45.- Cuentas pendientes

481 26 8
                                    

Riju le esperaba al alba. Link, al no tener que pasearse por la ciudadela, optó por su vestimenta habitual, sin su capa. El punto de encuentro era el puesto de vigilancia acordado y la matriarca ya llevaba puesto el Casco del Trueno cuando la divisó. Link hizo un amago de saludo con el brazo.
—Veo que no te has disfrazado esta vez. Supongo que no era necesario —saludó Riju y señaló a Naboris—, ¿crees que puedas seguirme el paso en una morsa del desierto?
Él asintió.
—De acuerdo, entonces este es el plan. Hay que evitar que Naboris siga moviéndose por el desierto, el casco nos va a proteger a los dos. Necesito que te mantengas al menos a cinco metros cerca de mí, o no podré mantenerte a salvo de los rayos. Yo dirijo, tú disparas.
—¿Qué pensaba usar para dispararle?
—Flechas, por supuesto. ¿Tienes flechas explosivas? Sino, yo me hago cargo.
Link le mostró las pocas flechas que conservaba desde su encuentro con Medoh. Riju le entregó unas cuantas más.
—Debería bastar con eso. Confío en tu puntería.
La líder de las Gerudo se llevó las manos a la cabeza, mientras murmuraba unas cosas para sí. Link vislumbró un aura distinta que los envolvía. Debía ser el poder de la reliquia.
Él tomó las correas unidas a la morsa, subiéndose en el escudo, Riju no demoró en hacerlo también.
—Adelante.
Se escuchó el chasquido de las correas y salieron disparados a toda velocidad. La matriarca encabezaba la marcha. Pese al polvo del desierto, continuaron por varios metros hasta toparse a Naboris de frente. Link sabía lo que tenía que hacer. Conforme se aproximaban, Link se echó la cuerda la cintura, para poder sacar el arco. Cada flecha que acertó fue acompañada de una explosión, procurando de no salirse del radio de Riju. A la cuarta explosión, las patas de la bestia divina se tambalearon, consiguiendo que estas se doblaran y el armatoste cayera al suelo, no sin dejar una estela de polvo. Riju se retiró el casco y observó a Link.
—La detuvimos, pero no puedo hacer más para ayudarte. El resto queda en tus manos.
Link le dio un asentimiento antes de echarse a correr y subirse a la rampa de Vah Naboris, la cual se levantó apenas esta se puso de nuevo en marcha.

Como en otras ocasiones, lo primero que hizo fue dirigirse al pedestal y colocar la tableta sheikah en su lugar.
—Ah, mira quién aparece por aquí —dijo una voz familiar. Urbosa—, no sabes cuánto me alegro de verte. No soporto que Naboris esté bajo el control de Ganon, es hora de que sea libre.
Link esbozó una sonrisa. Sin fijarse en algo en específico, contestó:
—Delo por hecho. A eso he venido.
Al no oírlo agregar nada más, Urbosa dio por sentado que Link ya sabía qué procedía. Por lo cual, lo dejó ser. El campeón de Hyrule se resbaló un par de veces al intentar acceder a unas terminales y casi se electrocutó en unas, pero terminó con todas poco antes del mediodía.
Miró con fijeza a la tableta sheikah antes de colocarla en la unidad central. "Esta es la última", pensó para sí, frente al pedestal que se encontraba por encima del piso.
La ira del rayo de Ganon apareció, detrás de él. Link se dio la vuelta para encararla. Una cimitarra y un escudo era el armamento del monstruo, siempre era así. Las iras se empeñaban en imitar a los campeones. Todas esas armas parecían tecnología sheikah.
—Ten cuidado —habló de pronto Urbosa—, es un peligroso monstruo. Hace cien años no pude hacerle ni un rasguño, él me eliminó. Pero ese no será tu destino —agregó, con convicción—, sé que saldrás victorioso.
Link desenvainó apenas lo vio agitar su cimitarra. Miraba cada y uno de sus movimientos, pero, en un parpadeo, la ira desapareció de su vista. ¿Dónde se encontraba?
Su enemigo se cernió sobre él y apenas atinó a sacar su escudo, dando tumbos. Mas, el monstruo no lo dejaría respirar. Otro tajo vino a su izquierda, lo bloqueó, retrocediendo un tanto, sentía la unidad detrás de él. No era capaz de verlo con claridad, era muy veloz.
Arriesgándose, corrió a una posición más segura, bajando los escalones que llevaban al pedestal a toda prisa. El frío le recorrió la espalda. La ira le hizo un tajo en el hombro. La sangre no tardó en manchar la camisa interior de su túnica. "Es por este motivo que Urbosa no consiguió vencerlo hace años", se dijo, y no pudo evitar sentirse genuinamente aterrado. Miró hacia todas partes, tratando de no perderlo de vista, lucía cual ciervo asustado. De nuevo, un escalofrío, arremetió un tajo hacia esa dirección. La ira retrocedió al ver su espada, así que el caballero dio otro tajo, y otro. No obstante, ninguno dio donde debía. No podía verlo, Link dio varios pasos hacia atrás, debía haber un punto favorecedor. Esta vez, la ira le lanzó unos rayos, él los esquivó y centrando toda su vista en ello, observó como se acercaba a él a toda velocidad. No dudó, se cubrió con el escudo y la empujó. Un poco desorientada, la ira abrió una brecha que le permitió a Link golpear el escudo que la protegía, hasta resquebrajarlo. Apenas dado un golpe en el cuerpo del monstruo, este se defendió con el filo de la cimitarra y Link se echó hacia atrás lo suficiente para que no le rebanaran la nariz.
Con espada en mano, corrió hacia la ira de nueva cuenta. Un tajo bastó para que el escudo del monstruo se rompiera al fin y Link asestó una estocada que mareó a su oponente. Furiosa, le devolvió el gesto con tajos en cadena que Link bloqueó. Casi todos. Casi.
La ira le rozó la túnica con el filo de la cimitarra. Su ropa se rasgó y sintió cómo una mancha de sangre aumentaba en su barriga. Se llevó una mano al vientre.
—¿Estás bien? —inquirió Urbosa, el terror iba en aumento.
No había tiempo para preocuparse, porque la ira continuó con los tajos sin cesar. Con la mano libre, paró un par, hasta que las fuerzas le fallaron y le arrebató el escudo de las manos.
"No puedo morir así", se lamentó él. Trastabilló, cayendo al suelo. La ira tenía la cimitarra en la mano, apuntó a su cuello. Él rodó como pudo, le dolía el hombro y el estómago.
"Mipha, ayúdame. Te lo imploro", se escuchó a sí mismo rogar, sin proponérselo. Al rodar otra vez, un calor le abrasó el cuerpo. Las heridas dejaban de escocerle. La voz de Mipha, le susurró al oído, tan serena como siempre:
"Te protegeré siempre".
Tenía nuevos bríos y rodó una última vez antes de ponerse en pie otra vez, recuperó su escudo en el proceso. La herida se estaba cerrando, aunque la sangre permanecía en su túnica. Cuando el monstruo se dirigió veloz como el trueno a él, se atrevió a dar un salto hacia atrás, esto tomó de sorpresa a su enemigo y Link, empuñando la espada con ambas manos, enterró la hoja en su cabeza. Le costó más quitarlo de en medio. Mas, su adversario albergaba una diferencia. La ira levantó su brazo e invocó al trueno. El caballero advirtió que pilares de acero aparecieron por doquier. Se alejó corriendo, procurando no tocar ni uno. Las chispas saltaban. Meditó un segundo y abrió más los ojos. Si sus módulos sheikah tenían algún propósito, uno de ellos debía ser este. Nunca comprendió cómo la tableta hacía lo que hacía, pero no titubeó. Con la magnesis, movió uno de los pilares hacia su contrincante y lo derribó al vuelo, quien se derrumbó varios metros más allá. Link le dio cuatro tajos, formando una equis. La ira se levantó y él observó cómo esta se rodeaba de energía eléctrica y lanzaba otros rayos, se hizo a un lado.
Su enemigo lo señaló con su láser. Él aguardó. El láser tocó su escudo, Link lo rebatió. La ira gritó en agonía y se desvaneció.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora