34. Visita

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¡Feliz Año Nuevo! (Algo tarde, pero no importa)

Abraham

Gigi regresó rápido y con nuestra comida. Tenía muchísima hambre al igual que Sol, así que comimos con muchas ansias nuestro desayuno.

Luego de eso, era mi turno para ir a casa a ducharme y cambiarme la ropa. De paso, traería a mi madre a conocer a Sol. Anoche cuando hablamos por teléfono estaba muy emocionada por finalmente presentarse ante la pequeña niña de la que le hablaba siempre. Yo estaría igual si estuviera a en su lugar.

Llegué a casa de mi madre. La encontré observando el televisor junto a papá. Ella sonrió muy alegre al notar mi presencia, pero solo la saludé ligeramente al igual que a mi padre. La ducha era urgente. Llevar el uniforme de moka por más de doce horas no me agradaba.

-¿Por qué tan apurado, hijo? -rio papá observando cómo casi corría a las escaleras.

-solo quiero vestirme para volver al hospital. -le respondí impaciente.

-¿ya desayunaste? Porque tu mamá preparó desayuno para ti.

-Alberto, déjalo que se vaya a vestir. No por nada está apurado. Ve a vestirte cariño, no le hagas caso a tu padre. -dijo mamá riendo ligeramente. Yo solo sonreí y me retiré a mi habitación para ducharme y vestirme nuevamente. Me sentí muy fresco después de eso. Llevar ropa limpia era lo que me hacía falta para sentirme bien.

***

-¿crees que le agrade a la niña? -me preguntó mamá mientras yo conducía nuevamente al hospital.

-tú no te preocupes, sé que le agradarás. Ella es maravillosa y hace amigos muy rápido. -le dije despreocupado.

-¿también crees que le gusten las galletas que hice? No supe si le gustaba el chocolate.

-si le va a gustar. Además, ¿a quién no le gusta tu comida? Es maravillosa.

-a tu prima Adriana no le gustan mis galletas porque "no les pongo suficiente chocolate". -dijo riendo.

-eso no cambia el que se coma la masa mientras no vez. -respondí soltando una risita.

-Lo sé, pero igual no come muchas cuando preparo.

-pero Sol no es Adriana, tranquilízate. No conocerás a la reina. Es solo Sol. -reí observándola por el rabillo de mi ojo. No debía despegar mi vista de la carretera ya que iba en una calle principal en donde los autos eran más propensos a accidentes si no estás atento.

Ahí terminó nuestra pequeña discusión. Era gracioso ver a mi madre nerviosa por conocer a una niña, pero ya no quería seguir hablando. Eso solo aumentaría su inquietud.

Llegamos al hospital luego de unos minutos. A este punto, a mamá ya se le había pasado el nerviosismo y ahora estaba emocionada. No entendía por qué. Como ya dije, es gracioso verla así. Caminamos por los pasillos hasta el área de pediatría en donde Sol permanecía. Al estar cerca de ahí nos la encontramos sentada sobre la camilla sin el suero en su muñeca y jugando con Gigi con las palmas. Cuando me acerqué, ambas me voltearon a ver. Sol con alegría, sonrió y con cuidado se levantó de su lugar para abrazarme. Reí por ello y la cargué entre mis brazos.

-¿Cómo sigues? ¿Ya te sientes mejor?

-mucho. Ya me dijeron que mañana me podré ir. -me avisó con una enorme sonrisa, la cual me alegró el día.

-¿de verdad? -sonreí.

-el doctor vino hace un momento y la revisó, le quitó el suero y nos dio el aviso. -me terminó de explicar Gigi levantándose de la cama también. -dijo que luego nos darían instrucciones y un par de recetas médicas para ir a reclamar ciertos medicamentos y vitaminas que hay que darle en el transcurso de una o dos semanas.

-eso me alegra muchísimo, pero aun así te traje una sorpresa. -sonreí y me volteé hacia mi madre con Sol todavía en brazos. -mira, ella es mi mamá, Suzette, aunque prefiere solo Suse o mami Suse. -la introduje con cordialidad.

-un gusto, Sol. Abraham me contó muchas cosas lindas de ti, incluso te traje galletas, espero y te gusten. -le dijo entregándole la pequeña bandeja plástica con la merienda dentro.

-Gracias, mami Suse. -le dijo Sol con dulzura. Fue lo más tierno que había visto en mi vida. -puedo decirle mami Suse ¿verdad? No quiero que le moleste.

-claro que sí, querida. No hay problema. -le sonrió mi madre.

El resto del tiempo que quedaba interna, no hicimos mucho, aunque mamá y Sol se llevaron muy bien. No paraban de hablar y reír. Incluso Sol dejó que mi madre eligiera la ropa que se pondría para irnos de aquí. Ella ya quería dejar todo listo a la hora que le digan que estará de alta.

Al día siguiente fue extremadamente difícil sacarla de aquí ya que no somos familia y ella solo podría salir con un padre o adulto legalmente autorizado. Eso me desanimó muchísimo. Aunque por fortuna, un papel nos salvó ya que Maribel aún conservaba una copia del contrato de empleo que el señor Sandoval le hizo firmar hace un par de años en el cual decía su puesto y deber al cuidar de Sol, éste permitió que saliera finalmente con nosotros. Nos alegramos que el padre de Sol no le había presentado la carta de renuncia todavía porque eso nos habría complicado mucho más las cosas. Mari envió la copia y autorización que yo podía retirarle del lugar y eso fue todo.

Lo más tierno al final de todo, es que a la hora de irnos, Sol y mamá salieron tomadas de la mano mientras Gigi y yo solo veíamos desde atrás la escena. En dos días ya se tenían confianza.

Ahora era cuando tenía miedo. Miedo de ser descubierto por habérmela llevado y a la vez me sentía feliz por lo que estaba haciendo. Al fin alejaría a Sol de su padre y podría llevarla conmigo hasta que pudiera hacer algo que fuera permanente. Esto era temporal, solo hasta que al padre de Sol le importase buscarla, aunque creo que cuando la encuentre será muy tarde para él y posiblemente vaya preso por lo que le hizo. Por el momento había pasado dos días sin señales de nada con respecto al detestable ser ese, lo cual me indicaba que el destino estaba a mi favor y no debía desaprovechar la oportunidad de actuar.

Aún faltaban pasos para el plan, pero estaba casi seguro que esto saldría con éxito.

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