Un escalofrío recorrió el cuerpo de Zelda al oír esas palabras.
—¿De qué hablas, Impa? ¿A qué te refieres?
—Ya han interrogado a Prunia y Rotver, fue muy temprano en la mañana. Entonces, —le explicó Impa, bajando un poco más la voz— dijeron que Folke representaba una amenaza hacia la princesa.
—Eso es absurdo.
—¡Y lo es! —dijo Impa en voz alta, sin poder contenerse, luego carraspeó—. Dijeron que querían desmantelarlo para revisarlo.
—Ellos no saben sobre tecnología sheikah, no lo suficiente. ¿Qué están pensando?
Impa se encogió de hombros.
—Quisiera saberlo, alteza.
—Y Prunia, ¿dónde está?
—Está en su laboratorio, —al ver que Zelda ya estaba por girarse, le sostuvo el brazo— aguarde. Todo es muy reciente y Prunia debe estar trabajando, hay que dejarlo estar.
—Impa, no podemos dejar a Prunia sola así, y no sabemos qué cosas le han dicho.
—Princesa, sé que está preocupada, Prunia es mi hermana, yo también lo estoy, pero... No hay nada qué hacer por ahora.
Estaba muy abrumada, se soltó del brazo de Impa. Qué frustración, empezó a subir los escalones rápidamente hacia el castillo.
—Espere, ¿a dónde cree que va?
—Sino puedo hacer nada, prefiero irme —empezó a subir los peldaños, había hablado únicamente lo suficientemente fuerte para que solo la oyera ella.
Impa se quedó estática a la mitad de la escalera.Zelda escuchó los pasos de Impa detrás de ella, apuró el paso y subiendo varios pisos, llegó hasta el pasillo donde se encontraba su recámara y se encerró. Se pegó a la puerta y se dejó caer en el piso.
Respiró profundo. Este era el colmo de los colmos. Qué necio era su padre, qué tan lejos habían llegado de esta forma. Se abrazó las rodillas y unos minutos después escuchó pasos afuera.
—Princesa, ¿me dejas entrar? —era la voz de Impa.
Se levantó del suelo y se alejó un tanto de la puerta.
—Más tarde, Impa —logró decir, con voz trémula.
Impa chasqueó la lengua, unos segundos tuvieron que pasar para que escuchara los pasos de su amiga, marchándose.
Se tumbó en la cama, en los últimos días no dejaban de decirle que no se preocupara, o que dejara recaer la carga en otros, honestamente, no podía hacerlo. Se llevó las manos a la cara, ni siquiera fue capaz de evitar que tocaran a algo tan inofensivo como lo era Folke.
Algunos recuerdos vinieron a su mente, como una de las últimas veces que estuvo con el pequeño objeto, cuando le había dicho que tal vez luego actualizaría el mapa de la tableta sheikah. Ahora el guardián no estaría presente, aun si pudiera completar dicha tarea; se sentía tan mal. Se dio la vuelta, dándole la espalda a la puerta y se acurrucó en la cama, ni siquiera se había tomado la molestia de quitarse las botas, quizá después se llevaría una reprimenda por ello, cerró sus ojos por unos minutos, buscando paz.
Oyó el ruido de la puerta abriéndose, se le debió haber olvidado echar el cerrojo. Antes de girarse, ya estaba hablando.
—¿Quién...? Le he dicho a Impa... —dijo en voz alta.
Link estaba ahí, él dio un respingo al ver su reacción.
—¿Se puede?
Zelda lo observó, perpleja.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, no de mala manera.
—Impa fue a buscarme, ¿puedo pasar?
No había procesado muy bien la oración, no obstante, su cuerpo ya le había dado una cabeceada como asentimiento.
Link cerró la puerta y se adentró a la habitación. Zelda se levantó y se acercó a él.
—¿Te lo contó todo?
Él asintió.
—Es una injusticia, ¿verdad? Sino podía hacer nada de momento quería estar sola, sin embargo supongo que a ti no te puedo dar un no por respuesta.
—Si así lo quieres, me puedo ir. Impa me llamó porque lo consideró indicado, pero si tú no deseas eso no tengo porque estarlo.
Zelda escrutó su mirada. Link en muchas ocasiones le había ayudado a sobrellevar sus sentimientos, no quería sobrecargarlo.
—Puedes quedarte, si tú quieres.
—Muy bien.
Link se sentó en su cama, así que ella también tomó asiento.
—A mí también me molesta todo este asunto —admitió él, desganado.
—No lo parece.
—Eso es porque tú y yo llevamos el enojo de distintas maneras, ambas están bien.
Si lo observaba muy detenidamente, podía ver algunas cosas que delataban que él tampoco estaba contento, como sus ojos.
—¿Está bien si visitamos a Prunia mañana?
—Sí.
Se sentía un poco más tranquila, recargó su cabeza en el hombro de Link. Él se ruborizó.
—Creo que Impa no estaba muy equivocada al llamarte. Gracias por venir, Link.
—No es nada.
Fue ahí que Zelda cayó en cuenta en el calor de las mejillas de Link.
—No estás acostumbrado aún, ¿no es así?
Link giró el rostro para verla.
—¿De qué hablas?
—Tus mejillas te delatan.
Ese comentario lo empeoró todo, parecía una amapola.
—No hay nada de malo, Link —tenía su cabeza aún en el hombro de Link, sonriéndole.
—Aunque sigo sin entender por qué me dejaste entrar a mí y no a Impa.
—Bueno, tú abriste la puerta, y no soy capaz de dejarte afuera. Impa nunca la abrió.
—Así que es eso.
—Podría decirse.
—Será mejor que me retire, no debería estar tanto tiempo aquí. Si te sientes menos agobiada, claro.
—Estoy mejor —dijo, quitándose del hombro de Link.
—Bien.
Link se le quedó viendo por un instante.
—¿Pasa algo?
Por un segundo un impulso cruzó por su cabeza, pero lo ignoró de momento.
—No. Solo pensé en que, si quieres practicar el arco después, dímelo.
Ella asintió.
Link se levantó y tras salir, cerró la puerta.
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Princesa de la calma
AdventureLink es nombrado escolta personal de la princesa de la familia real, Zelda. Es así como se le asigna una misión: proteger a Zelda bajo cualquier circunstancia y derrotar a Ganon. En el camino, forjará una amistad con los campeones a la vez que se le...