21.- Asamblea

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Investigaron la torre de cabo a rabo al menos una semana. No encontraban nada que les pareciera importante para encontrar respuestas al fenómeno. Link se mantuvo al lado de Zelda durante estas investigaciones, por más que él lo pensaba, no podía comprender de dónde había salido toda esta curiosa situación. Los sheikah no sabían cómo actuar en un caso así, por lo que poco a poco desistieron en encontrar respuestas solo en la torre y por un momento consideraron la teoría de Link, aunque Link no quería tocar la tableta sheikah mientras estuviera el mini guardián presente, pensando en que una torre podría aparecer de la nada si sus suposiciones eran ciertas, sería absolutamente desastroso. A pesar de la desistencia de los sheikah por otra respuesta, decidieron que la torre era un buen puesto de vigilancia a toda la llanura y a las colinas, así que se empezó a usar como tal. Ahora era confuso pensar en qué pasaría después, cabía decir que Prunia todavía no indagaba tanto en el asunto, así que posiblemente encontrarían algo más cuando ella entrara en materia.

—¿Crees que deba poner en vigilancia al guardián? —le preguntó Zelda a Impa, mientras tenía al mismo en sus piernas y lo miraba, expectante.
—Alteza, no creo que el guardián sea una amenaza, pero si la hipótesis de Link es cierta puede ser problemático.
—¿Se lo entrego a Prunia? ¿O no lo hago?
—Si quiere que ella lo examine me parece lo más adecuado. Aún así —dijo Impa, extendiendo su mano hacia el guardián, el cual se retrajo—, parece tenerle mucha estima.
—No entiendo el motivo, aunque tienes razón. También... ¿deberíamos hacer una asamblea con los campeones? Siento que necesitan ser informados de lo que está sucediendo.
—Lo veo bien, alteza. ¿Quiere que me encargue de eso?
—No es necesario, Impa —le respondió Zelda, mientras se levantaba y dejaba al mini guardián a un lado.
—De acuerdo. Si quiere, como voy de paso al laboratorio puedo dejar el mini guardián ahí.
—¿De verdad?
Impa asintió.
—Está bien.
Ella extendió sus brazos para tomar al mini guardián, que le sacó la vuelta.
—¿Por qué se comporta así...?
Casi lo tomaba en brazos pero se le escabulló de nuevo. Zelda decidió poner fin a la pequeña persecución tomándolo por sí misma y dándoselo en las manos a Impa, el artefacto no lucía nada contento.
—Cuídalo bien.
—Lo haré. Nos vemos, princesa.

Link se dirigía a la habitación de Zelda, en el proceso, se encontró con Impa. Le explicó de manera muy breve la asamblea que la princesa quería realizar, él le agradeció por ello, después de unos minutos, logró llegar hasta la habitación, tocó la puerta tres veces.
—¿Princesa Zelda...? —miró hacia atrás, buscando si no había nadie que lo oyese—. ¿Zelda?
Ella se levantó al reconocer su voz y abrió la puerta.
—¿Qué haces aquí, Link?
—Venía de paso, habían dicho que habían encontrado algo de lo que no se había percatado antes respecto a la torre y quería decírtelo. También acabo de ver a Impa. ¿Quieres hacer una reunión?
—Podría decirse. Link, ¿por qué no pasas?
—De ninguna manera, no quiero molestarte.
—Vamos, vamos. Necesito que me cuentes con mayor detalle de lo que estabas hablando.
—Si insistes...
Link se sentó en una butaca cercana a la chimenea de la habitación, por otro lado, Zelda arrastró una butaca y la puso cerca de la de Link.
—¿Y bien?
—Lo único que sé hasta ahora es que acaban de encontrar un hueco rectangular en un pedestal que hay en medio de la torre, los sheikah que habían subido no le habían prestado atención, pero cuando Prunia se enteró los ha regañado porque siente que se les escapó algo importante. ¿Qué crees que sea?
Zelda lo meditó apenas un segundo y luego pegó un brinco.
—¿Zelda?
—Lo más probable es que, —explicó, mientras se dirigía a su cama y revolvía los cojines buscando la tableta sheikah— hayan olvidado la existencia de esto.
—¿Esto...? ¿Hablas de la tableta?
—Sí —contestó, la encontró debajo de una almohada y luego se la mostró.
—Le veo sentido.
Zelda asintió, luego asió a Link del brazo.
—¿Qué pasa?
—Hay que buscar a Prunia. ¿Sabes dónde está?
—Podría estar en el laboratorio, tal vez.
—Justo he mandado a Impa hacia allá. Si voy ahora mismo, me regañará por no haberme dado cuenta antes y además el laboratorio está un poco lejos.
—Quizá. ¿Entonces qué hacemos?
—Creo que de momento, nada —respondió, mientras se sentaba de nuevo.
—¿Nada? ¿Y la asamblea?
—¡Ah, sí! Gracias por recordarme. ¿Cuándo tienes tiempo?
—Cuando tú quieras.
—No digas eso así porque sí, respeto tus espacios.
—Bueno, en ese caso... ¿Qué tal si programamos la asamblea para unos cinco días desde ahora? Así damos tiempo a todos de venir.
—De acuerdo, creo que todos deberían de estar enterados lo más pronto posible.
—En ese caso, ya que hemos fijado la fecha, creo que me voy.
—¿Tan rápido?
—Sí, ¿o hay algo más que necesites hablar conmigo, princesa?
—Ya te dije que me digas por mi nombre, sabes que estamos solos.
—De acuerdo, Zelda. Eso te lo preguntaba de manera profesional, no personal, por eso usé un honorífico.
—En lo que a tu puesto respecta, es todo, pero en lo personal... ¿No estás ocupado?
—No, ¿por qué?
—¿Te apetece una partida de ajedrez?
—Yo no sé ajedrez, Zelda.
—Puedo enseñarte, ¿qué dices?
—Muy bien, veamos —contestó, sentándose de vuelta. Al fin y al cabo, no tenía otra obligación.
Zelda le enseñó a Link todo lo posible respecto al juego, durando al menos una hora. Cuando comenzaron a jugar, ella ganó muchas veces y Link unas escasas dos veces. Pararon de jugar poco antes del atardecer, habían transcurrido al menos dos horas más. Pequeños momentos así daban un respiro.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora