36. Bostezos

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Abraham

-mamá. -llamé su atención en cuanto me acerqué. Ella se volteó hacia mí y me observó.

-¿Qué pasa, hijo?

-¿recuerdas que te iba a hablar sobre algo en el auto?

-ah, sí, claro. Vamos afuera mientras Sol está algo distraída. -dijo y ambos la volteamos a ver entretenida con sus tostadas.

Ambos salimos al patio el cual se encontraba ubicado junto con la cocina, esperaba una buena impresión de lo que le diría. Probablemente su reacción sería bastante positiva, no obstante, la probabilidad de que fuera todo lo contrario existía y temía por ello. Respirando aire fresco, llené mis pulmones y tomé mis agallas para comenzar a hablar.

-mira mamá, como ya te he dicho bastantes veces, yo a Sol la quiero muchísimo y al parecer tú también le agarraste mucho cariño. -comencé a decir y ella asintió lentamente. -Desde la primera vez que vi cómo su padre la trataba, he estado intentando encontrar una solución para que deje de sufrir con él y por eso me la he traído a casa por lo menos hasta que todo este asunto se resuelva y ella no tenga que volver a ese horrendo lugar.

-espera, espera, espera. No entiendo muy bien. A ver... mejor dime exactamente cuál es tu coartada. Porque por lo que yo entendí, te has robado a esta niña. -dijo con cierto tono asustado.

-no, no la he robado. La estoy ayudando... de una manera poco convencional. -traté de aclararlo para que se calmara. Estaba hiperventilando y esa no era buena señal.

-Abraham, te vas a meter en muchísimos problemas si se dan cuenta de lo que estás haciendo especialmente ese hombre quien dices que la maltrata y... -hizo una pequeña pausa. Lo más seguro era que me iba a reñir y obligarme a devolver a Sol para evitar los "problemas" que me iba a causar este tipo de "secuestro salvador de vida". Pero no fue así. Durante esas pequeñas milésimas de segundos, simplemente ella tomó un respiro y me observó con ternura y una sonrisa ladina. -estoy orgullosa de ti por quererla ayudar.

-¿no estás enojada?

-claro que no. Bueno, un poco por no haberme dicho esto con anterioridad, pero creo que es lo mejor. Solo tienes que tener muchísimo cuidado porque no sabemos si la va a buscar y hacerte daño. -dijo y tomó mi rostro con ambas manos. -cuídate hijo, no quiero que nada malo te pase a ti o a Sol. Sabes que si necesitas ayuda, puedes pedírmela, aunque es mejor consultar antes de actuar ¿no crees? -arqueó una ceja, por lo cual reí. No pude evitar abrazarla mientras ella besaba ligeramente mi mejilla.

-Gracias, mamá. Por ahora solo quiero que la pase aquí mientras yo no estoy. Traje ropa suficiente para que se vista y algunos libros para que se entretenga y no te preocupes, ella no te causará problemas.

-espera... ¿Dónde conseguiste la ropa de Sol? -preguntó juntando sus cejas.

-tuve algo de ayuda. -dije rascándome ligeramente la nuca.

-¿te colaste en su casa? -preguntó seria.

-algo así, pero te prometo que no vuelvo a hacerlo. Es la primera y última vez que lo hago. -le juré llevándome la mano derecha al pecho y la otra la mantuve alzada como si estuviera haciendo un juramento, lo cual era mi intención.

-más te vale señorito, ya te metiste en muchos problemas en menos de veinticuatro horas. -me advirtió con la mirada y luego sonrió antes de entrar nuevamente a la casa conmigo detrás.

***

-¿quieres que me quede? Porque puedo perfectamente dormir en la habitación de mi hermano aquí al lado. -le pregunté a Sol mientras la cubría con la sábana. Di un largo bostezo después de eso, el cual Sol imitó y soltó una risita. Aun no lograba entender por qué los bostezos eran tan contagiosos, ni siquiera la ciencia moderna sabía con exactitud de que se trataba este fenómeno, pero por el momento me daba igual.

Estaba cansado. Hoy había sido un día demasiado largo empezando con el hospital, la charla con mamá y terminando con el trabajo y los estudios. Mis libros aún me esperaban en la mochila. Hoy posiblemente no dormiría mucho gracias a éstos. Sin embargo, eso no era lo único que no me dejaría dormir hoy, también era por Gigi.

Desde que salimos del hospital ha estado comportándose muy extraña. Hoy apenas me dirigió la palabra y no la había visto sonreír en ningún momento. Ella era ese tipo de meseras a la que siempre recuerdas porque te dedica una sonrisa al pedir tu orden.

Hoy no había sido así.

Hoy fue todo lo contrario a lo habitual y no entendía el porqué. Ella ya era una amiga bastante cercana y me preocupaba que le estuviera ocurriendo algo malo. Tendría que hablarlo, pero debía buscar una manera calmada y así ella podría desahogarse con más facilidad.

-no te preocupes, duerme donde te sientas cómodo. -dijo y se acomodó entre las sábanas. Sonreí y besé su frente. Es demasiado tierna.

-primero tengo que estudiar, luego me acomodaré ¿sí?

-está bien. -asintió y dio otro bostezo el cual, aguanté las ganas de no imitar, pero fue casi imposible. Reí después de esto. Creo que nunca tendría la respuesta a esa pregunta.

Apagué la lámpara de la habitación y salí con cautela de ahí. Bajé hasta la sala de estar y saqué mis libros sobre la alfombra. Me esperaba una noche muy, muy larga.

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