44.- La Ciudadela Gerudo

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Prunia le hizo un pequeño examen médico a Link antes de partir, alegando que deseaba asegurarse de que se encontrara en las mejores condiciones antes de enfrentarse a otra ira de Ganon. Aún con la estatura que poseía en ese momento, era imposible no obedecerle. Era una figura de autoridad hecha y derecha. Tras unas horas, ella finalmente lo dejó ir, recordándole que hiciera una visita a Rotver antes de adentrarse de lleno a la llanura, o por lo menos, de dirigirse al castillo.
La tormenta del día anterior había aminado, así que se concentró en su objetivo. Pasar otra vez por el lago Hylia le hizo experimentar una familiaridad más concreta que antes. No sabía a qué se debía con exactitud. Darle la vuelta entera a la meseta de las albores desde abajo era curioso, mientras miraba la tableta de tanto en tanto para percatarse que fuera bien. Siempre se interesaba en obtener los mapas de las zonas cuando le fuera posible, aunque la llanura la seguía evitando. Avanzó lo suficientemente para visualizar el terreno arenoso del desierto antes del gran puente colgante de Digdo. Había evitado a los monstruos de ser posible, pero el ser que vio a la mitad del puente lo dejó helado, incluso Tormenta se veía un tanto angustiado.
Un enorme Hinox azul, dormido justo en el lugar por el cual era necesario pasar. Link miró el vacío debajo de sus pies, que no era tan vacío, el puente estaba rodeado de agua. Para él era poco práctico, para su caballo era otro asunto. Asimiló sus posibilidades, y comenzó a cabalgar. Aún cuando Link evitó hacer el menor ruido posible, la bestia despertó.

Estaba colérico ante el sueño interrumpido, buscaba aplastar a Link a toda costa. La primera reacción de este fue lograr que su caballo se mantuviera a salvo, así que le dio un golpecito a Tormenta que lo incitó a cruzar el resto del puente sin él. Lo observó y luego apartó la mirada, evitando un puñetazo del Hinox.
"¿Qué haría mi antiguo yo?" inquirió para sí. Entonces, un brillo captó su atención. El Hinox llevaba armas sobre su cuello. Armas que ni en sueños habría conseguido por mano propia, ni siquiera comprando al mejor mercader. Se decidió: necesitaba equipárselas, así que se desharía del monstruo por mano propia. Comenzó a instarlo a que se atreviera a golpearlo, al notar que parecía torpe. Esquivaba los golpes, fijándose en no caer al vacío y mientras su cabeza trabajaba a toda prisa, sacó una flecha de su carcaj y las arrojó una a una a su objetivo. No parecía hacerle gran cosa, sino que provocaba que su furia incrementase, el Hinox se aproximaba más a él así que, arriesgándose y pasando abajo de sus piernas, le hizo un tajo en la pierna. Esta vez pareció más dañado, sin embargo era un rasguño minúsculo comparado a su tamaño. Prosiguió de dicha forma un par de minutos, mientras caían gotas de sudor por su frente. Se animó a intentar con el ojo de la bestia esta vez. Tras un par de tiros fallidos, acertó, dejándole ciego. A tientas, buscó a Link, y el último, aprovechándose de la ceguera, sacó otra flecha para romper la gran cuerda que colgaba del cuello de su adversario. Las armas cayeron estrepitosamente y Link las tomó a toda prisa, colgándolas a su espalda con torpeza, el monstruo reaccionó al sonido y soltó el puño en el lugar donde Link estaba apenas hacía un instante. Lo condujo hacia la orilla y el Hinox, ignorante a dónde iba, cayó en la trampa. El caballero terminó el combate dándole varios tajos con la espada recién adquirida y provocó que se precipitara al agua, aunque no se iría invicto, porque el Hinox alcanzó a darle un manotazo antes de caer, provocando que Link por poco cayera a su vez. Link observó las aguas por unos momentos, cerciorándose de que el Hinox ya no se moviera. Colocándose de cuclillas, mantuvo la mirada fija y ante al más mínimo movimiento, arrojó una flecha. Unos minutos bastaron para que rectificara que su objetivo estaba muerto.
Limpió su nueva espada de la Luna de una sustancia viscosa antes de reencontrarse con Tormenta para darle una caricia.

Luego de resguardar sus viejos arco y espada dentro de una de las bolsas que cargaba Tormenta, continuó su marcha. La sed empezó a llegar, no recordaba cuándo fue la última ocasión en que bebió agua, por lo que apuró el paso, llegando al rancho del cañón. Era la posada más vacía de todas y el ambiente era muy tibio.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó el encargado al verlo llegar.
—Desearía agua, para empezar —saludó Link, desde el exterior.
—De inmediato —respondió el encargado, sacando una botella de vidrio repleta de agua que estaba debajo del mostrador de madera—. Es un caballo bonito el que llevas ahí.
—Muchas gracias —replicó Link, tomando el agua copiosamente—. Me preguntaba si Tormenta podría cruzar el desierto.
—Hijo, las temperaturas son muy altas para un caballo, no conviene que lo intentes. Además, son muy lentos en la arena. Es por eso mismo que esta posada se encuentra aquí. Si quieres dejar a tu caballo, eres bienvenido.
—¿Cuánto sería por dejarle un par de días?
—Cincuenta rupias si solo es eso. Si quieres comida y techo, habría un precio más alto.
—Solo la comida. No creo que lleve más de unas horas que llegue a mi destino —dijo Link, calculando que debían ser más o menos las cinco de la tarde.
—Entendido. Le pediré a mi hijo que te traiga algo de comer.
Un joven que rondaba la misma edad de Link le trajo un pedazo de carne. El chico tenía el cabello negro.
—He pensado que este es el rancho más vacío al que ha ido, ¿siempre es así? —inquirió Link, observando a padre e hijo, quienes eran los únicos en la estancia aparte de él.
—Bueno, de hecho... —explicó el chico.
—Es sencillo, muchacho —intervino el encargado—. El Clan Yiga está muy cerca de aquí, ¿no sabías?
—¿Qué es clan Yiga?
—Debes estar bromeando o venir desde muy lejos.
Link hizo una seña de confusión.
—Eso significa que realmente no sabes, qué dilema —el señor se tomó la libertad de sentarse en frente de él—. El Clan Yiga lleva aquí incluso desde antes que yo naciera, hazte una idea —explicó, señalando sus canas—. Son altamente peligrosos y engañan a incautos, son muy rápidos. Suelen hacerse pasar por viajeros comunes y corrientes, hasta que después muestran su verdadero rostro. Ciertamente, no he sospechado de ti a simple vista por tu forma de actuar. Ellos son mucho más misteriosos. He oído que hacía años, eran un enemigo de la familia real de Hyrule, aunque bueno, ellos ya no están. No entiendo por qué siguen así dada las circunstancias.
—Según narran las personas más viejas de la región, decían que se centraban en la princesa que alguna vez existió en este reino. Querían asesinarla. Claro que no pudieron, ella siempre estaba escoltada, pero por eso mismo no entiendo por qué siguen activos. Se asegura que la princesa desapareció —añadió el joven, asintiendo.
"No está muerta" quiso decirles, pensó Link, pero no quería que desconfiaran de él. Ahora con esos nuevos datos, comprendía mejor por qué estaba todo tan solitario. Terminó su comida en silencio.
—Les agradezco por haberme contado. Tendré mis precauciones. Por favor, cuiden bien de mi caballo —se despidió, dándole sesenta rupias en la mano al encargado.
Rellenó las botellas de agua que cargaba en su cinturón y se echó la capucha encima para protegerse de los pocos rayos de Sol que le daban.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora