidon se hizo oír a un par de metros.
—¿Ya ha llegado Link aquí? —preguntó al aire, mientras se acercaba a la puerta.
Al verlo, frenó en seco.
—Ya estás aquí, perfecto. ¡Bienvenido a la región de los zora!
Los guardias miraron a Sidon y luego a Link, estupefactos. No debía ser habitual la presencia de hylianos.
—Gracias por recibirme, príncipe Sidon —contestó Link, creyendo que era lo más adecuado.
Su cabeza también había olvidado ese tipo de cuestiones. Los protocolos.
Sidon hizo un ademán con el brazo para invitarlo a acercarse, Link lo acompañó.
—Te llevaré con el rey, pero primero, tu capucha debe estar empapada, ¿me equivoco?
—Algo.
Llovía con tanta fuerza que decir "algo", era una falacia. Sidon lo encaminó por una tienda, pidiéndole al dependiente si tenía aunque fuera una tela que le sirviera para cubrirse. Los zora no se cubrían mucho, así que lo máximo que pudieron hacer por él fue darle un pañuelo que le permitiría no mojarse por unos segundos apenas.
—No estamos acostumbrados a las visitas últimamente —se sinceró Sidon, llevándolo al trono, aprisa.
Se detuvieron al ver al rey Dorphan y a su derecha, un zora anciano de color verde, que, al ver a Link, le dio una mirada fulminante.
Sidon se arrodilló un momento.
—Padre, he traído a un hyliano aquí, como había prometido. Su nombre es Link.
Link hizo una reverencia un tanto torpe. El rey Dorphan posó sus ojos en él y se inclinó un poco hacia adelante.
—Link, dices, ¿eh? Tu rostro, eres tú, no puede ser.
El rey esbozó una sonrisa, observando la tableta sheikah que Link llevaba en el cinturón.
—Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que te vi, campeón hyliano.
Sidon alzó la vista y se levantó, analizando lo que su padre acababa de declarar.
—Eso explica de dónde me sonaba tu nombre —dijo, chasqueando los dedos, comprendiendo de golpe.
—Lo último que supe de ti, Link, era que habías caído en combate. Me da gusto verte en pie de vuelta.
Link se retorció las manos, en un gesto incómodo.
—Su majestad, lamento decirle que no me acuerdo de usted.
—¿Ni siquiera un poco? ¿No recuerdas la región, al menos?
Como en contadas ocasiones anteriores, le narró al monarca que carecía de muchos de sus recuerdos de su pasado y que, apenas llegado al dominio, pudo recordar unas cuantas cosas poco concretas.
—¿No recuerdas a mi hija, Mipha?
Mipha. Ese era su nombre.
—Sé que era la antigua campeona zora y creo que ella apareció en una de mis memorias cuando llegué aquí, más allá de eso, majestad, no le recuerdo.
—Aún así, rey, —se apresuró a agregar él— viéndolo bien, creo que su rostro me suena de algún lado. ¿Usted lucía igual hacía tanto tiempo?
—No he cambiado ni un poco, Link. Los zora vivimos mucho, por si lo desconocías.
Se esforzó en visualizarlo y algo diminuto vino hacia él. Era amable con él cuando lo visitaba, sin embargo, no recordaba sus conversaciones o poco más.
—Creo que pude traer un poco de su recuerdo a mí, su majestad. Lamento no ser capaz de rememorar.
El rey Dorphan negó con la cabeza.
—No sé qué pudo haber sucedido, pero es inconcebible que Mipha no venga a tu mente. Eran inseparables.
A Link se le revolvía el estómago, si ella era tan relevante en su vida, ¿cómo pudo haberla olvidado? Era frustrante.
—Padre, creo que no debemos abrumarlo mucho con Mipha ahora mismo. Link tenía algo que decirte.
Link sintió un gran alivio al oír a Sidon decir lo que estaba pensando.
—Majestad, —dijo, avanzando unos pasos— hace un par de semanas, recibí un comunicado de una mujer llamada Impa, quien me puso al corriente de la situación, sé que en esta región hay una bestia divina que debe ser liberada y mi intención es ayudar con ello. La princesa Zelda me lo pidió, indirectamente, también.
—Impa. Escuché de ella una o dos veces, lo único que sabía de ella era que era parte del consejo sheikah, tiene sentido. Y, ¿qué quieres decir con que la princesa de Hyrule te ha dado esta encomienda?
—Ella se comunica conmigo, no sé como. Puede parecerle absurdo, pero es la pura verdad, aguarda en el castillo.
—Sigue viva, ya veo. Es magnífico saber que no todos han caído. Link, ya que estás aquí y estás dispuesto a ayudar, te pido en nombre de los zora que nos apoyes, siéntete seguro de pasearte por aquí.
—¿Se puede saber de qué disparates habla, su majestad? —vociferó el anciano, de pronto.
Link y Sidon lo miraron, atónitos.
—No se puede confiar en los hylianos, ya lo sabe. Y este muchacho, en específico, es causante indirecto de lo que le sucedió a nuestra princesa Mipha.
La culpa crecía en Link, a pesar de no saber a qué se refería.
—Muzun, deberías dejar de ser tan severo, ni siquiera...
—Príncipe, usted era demasiado pequeño en aquel entonces para saber cómo me siento al ver a este... hyliano —dijo, con un dejo de desprecio en cada palabra.
—Déjalo ya, Muzun —le cortó el rey Dorphan.
Con el mejor rostro que pudo, Link se dirigió hacia su majestad.
—Creo que no soy bien recibido aquí en estos momentos, discúlpeme.
Se dio la vuelta y bajó los escalones deprisa y yendo hacia su capucha, la tomó para ponérsela de nuevo, Sidon salió a buscarlo. Logró detenerlo antes de que saliera del dominio, a mitad de la plaza.
—Link, te pido una disculpa por la actitud de Muzun, él es muy complicado.
—Príncipe Sidon, solo quiero que me responda a algo. ¿Es cierto lo que dijo Muzun, yo causé que la princesa Mipha ya no esté entre ustedes?
El semblante de Sidon se ensombreció.
—Yo no soy nadie para decidirlo, Muzun tiene un complejo con los hylianos.
—Sea honesto, supongo que hay más zora que me reconocen, y quizá algunos no estén felices de verme, como Muzun, ¿verdad?
Sidon asintió.
—De igual manera, te pido que no te vayas. Muzun es un cascarrabias, pero estoy seguro de que puedes hacerlo cambiar de opinión, y sino lo hace, mi padre y yo te apoyamos. Eres uno de los campeones, después de todo.
Las gotas se resbalaban cada vez más rápido por su capucha.
—De acuerdo, solo porque usted me lo pide. Se ve como un buen sujeto.
"Y por si fuera poco, no tendría dónde quedarme de otro modo", pensó.
—Esa es la actitud, Link.
No es tu culpa, Link. Jamás lo ha sido.
La voz de Zelda, en su cabeza. ¿Acaso podía saber lo que estaba haciendo en esos momentos? Era rarísimo.
Aunque lo reconfortaba.

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