9. Resfriado

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Abraham

La semana pasada transcurrió normalmente. Levantarme, ir a la universidad, trabajar, dar tutorías y volver. Esa era mi rutina de todos los días, menos los domingos en donde tenía día libre.

Hoy ya era miércoles, Sol no había asistido a tutorías durante estos tres primeros días de la semana y estaba preocupado e inquieto por no saber nada de ella. Temía que algo malo le hubiera pasado, un accidente del que no me había enterado tal vez. Lo peor es que no tenía como comunicarme con ella aunque, ahora que lo recordaba, su chofer envió hace días una tarjeta con el número de la casa para cualquier cosa, debía buscar esa tarjeta.

-deberías llamar a su casa y preguntar. -me sugirió Angie que venía de atender una mesa.

-eso estaba pensando hacer, solo espero y este ahí.

-Tú solo llama.

-¿sabes dónde está la libreta de apuntes? Creo que ahí metí la tarjeta con el número. -le pregunté buscando entre los libros que se encontraban acomodados en un pequeño espacio bajo el mostrador.

-creo que lo coloqué allá. -me señaló el mueble que estaba por mi cabeza. Me levanté y abrí la pequeña puerta. Ahí después de una no muy larga búsqueda, encontré la libreta entre los ingredientes. Ojeé las páginas con rapidez y al no ver nada, la sacudí. Finalmente vi caer al suelo la tarjeta. Angie, la cual estaba al otro lado del mostrador, la recogió porque había caído a sus pies. Me la extendió y la tomé con mi dedo índice y medio, cuando lo hice, marqué de inmediato el número desde mi celular. Varios pitidos sonaron por largo rato, hasta que una voz femenina contestó.

-Residencia Sandoval ¿qué se me ofrece? -dijo aquella femenina y dulce voz.

-este... habla el tutor de Sol, Abraham si no me conoce. -tragué algo de saliva. Tenía la garganta seca. -quería saber porque no ha asistido Sol a las últimas dos tutorías.

-ah, perdón por no llamarle para avisarle con anterioridad que no asistiría estos días -soltó una risa apenada. -es que la pequeña Solange se encuentra algo resfriada.

-no se preocupe pero ¿podría hablar con ella? -pedí indeciso.

-claro, ya se la paso. -se escucharon varios pasos que se alejaban de a poco, parecían ser tacones los que llevaba por se escuchaban con claridad cuando se fueron y volvieron.

-¿aloh? -se escuchó la voz de Sol. Su voz sonaba bastante congestionada lo cual me alegró de cierta manera. No me alegraba que estuvieses enferma, sino que se encontrase bien y no fuera nada grave.

-Sol. -sonreí al escucharla -¿Cómo estás?

-hola Abraham y estoy algo resfriada pero, bien.

-me alegro, no sabía por qué no habías venido y estaba preocupado pero, ya que te escucho me siento más relajado.

-ayer iba a ir a las tutorías pero, tenía algo de fiebre y nana Mari no me dejo ir. Si quería ir, me gusta que tú y Angie me enseñen. -dijo y la imaginé haciendo un puchero.

-tranquila, tú quédate en casa y descansa, las tutorías no se acabarán aun. Cuando te recuperes seguiremos.

-¿crees que podrías venir a darme tutorías a casa? Puedo mandar a Gabriel por ti. -sugirió y no tuve la necesidad de verla para saber que seguramente estaba viendo sus pies indecisa.

-¿estás segura?

-sí, además él no se negara a irte a recoger, te caerá muy bien, es muy agradable.

-creo que podría decirle a Angie que se encargue de la cafetería un par de horas mañana.

-¡Si! -chilló del otro lado y yo reí por su entusiasmo.

-¿entonces mañana?

-sí, más tarde le diré a Gabi.

-está bien, adiós Sol.

-chau. -se despidió y colgó el teléfono.

-al parecer está resfriada, por eso no había venido -le expliqué a Angie quien se encontraba con su celular. (Como lo ha estado desde que empezó a andar con Michael). Me estresaba que estuviese tan apegada a él. No solo por celos también es porque ahora me sentía fuera de lugar y aún más solo cada vez que le hablaba y ella no me estaba viendo sino a su celular sin prestarme atención.

-¿Cómo está?

-hable con ella y al parecer está muy bien. Por cierto ¿podrías encargarte de la cafetería mañana? Sol quiere que vaya a su casa para las tutorías.

-claro, pero tendrás que hacerme un favor luego.

-¿el qué?

-no lo sé, pero cuando necesite un favor tú lo harás ¿está bien?

-no hay problema. -respondí y me sonrió con esa sonrisa tan encantadora que tenía. Detestaba amarla de esta manera pero, era algo que no podía evitar. Mi corazón la eligió y no yo.

-ahora ve y atiende esa mesa además, creo que una de ahí se está echando un taco de ojo contigo. -me dijo. Disimuladamente vi hacia la mesa y en efecto, una de esas chicas me estaba observando demasiada fijamente.

-¿puedes ir tú? Es que a veces las clientas así son algo... irritantes y no estoy muy bien de humor para lidiar con una de esas pesadas. -le pedí con amabilidad.

-Ay, no seas chillón y haz su pedido, yo iré a atender la otra mesa. -dijo y se alejó para tomar su libreta de anotar. Yo fui tras ella resignado e hice lo mismo.

-¿acabas de llamarme chillón? -le pregunté haciéndome el ofendido.

-sí. -se alejó de mí hasta la mesa que me había dicho que iba. Yo de mala gana me acerqué a aquella chica con la sonrisa más fingida de mundo. De verdad que no tenía ganas de hacer nada ese día.

Atendí rápidamente, lo más rápido que pude y regresé al mostrador donde Angie ya se encontraba preparando algunos pedidos.

-¿Cómo te fue cupido?

-pues anoto su número en mi libreta y me dijo que la llamara. -me encogí de hombros.

-¿lo harás?

-¿esto te lo explica todo? -dije arrancando la hoja y tirándola al bote de basura.

-eso es algo cruel pero, qué más da, es tu vida. -se encogió de hombros y alzó las cejas. -ahora prepara los pedidos yo los entregaré. -Asentí alegre e hice lo que me dijo de inmediato.

El resto del día siguió así, entre atendiendo mesas, preparando pedidos y varias clientas que me guiñaban el ojo. Era algo exasperante pero, era mi trabajo y no iba a liarme a ninguna.

Finalmente a la hora ya impuesta cerramos y nos retiramos cada quien por su camino. Llegué, e hice lo mismo de siempre, estudiar, ejercitarme, cenar e ir a dormir después de un momento de inspiración con la guitarra.

Hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora