30.- Un intruso

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Les tomó varios minutos llegar hasta el laboratorio personal de Prunia. Una vez ahí, Zelda bajó de su yegua primero y Link la imitó, de igual forma, a simple vista, no se veía nadie adentro.
Link le lanzó una mirada a Zelda, animándola a tocar la puerta; la princesa tocó tres veces y esperó respuesta.
Por unos segundos, no se pudo oír nada.
—¿No está realmente? —preguntó Link, preocupado.
Por un breve fracción de segundo, Zelda notó como una cortina se deslizaba y luego volvía a su posición normal, después, hubo un pequeño chasquido que indicaba que la puerta se iba a abrir.
Frente a ellos, se encontraba Prunia, sí, pero se le veía agotada y además tenía el cabello algo alborotado.
—Son ustedes, —dijo, dando un bostezo— pasen, pasen.
Entraron y Prunia echó el pestillo. El laboratorio era un desastre, más de lo usual, había un montón de papeles desperdigados por el suelo.
—¿Acabas de despertarte? —inquirió Zelda.
—Sí, aunque no se preocupe, princesa. Ya es algo tarde, ¿no es así? ¿Qué hora es?
—Deben ser las cuatro de la tarde.
Con solo decir eso, a Prunia parecía habérsele quitado el sueño.
—Oh no, Rotver... Lo iba a ver hoy. ¿Lo han visitado?
Link asintió.
—No se preocupe, ya hemos hablado con él antes, no creo que esté molesto.
—Menos mal, —respondió ella, suspirando— pero Link, por favor no me llames de usted. Me haces sentir más vieja.
Link se rascó la cabeza.
—Disculpa.
—Solo bromeo, de igual forma, dime de tú.
Zelda se aclaró la garganta y Prunia se le quedó viendo. Claro, hay que recordar a lo que venían.
—Prunia, vinimos a visitarte porque estamos preocupados —se explicó, apretando sus puños contra el pantalón—. ¿Has oído sobre las interrogaciones a los sheikah?
—¿De qué habla, alteza? La verdad es que no he oído nada parecido.
Zelda dio una gran zancada y tomó por los hombros a Prunia, tomando tanto a ella como a Link por sorpresa.
—Hazme una promesa, por favor. Sea lo que sea que te digan, tienes que demostrar que estás de nuestra parte. Puedo asegurar de que van a interrogarte a ti igualmente.
No terminaba de comprender lo que estaba sucediendo, Zelda retiró sus manos de los hombros de Prunia.
—Pero, ¿por qué me harían preguntas? ¿Ha sucedido algo, su alteza?
Zelda se veía afligida. Link se acercó un poco más y explicó muy resumidamente los hechos, cuando terminó su relato, Prunia se sentó, seria.
—Así que... ¿La familia real sospecha de los sheikah a raíz de eso?
La princesa asintió.
—Es decir, yo no, por supuesto. Creo en ustedes, por eso mismo hemos venido a prevenirte. Es algo tan absurdo.
Volvía a apretar los puños, Link le posó la mano en el hombro. Dándole a entender un "está bien, no va a pasar nada".
—Si tan solo no hubiera sido descuidada al momento de ir al laboratorio... —se lamentó, en voz baja— quizá nada de esto hubiera sucedido.
Ahí estaba otra vez, Zelda siempre se echaba la culpa y Link no podía soportarlo, Prunia tampoco por como se podía entrever.
—No diga eso, princesa. El único culpable es ese Yiga. Asimismo, la culpa no es de Link tampoco, son como se dan las circunstancias y es todo.
Link sonrió, agradecido, luego asintió.
—De todas formas, si tan solo son preguntas y solo eso, no hay nada de qué preocuparse. ¿Rotver ya está informado?
—Se lo íbamos a decir, mas necesitaba asegurarme que todo estaba en orden aquí. Parece ser que están interrogando por orden de cercanía a la familia real de Hyrule. Rotver podría ser el próximo en todo caso.
Prunia miró hacia la ventana y luego regresó su vista a ambos.
—Lo mejor sería ir con él. Todavía tenemos pendientes nuestros proyectos y creo que necesita saberlo. Solo hay que esperar que no meta la pata después.
Recogió un par de anotaciones muy rápido, metió un objeto a su bolsillo y acompañó a Link y Zelda hasta el laboratorio, de nuevo.

Cuando Rotver vio entrar a Prunia al laboratorio real se le vio muy aliviado. Ella encabezaba la entrada, mientras Link y Zelda le seguían detrás.
—Te has tardado un buen rato, ¿verdad, Prunia?
Aunque ya estaba más despierta, su cabello estaba hecho un desastre.
—No prestes atención a eso y vamos a ponernos a trabajar, ¿quieres?
Prunia se sentó primero, Link y Zelda acercaron unas sillas a la mesa de trabajo y se sentaron también.
La científica sacó el objeto que había guardado, descubriéndose que era la réplica de la tableta que le había mostrado hacía tiempo a Zelda.
—Pero si es... —dijo Zelda.
Prunia asintió.
—Hemos seguido trabajando en los detalles los últimos días. Rotver, muéstrale a la princesa tu invención.
Rotver se acercó a otro escritorio y de un cajón sacó otra copia.
—Esta está menos avanzada que la que tiene Prunia en las manos. Nos faltarían dos más, o tres. ¿Qué piensas tú, Prunia?
—Pues a ver...
Ella dirigió su mirada a escolta y princesa.
—Link y la princesa Zelda ya son como uña y carne, ya sería innecesario hacer una para Link, ¿no? —dijo en voz no muy alta, recargando su mejilla en la mano, con el codo en la mesa.
Link sentía como se le encendían las mejillas, a Zelda le pasaba lo mismo.
—No me hagan caso —agregó ella, viendo sus rostros—. Lo digo porque seguramente cuando necesiten este artefacto estén juntos, al fin y al cabo Link siempre tiene que escoltar a su alteza a donde quiera que vaya. Y sospecho que esta tecnología funcionará mejor en la tableta original.
—Entonces habrá que hacer dos más, de esa forma todos los campeones podrán usarlas —apuntó Rotver en un cuaderno de trabajo.
Prunia le indicó un par de especificaciones mientras él escribía.
—Princesa, ¿me permite ver su tableta sheikah? —preguntó ella.
Zelda sacó la tableta de una bolsita y se la entregó.
—Bien, —murmuró, acomodándose los lentes— ahora solo hay que ver si puedo añadir detalles que me han faltado al no tenerla en físico. ¿Le importa si me quedo con ella un par de días?
Zelda negó con la cabeza.
—Muy bien.
Observó a Rotver, meditando si debían hacerle saber la situación ya o esperar un poco más. La princesa se acercó a Prunia y le susurró al oído para decidir qué hacer.
Ella habló en voz muy baja, pero sus labios decían "yo se lo hago saber". No pasaría mucho tiempo hasta que empezara a oscurecerse.
—Cuando termines de examinar la tableta, ¿regreso aquí o...?
—Lo veremos después, alteza. Vuelva al castillo —le respondió Prunia.
—Déjelo en nuestras manos. Acabaremos esto pronto, espero —añadió Rotver.
Link y Zelda partieron de vuelta al castillo.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora