35. En casa

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Abraham

-¿a dónde vamos, Abraham? -me preguntó Sol en cuanto salimos del estacionamiento del hospital. Tomé una dirección diferente a Moka y su casa.

-te llevaré a casa de mis padres.

-¿en serio? -sonrió. Por el rabillo de mi ojo pude observar la emoción en sus ojos. Sonreí por eso.

-mamá, necesito preguntarte algo en cuanto lleguemos. -le avisé en voz baja mientras Sol y Gigi estaban distraídas en la parte trasera del auto.

-¿de qué se trata? -me preguntó curiosa.

-es algo sobre Sol, pero ahora no puedo decirte nada. -me recosté en el asiento y doblé la esquina.

-está bien.

***

-¡me encanta tu casa! -chilló Sol en cuanto entró al lugar.

Mi casa no se comparaba con la mansión en la que ella vivía, aunque en realidad ese lugar por más enorme que fuera se sentía muy vacía y llena de tristeza. La mía a pesar de no ser tan grande, se notaba una vibra acogedora y muy familiar en cuanto se entraba. Marcos con fotos en las paredes de colores suaves pero cálidos y varias personas viviendo aquí. Supongo que eso era lo que a Sol le encantaba. Siempre ha tenido una vida muy solitaria. Mari y Gabi habían sido su única compañía y seguramente no podían estar las veinticuatro horas del día a su lado ya que obviamente tenían otras cosas por hacer. Según algo que me comentó ella misma, su papá no la dejaba ver caricaturas ni televisión en general y no le había dado motivos, creo que al aprender a leer, los libros fueron su refugio y entretenimiento. No podría decir si eso era bueno o malo, era un 50/50. Sin embargo, esa no era una infancia bien vivida.

-estás en tu casa. -le dije mientras reía. No quería seguir pensando en cosas pesimistas, así que me centré en verla correr hasta sentarse en el mullido sillón.

-¡prepararé el almuerzo! -chilló mi mamá dirigiéndose a la cocina. Sol por su parte, sonrió y se fue tras ella dando brinquitos. A pesar de recién haber salido del hospital, su energía y alegría estaba en niveles muy altos.

-creo que ya debería irme. -la voz de Gigi resonó a mi lado. Me volteé para verla y le tomé el hombro antes de que se retirara.

-no es necesario que te vayas. ¿Por qué no te quedas a comer? Sé que te encantará lo que mamá preparará.

-no lo sé... quisiera ir a mi casa a hacer un par de cosas.

-por favor, quédate. Es lo menos que puedo realizar por haberme acompañado en el hospital. Además te podría llevar a tu casa y si no quieres, no trabajes hoy, te cubriré para que puedas hacer tus cosas.-le ofrecí con amabilidad.

-no, no es necesario... es... algo urgente.

-¿está todo bien? Estás algo extraña. -dije y fruncí el ceño.

-sí, no tienes de qué preocuparte. De todas formas gracias por invitarme a quedarme, pero en serio, necesito hacer muchísimas cosas, aunque te veré en el trabajo, solo no llegues tarde, no tengo las llaves y no quiero estar afuera esperando. Adiós. -dijo rápidamente y salió corriendo de mi casa como si le estuviese huyendo a alguien.

Eso fue muy extraño para mí, no solo estaba siendo parlanchina, si no que parecía nerviosa u ansiosa. Como si tuviese miedo a algo o alguien quien la atormentaba. Nunca la había visto de esa manera y me preocupaba un poco. A pesar de no haberla conocido hace demasiado, ha sido una gran amiga y compañía durante las largas horas de trabajo. Ahora me ayudó con Sol sin renegar y me sentía muy agradecido por ello. Luego hablaría con ella, no quisiera que le estuviera pasando algo y quedarme de brazos cruzados. Si podía ayudar, lo haría pero por el momento debía seguir cuidando a Sol.

-Abraham, dice mami Suse si le puedes ayudar en la cocina antes de que tu papá vuelva. -me avisó Sol desde el pasillo.

-sí, dile que ya voy, solo iré por unas cosas que olvidé en el auto. -le dije y ésta asintió.

Salí hasta donde estaba mi auto. Desde aquí podía ver a Gigi caminando más o menos a una cuadra y media de distancia. Tenía ansias de seguirla y asegurarme que llegara a casa a salvo, pero mi moral me decía que eso era indebido y algo exagerado. Debía respetar su privacidad, si después ella quería contarme lo sucedido, bien y sino pues también.

Saqué la mochila de las cosas de Sol con rapidez y la llevé adentro hasta mi habitación. Esta noche yo dormiría en la pieza de Tony para dejarla a ella en mi cama y así quedara más cómoda. Al menos hasta que desalojáramos un poco la habitación de visitas la cual estaba repleta de cosas de navidad y de otras épocas también. Era más una bodega de hecho.

Me hubiera encantado llevármela a mi apartamento, pero el escaso espacio me lo impedía, no obstante, sentía que estaría mejor con mamá durante las mañanas. Luego en las tardes en moka y en las noches nuevamente aquí. Así no se la pasaría sola ni un momento. Mi madre estaba acostumbrada a lidiar con niños puesto que tiene muchos sobrinos pequeños, por eso no habría problema.

Entré a la cocina y observé a Sol sentada en la pequeña isla con una tostada en la mano mientras que con la otra colocaba mermelada de fresa sobre ella. Quizás comiéndola como aperitivo. Mi madre en cambio, se encontraba frente la estufa con una cacerola y un par de ollas más. Ahí decidí hablar con ella acerca del asunto de la pequeña niña que estaba con nosotros.

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