14.- La pelea

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Link guardó sus inquietudes para sí, no quería hablar sobre el temor que surgía en su mente al pensar que se le agotaba el tiempo, y no solo a él, sino a todos. Después del pequeño incidente en la montaña de la muerte, Daruk trató de retractarse de sus palabras, aunque no lo logró. Así que simplemente le dijo que debían esforzarse y mantenerse firmes. Daruk dejó a la bestia divina quieta en un lugar cercano a la montaña y bajaron.
—Gracias por acompañarme.
—Yo te doy las gracias a ti, Daruk. Espero nos veamos pronto.
Volvió a la posada, antes del atardecer como lo había acordado con la princesa. La encontró guardando unas cosas cuando entró.
—Princesa, ¿qué está haciendo?
Ella se volteó.
—Link, qué oportuno.
—¿Qué está haciendo, alteza?
—Hay que irnos hoy.
Originalmente, iban a irse a la mañana siguiente.
—¿A qué se debe la prisa, princesa?
—Quiero ir a investigar un par de objetos ancestrales antes de volver al castillo.
—Princesa, hemos estado ya un buen tiempo fuera, no podemos ir por las anchas de Hyrule sin permiso.
Zelda se acercó un poco a él, amenazadora.
—¿Crees que tienes derecho a decirme lo que debo hacer o no, Link?
—Es mi sugerencia. Usted sabe mejor que nadie que esto sería inoportuno.
—Deberías comprender que tú eres mi escolta, no mi niñera. Puedo ir de viaje cuando yo lo quiera.
—¡No puede hacerlo, princesa! —dijo Link, ahora en un tono más firme—. Entiendo que quiera tomarse un pequeño descanso y no estar siempre en el castillo, pero esa decisión no es nuestra.
—No es nuestra, tú lo has dicho. La decisión es mía, exclusivamente —lo miró, enfadada—. No permitiré que me digas qué hacer o qué no, Link.
Link se dio cuenta que lentamente empezaron a alzar mucho la voz, y podrían llamar la atención.
—No es oportuno, princesa —respondió, bajando la voz—. No tenemos tanto tiempo.
—No me harás cambiar de opinión, Link.
Ella recogió sus cosas, y se colgó su equipaje en el hombro.
—¿A dónde cree que va, su alteza?
—¡Iré a donde lo he tenido planeado! No puedes detenerme.
Zelda salió corriendo del lugar, Link la siguió.

Fue a escabullirse a toda prisa de Link, sin que pudiera encontrarla. Se las arregló para camuflarse entre los goron, además ya estaba anocheciendo, le costaría divisarla.
—¡Princesa, espere! —oyó que gritaba Link, un poco cerca.
Corrió más deprisa, empeñándose en llegar al rancho y recoger su yegua, para huir. Logró perderse en la multitud y salió por un lugar poco habitual de ciudad Goron, siguió corriendo hasta haberse alejado lo suficiente de la ciudad. No había señales de Link, sin embargo caminó deprisa. Si tenía suerte, solo le tomaría unos cuarenta minutos llegar al rancho, se echó la capucha encima.

Link sabía que quería salir de la ciudad, así que corrió al rancho de la montaña. No podía irse sin su yegua. Ella le llevaba ventaja, pero estaba seguro de que podría localizarla, hacía un calor del infierno todavía, lo cual lo cansaba más, no obstante no iba a desistir. Logró ver una figura misteriosa unos cien pasos más adelante que él, no corría aunque tampoco iba lento. Seguro era ella, la capucha coincidía. Corrió hacia ella y unos minutos más tarde, la figura se dio la vuelta para ver quien le seguía, realmente era la princesa. Ella corrió, Link era más rápido y apenas unos segundos después logró agarrarla del brazo.
—¿Qué cree que hace, alteza?
—¡Déjame, Link!
Se zafó de su mano.
—No puedes entender mi posición —lo observó con recelo.
—Y usted tampoco está tratando de entender la mía, princesa.
"Soy tu escolta, y si algo te llega a pasar me harán responsable a mí", pensó.
—Volvamos a la posada, por favor. Mañana hablemos de esto, alteza. Sé que podemos llegar a un acuerdo.
—Yo... Está bien.
Zelda regresó a regañadientes a la posada, y Link se dio el lujo de dormir un poco luego de estar vigilándola por unas horas, creyó que no sería capaz de escabullirse, al despertar se dio cuenta que se equivocó, ni ella ni sus cosas estaban.

Zelda se había levantado demasiado temprano solo para irse. No quería que Link le impidiera hacer sus investigaciones, cuando era tan importante. Vio que Link estaba dormido, así que no hizo ruido y se llevó todo, una hora más tarde, cerca del amanecer, llegó al rancho y se llevó a Perla. Se dirigiría al santuario más cercano —el del mismo rancho, un poco más arriba—, queriendo probar si podía abrir su puerta, no lo logró, intentó de varias maneras, con la tableta sheikah o con su mano. Nada funcionaba realmente. Así que siguió, hacia la llanura, hacía algo de frío pero sintió que podía resistirlo. Era quizá obra de un milagro que no la hubieran atacado estando sola.

Princesa de la calmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora