1.- Un pequeño caballero

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Link desde pequeño fue entrenado en una familia de caballeros. Su padre era un orgulloso y reconocido caballero de todo el reino de Hyrule. Link estaba agradecido de ser hijo de alguien como él. Siempre fue valiente y audaz. Desde teniendo apenas los cuatro años, a Link se le empezó a entrenar en el arte de la espada. Siempre fue su sueño hacerse un caballero respetado, cosa que empezó a lograr con el transcurso del tiempo. Cabe decir que Link viajó a algunas partes de Hyrule, todo gracias a las expediciones que su padre realizaba y le invitaba como compañía durante la niñez. Fue entonces cuando conoció a Mipha, la princesa Zora. Su padre era bien recibido en la región de los Zora debido a su gran devoción por el bienestar de cualquier raza. Los Zora, sin duda, no eran la excepción de la regla.

La región de los Zora, durante días soleados resplandecía como nunca, con sus cascadas tan hermosas, por las cuales los zora solían ascender, la sala del trono del rey Zora era admirada por su arquitectura, la cual era detallada, donde el rey Dorphan pasaba todo el día —según la memoria de Link— sentado, sin moverse casi ni un centímetro. Los pisos de mármol que conectaban hacia el trono y el puente Zora eran algo que maravillaba a la vista. Link acompañó a su padre a la región Zora estando en uno de esos días soleados, Link admiraba cada paisaje que veía, la cascada que llevaba al Monte Trueno simplemente era excepcional. Entonces cuando el padre de Link se acercó al rey Dorphan, fue cuando Link vio a su hija, Mipha.

Mipha lucía mayor que él, no sabía decir por cuánto. Esta entrañable raza siempre engañaba a cualquier otra respecto a su edad, debido a su gran longevidad. Ella le miraba con atención, dejando entrever una pizca de curiosidad respecto a él. Mientras el rey Dorphan y el padre de Link charlaban, el rey Dorphan incitó a Link para que conociera mejor a su hija. Link accedió, a fin de cuentas, no estaba mal relacionarse con más personas y ella parecía una especialmente amable. Link se acercó con media sonrisa.
—Un gusto conocerle, su alteza.
Mipha parecía desconcertada al ver que un hyliano se portara con tales formalidades ante ella.
—No es necesaria tanta formalidad... —observó el rostro y brazos de Link, parecían tener un par de raspones— ¿Cuál es tu nombre?
—Me llamo Link, ¿y tú? —preguntó Link, ahora que sabía que no se necesitaba tanta formalidad.
—Mi nombre es Mipha.
—Un bonito nombre.
Mipha se sintió un poco avergonzada. Entonces, siguió pensando en sus lesiones.
—Disculpa... ¿cómo te hiciste esas heridas?
Link se miró de cabo a rabo, palpándose los brazos con la palma de la mano.
—Oh... es que he entrenado mucho, creo que me habré hecho daño sin darme cuenta.
—Tengo un poder curativo. Puedo curarte las heridas... si quieres, claro.
Link la miró estupefacto. Mipha al verlo así pensó en lo adorable que era.
—¿De verdad puedes hacer eso? —Link preguntó, muy sorprendido.
—Sí, puedo.
Así fue como Link dejó que Mipha le curara las heridas. Se sentaron cerca del puente zora y Mipha no perdió tiempo, empezando su labor.
—Guau. De verdad puedes hacerlo.
—Claro que puedo, no mentiría.
Mipha terminó y retiró la mano.
—¿Te sientes mejor?
—Sí, gracias.
Después de eso, Mipha y Link dieron vueltas alrededor de toda la región, corriendo, saltando y riendo. Link encontró en Mipha una buena persona. Mientras que Mipha sentía como se volvía más cercana a él, a pesar de ser tan pequeño. Link también jugó con otros zora, volviéndose amigos de varios niños de la región. Llegando el atardecer, su padre le dijo que era hora de partir. Link prometió a Mipha volver en otra ocasión si le era posible, junto a su padre, se retiró, devuelta a Aldea Hatelia, su hogar.

Pasaron un par de años, dos para ser exactos. Para golpe de Link, su padre falleció. Resultó que durante una de sus misiones, un centaleón acabó con él. No logró dominarlo y murió. Link no lo podía creer de verdad, él era la única familia que tenía. Aquel día era lluvioso y las noticias llegaron a sus oídos dos días después de su muerte, habían traído el cuerpo para despedirlo una última vez. Link le dedicó una pequeña rosa, dejándole partir. Era cuanto podía hacer. Desde ahí supo que la vida le traía cosas dolorosas y difíciles en su camino. Pero no se iba a dar por vencido, siguió luchando para ser un caballero formidable y querer demostrarse a sí mismo que podía ser tan bueno como su padre. Link anhelaba eso con ansias, así que no lo iba a defraudar en absoluto. Durante su infancia, otros adultos de Aldea Hatelia cuidaban de él siempre y cuando fuera necesario, pero Link era osado e inteligente. A esa edad ya estaba aprendiendo a valerse por sí mismo. Link seguiría así, hasta lograr un título como caballero, lo cual le cambiaría la vida.

Teniendo una buena entrada edad de dieciséis años, Link se encontraba rondando cerca del bosque Kolog, haciendo una revisión matutina por los alrededores para conseguir armamento que le resultara de utilidad. El clima estaba muy neblinoso por lo cual no podía ver muy bien, tenía el día libre como parte de su trabajo como caballero, por lo cual no veía problema en dar una vuelta por ahí. Entonces, cuando la neblina se hizo muy densa, entró al bosque. La neblina era mucho más fuerte dentro, y notó que saltaban a la vista antorchas por todas partes, descubriendo que al parecer iluminaban un camino. Tomó una de ellas y siguió adelante, el camino era un tanto largo, mas Link no se iba a rendir así de fácil. De pronto, la niebla empezó a disiparse... Y vio un gran árbol. El legendario árbol Deku. Desde niño, su padre le había contado historias respecto al árbol Deku, donde en ciertas ocasiones, dicho árbol guió a los héroes que acabaron con Ganon, una masa de crueldad y maldad. Eso le extrañó demasiado, hasta que se acercó con curiosidad, dándose cuenta lo que yacía en frente del dichoso árbol. Ahí estaba nada más y nada menos que a la que se le conocía como la espada que doblega la oscuridad, la espada maestra. Miles de leyendas narran sobre como el héroe de Hyrule logró salvar al reino de Ganon portando tan gloriosa espada. ¿Era una casualidad que Link la encontrara? ¿Él era el próximo héroe...? No le quedaban palabras, estaba asombrado. Se acercó lentamente, el árbol Deku habló.
—Un forastero, ¿eh? Vaya, pero si eres un hyliano.
—¿Dis...culpe?
—Discúlpame. Soy el árbol Deku, no sé si me conozcas. He estado aquí toda una vida para cuidar de los Kolog, y también, he estado esperando el regreso del próximo héroe que salvará a Hyrule cuando el retorno de Ganon se avecine.
—Eso significa que... ¿Ganon va a volver?
—Me temo que sí. Sin embargo, aún queda algo de tiempo. Fuiste guiado aquí por alguna razón, pienso que eres el próximo héroe de Hyrule.
Link se quedó callado. No sabía qué decir. Esto sin duda, era un gran peso sobre sus hombros.
—No te presiones. Tú decides si sacas la espada de su pedestal, aunque, si llegaste hasta aquí te lo sugeriría, ya que sino, sería un desperdicio de tu tiempo.
Link se limitó a asentir. No sabía cómo sentirse, pero ser el héroe elegido... sería todo un honor. Mucho de lo que más podía esperar. No quería aires de gloria, no obstante, siempre quiso ser un gran espadachín, lo cual ya estaba logrando —y esto lo reafirmaría—. Después, Link observó la espada, tenía una empuñadura muy particular con detalles exquisitos, de un color entre morado e índigo, y se alcanzaba a entrever un símbolo "creo haber visto ese símbolo antes, en alguna pintura" pensó en sus adentros Link. Sin mas dilación, tomó el pomo de la espada con fuerza, lista para sacarla de su letargo. Cedió sin mucho esfuerzo y la levantó con admiración. Realmente era la espada de las leyendas, como solía retratarse en múltiples murales. No podía dejar de contemplarla, era la espada más trabajada que había visto, y probablemente una de las mejores en su haber.
—Bueno, acabamos de comprobar mi punto. Puedes llevarte la espada. Pero ten cuidado, caballero, cargar esa espada es una tremenda responsabilidad.
Link asintió, no le cabían dudas al respecto, no lo cuestionaría.


Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora