43. Padres

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Gigi

Llegué a casa después de comprar algunas cosas, era Domingo por la tarde. Pero algo extraño llamó mi atención al entrar. Había un rastro de gotas rojas que venía desde fuera hasta juntarse en un charco en el centro de la sala de estar. Sentí como mi alma abandonó mi cuerpo por un pequeño lapso de segundos al ver a mi hermano tirado y ensangrentado. Parecía inconsciente y lo entendía, estaba perdiendo muchísima sangre. El pánico me atacó inmediatamente. No hice más que llamar a emergencias con la voz temblorosa para luego correr hasta su lado y tratar de detener la hemorragia.

Lo habían herido probablemente con un puñal por lo menos dos a tres veces justo en el estómago. Lo supe por las marcas que noté, aunque no estaba segura. Amarré la herida con el mantel de la pequeña mesita de centro y sostuve su cabeza mientras esperaba y sollozaba. No podía creer lo que acababa de pasar, pero lo más lógico era de que los tipos de la droga lo habían atacado en la entrada y como pudo entró a la casa sin embargo cayó inconsciente antes de poder pedir ayuda. También pude divisar varios golpes en su rostro y nudillos, había indicios de lucha con anterioridad, mas no parecía haber logrado nada.

Esto se merecía por imbécil, pero era mi hermano, no iba a permitir que muriera en frente de mis ojos.

Afortunadamente, emergencias llegó al cabo de solo diez minutos. El hospital no estaba muy lejos de aquí. Por suerte, al llegar pudieron estabilizarlo, me dijeron que si no fuera porque detuve la hemorragia con el mantel, no lo hubiesen podido salvar. Así que me sentí aliviada por haber llegado en el momento justo, aunque aún me sentía mal. Había sido un susto de muerte, literalmente hablando. La sangre seca en mis brazos y ropa no me ayudaban con mis temblores y escalofríos.

Antes de poder entrar a ver a Adrián, regresé a casa en taxi y tomé una ducha rápido para poderme quitar todo de encima. Además tenía que limpiar la sangre regada por todas partes. Sentía mareos y nauseas, no por el hecho de ver aquella sustancia roja, sino, por los recuerdos frescos que había en mi mente. Así que como pude traté de deshacerme de toda la sangre del suelo y luego de vestirme con un short, unas sandalias estilo griego, una camiseta y un suéter largo, me dirigí nuevamente al hospital.

Llegué a la habitación de Adrián y ahí fue dónde otro susto hizo que palideciera. Mis padres estaban parados a los lados de mi hermano. Mi madre sollozaba sobre Adrián, mientras que mi padre mantenía su semblante serio. Ambos notaron mi presencia en cuanto abrí la puerta y mi madre fue la primera en hablar.

-esto es tu culpa. -me acusó sin razón alguna. Pensé por un momento que sería como cualquier madre y me preguntaría si estoy bien o qué fue lo que pasó, pero recordé que mis padres no son para nada normales.

-¿qué? ¿Cómo va a ser esto mi culpa? -repliqué enojada.

-tú has permitido que apuñalaran a tu hermano. -me volvió a acusar señalándome con su dedo índice.

-Mamá, no digas tonterías. -objeté molesta.

-Me acaban de decir que en su sangre había residuos extensos de alcohol además del hecho de que casi lo matan en la casa dónde tú habitas. -me dijo y se acercó aún más a mí.

-sí, pero eso no tiene que ver nada conmigo, mamá. No es mi culpa que Adrián haya hecho lo que hizo y terminó de esa manera. Más bien deberías agradecer el hecho de que le salvé la vida antes de que se desangrara. -dije tratando de no levantar la voz. Estaba furiosa, sus acusaciones sin sentido no me estaban agradando.

-¿Cómo es eso de "hizo lo que hizo"? ¿En qué lío se ha metido? -intervino mi padre sacando las manos de sus bolsillos para acercarse a nosotras.

-eso no es de su incumbencia. Eso es algo que queda entre ambos. -les dije severamente. No iba a romper la promesa con Adrián de no contarle nada a nuestros padres.

-no seas obstinada y dinos que hizo el estúpido de tu hermano para terminar así. -volvió a decir papá sin ocultar su desagrado.

-no y aunque insistan no les diré palabra alguna. Más bien ¿ustedes qué hacen aquí? Desde que me fui de casa con él no les ha importado nuestro bienestar o qué ha sido de nuestras vidas. ¿Por qué ahora les importamos?

-¡porque casi matan a tu hermano! ¿Qué acaso eres estúpida? -me atacó verbalmente mi madre.

-no me vengas a insultar. Ya sabes que aquí las cosas son mutuas, así que guarda respeto si no quieres que te trate de la misma manera que lo estás haciendo conmigo. -le advertí.

-¡no me importa! ¡Solo dinos en qué malditos problemas se metió Adrián! -chilló más que exasperada.

-ya te dije que no te diré. -respondí en su cara antes de verla moverse, había intentado golpearme, pero pude advertir sus movimientos con anterioridad y tomé su muñeca antes de que lograra abofetearme.

-no permitiré que vuelvas a tocarme un pelo nuevamente Beatriz. Ya no soy la misma niña inocente que era hace un par de años. -le dije casi escupiendo veneno por la boca.

-Bueno, si tú no nos das respuestas, nosotros sacaremos nuestras propias conclusiones. -me advirtió papá con desprecio. Por un momento, el enojo en mí quiso que eso fuera así y que ellos inventaran su propia historia, sin embargo mis padres no estaban bien de la cabeza y podían llegar a inventar la excusa más estúpida que puede existir.

No tuve opción.

-antes de que inventen una estupidez, Adrián se metió en problemas con la gente equivocada y ese fue el resultado. Estuve todo este tiempo ayudándolo con su recuperación, terminó con su novia y estuvo mal, mas no arregló nada después. -confesé sin dar mucho detalle. No iba a decir lo de la droga o del alcohol aunque ellos ya lo sabían, quería protegerlo de más líos.

-así que se metió con gente equivocada por una estupidez como un corazón roto. -dijo mi papá cruzándose de brazos. -lo más seguro es que fuiste tú quien quiso que lo casi mataran para que aprendiera una lección ¿no?

-¿pero qué coño estás hablando?

-sí, eso pasó maldita niña. ¿Creíste que te saldrías con la tuya? Pues no es así. Ahora vete olvidando de nuestro dinero para tus estudios, porque nosotros no te volveremos a dar ni un puñetero centavo. -replicó en mi rostro. Mi corazón se aceleró.

-a veces me arrepiento de haberla adoptado. -escuché a mi madre decir mientras yo me iba corriendo molesta de ahí.

No pude evitar llorar amargamente afuera. No solo por el hecho de quedarme sin apoyo monetario, sino también por haber tenido la peor de las suertes con respecto a los padres. Yo ya sabía que era adoptada, Adrián también lo era, más él y yo si éramos hermanos de sangre, habíamos pedido a nuestros padres cuando yo era una bebé. Al ser adoptados por ellos, desafortunadamente a él lo querían mucho más y siempre que le pasaba algo malo, me culpaban a mí sin razón alguna. Claro, ellos buscaban un niño nada más, Adrián fue su preferido, pero éste no iba a dejarme sola y se vieron obligados a llevarme con él.

Estaban completamente mal de la cabeza e incluso Adrián lo sabía. No por nada se mudó en cuanto cumplió 18 y me llevó consigo para evitar los maltratos.

Ya no sabía que haría con mi vida, pero por el momento, necesitaba a alguien quien me escuchara. Así que como pude, llegué a casa de Abraham.

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