3.- La travesía en busca de los campeones

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Transcurrieron tres días en los que Link estaba libre, y se estaba preguntando cuándo le llamarían para hacer algo más útil, le otorgaron la semana libre para que se preparara para ser escolta personal de la princesa, cuando de un día para otro una sirviente del rey fue a buscarlo a la posada.
—¿Se encuentra el joven Link? —dijo la sirviente al encargado de la posada.
—Sí, por aquí —le dijo él mientras Link oía como se acercaban.
—Se lo agradezco —le dijo la sirviente al encargado, para luego dirigirse a Link— Su majestad me dijo que le diera este mensaje personalmente, ya que le parecía innecesario mandarle una carta estando tan cerca. El rey ha dicho que, casi con certeza, tendrá que acompañar a la princesa Zelda a la región de los zora al final de la semana, porque tal parece, no va a terminar con lo que le encargó el rey en el tiempo establecido. No le puedo dar muchos detalles, porque hasta yo los desconozco, espero le haya sido de utilidad.
—Bueno, gracias —dijo Link— esperaré la orden directa del rey para entonces.
—Que así sea —dijo la sirviente, retirándose finalmente.

Mientras tanto, Zelda acariciaba a Perla para partir finalmente a la región de los orni, siendo escoltada nuevamente por dos caballeros escogidos por su padre. Estaba cansada, pero decidida a cumplir con lo que su padre le pidió, el día era fresco, libre de nubes. La princesa se colocó una capucha para que la gente no se percatara de su presencia por ahí tan fácilmente. 
Avanzando por la zona terrestre y en teoría, la más segura, Zelda veía pequeñas aldeas, donde había casas muy pequeñas, donde nadie recayó en el pasar de la princesa. Sus caballeros estaban tensos, porque faltaba muy poco para llegar al desfiladero del heraldo, donde se decía que habitaban monstruos. Zelda no tenía mucho conocimiento al respecto, su vida se recluía mucho a ir por los lugares más visitados, y sino, a las fuentes y de vuelta al castillo. El punto era que, ya estaban adentrándose al desfiladero del Heraldo cuando uno de sus caballeros se percató de una situación fuera de lo usual.
—Princesa, retroceda —dijo uno de los caballeros mirando más adelante.
—¿Qué es lo que ocurre?
—Observe con atención.
Entonces se dio cuenta de un campamento bokoblin alrededor, no podían pasar sigilosamente aunque quisieran sin armar un poco de escándalo.
—Quédese atrás, por favor  —se dirigió esta vez al otro caballero— William, vamos a resolver esto ya.
—Vamos.
Zelda se quedó observando desde su caballo. Ambos caballeros portaban distintas armas, uno llevaba una lanza real y el otro una espada real, vio como los bokoblin caían en cuenta de los intrusos, se cernieron en un combate contra al menos cinco de ellos. Mientras más observaba, no podía ignorar que realmente no tenían una habilidad muy fuerte para ser caballeros, los estaban acorralando, Zelda iba a gritar pero en un momento uno de los caballeros gritó sin dirigirse a un lugar específico.
—¡No diga nada, princesa! Podemos controlar esto, no se involucre.
Zelda se quedó a media palabra; ya no iba a decir nada, solo rezaría para que acabaran con todos para poder seguir con tranquilidad, pensó que quedarse así era lo más sensato, al principio no se planteó que si gritaba los bokoblin arremeterían contra ella.
Pudieron contra ellos, tras una exhaustiva pelea y volvieron con Zelda.
—¿Se encuentra bien, alteza?
—Estoy bien, pero ustedes lucen muy cansados.
—Nada de qué preocuparse, ahora tenemos terreno libre, puede encabezar la marcha.
Zelda asintió y espoleó a Perla, mientras notaba que ya era casi medio día.

—Le recomiendo no hablar con viajeros, alteza. Hemos recibido reportes del Clan Yiga merodeando por todo Hyrule, uno nunca sabe quién podría ser uno.
—Está bien.
El clan Yiga eran antiguos sheikah, eso la princesa lo sabía, pero también sabía que estos se rebelaron en contra de su familia y juraron lealtad a Ganon, incluso invirtiendo el símbolo de los Sheikah, por suerte, nunca tuvo que ver alguno de frente, pero su padre siempre le advirtió respecto a ello dado que desde pequeña tenía que ir a las fuentes, mucho mejor escoltada al ser más joven.

Así continuaron su travesía, después de todo lo que pasó en el desfiladero, no se presentaron contratiempos significativos; lo cual Zelda consideraba un alivio.
Bien llegados a el rancho de Tabanta después de mucho tiempo, pudieron descansar un poco.
—¿Qué le apetece comer, princesa? —preguntó uno de sus caballeros.
—Cualquier cosa será bienvenida, no hay que tomarse demasiadas molestias.
Los caballeros se miraron incrédulos, pero hicieron caso a la princesa, después de un rato volvieron con comida.
—Le dijimos al del rancho que nos diera algo de la mejor cocina y que nos podría venir bien al ir a un lugar tan frío como lo es el poblado Orni. Nos recomendó que comiéramos este guiso.
—Gracias —Zelda tomó el guiso entre sus manos y lo comió poco a poco, sabía bastante bien y sentía que le reconfortaba todo el cuerpo— creo que realmente funciona.
Los caballeros seguían comiendo, haciendo un gesto afirmativo con la cabeza. Ya tras terminarse todo decidieron recoger sus cosas después de un rato, podían llegar con los Orni al anochecer, lo cual les parecía óptimo. Siguieron todo su camino hasta llegar al próximo rancho sin desviarse, a esas alturas ya hacía algo de frío y empezaba a atardecer.
—Tengo que ponerme mi traje para el frío, si me permiten.
—Adelante, alteza.
Zelda sacó su traje, era un saco blanco como la nieve con un broche al lado, muy abrigador y bonito para su gusto, también traía unas botas para la nieve y un pantalón muy bien pensado para esas temperaturas, cambiándose en el rancho. Salió del rancho y continuaron, solo faltaba subir al puente y estarían ahí en un parpadeo, los caballos se quedaron en el rancho.
Para cuando arribaron ya era de noche, así que el patriarca de la tribu Orni, Tecón, los invitó a quedarse en la posada para mañana hablar con más detalle de lo que fuera necesario, así a Zelda le llenaron de atenciones quizá innecesarias y durmió en una cama más cómoda que la de sus caballeros, un par de orni le ofrecieron el desayuno al haber pasado tanto tiempo desde su última visita, una sopa de verduras que solo hicieron para ella, Zelda agradeció y se acabó la sopa.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora