13. Ruptura

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Abraham

-a ver. -tomé el cuaderno de Sol y revisé las divisiones que acababa de hacer -muy bien Sol. -la felicité con una sonrisa.

-¿están bien?

-ajá -respondí y dejé el cuaderno nuevamente en el mostrador. -ahora dame cinco. -extendí ambas hacia su dirección. Ella rio y chocó sus dos manitas con las mías.

-estaba fácil. -dijo acomodándose en su banco.

-te lo dije. -la campana de la puerta sonó. Ahí vimos a Angie entrar y no parecía de buen humor. Entró hecha una furia al lugar y con la cabeza gacha sin siquiera decir un "hola" o su típico "buenas tardes". Su mirada iba en el suelo y sus pies la dirigieron directamente la sala de empleados cerrando la puerta con fuerza a pesar de que ésta pudiese cerrarse por sí sola por su resorte. ¿Qué tendría? Solo una vez en la vida la vi en un estado parecido y no fue nada bonito, tenía que hablar con ella para saber qué le ocurrió y tal vez lograr ayudarle si lo necesitaba.

-¿Qué le pasa a Angie? -me preguntó Sol confundida.

-no lo sé, iré a verla. Quédate aquí leyendo. -sugerí mientras ella solo asintió en forma de respuesta.

Di un par de pasos y entré al mismo lugar que ella, ahí en la puerta la vi en uno de los sillones sentada, inclinada hacia el frente con su rostro hundido entre sus manos. Desde esta distancia escuché cómo soltaba uno que otro sollozo lo que claramente indicaba que se encontraba en medio del llanto. Eso me partió el alma.

-¿Angie? -pregunté con calma.

-¿Qué? -respondió con la voz quebrada. Mi corazón se estrujó y me sentí inseguro entre acercarme o no. Me aproximé con lentitud, no la iba a dejar llorando sola, tal vez mi compañía le ayudaba a calmarse. Al estar lo suficientemente cerca, me coloqué frente suyo y me agaché para poder verla.

-¿Qué pasó? ¿Por qué estas así? -pregunté y aparté las manos de su rostro. Observé su cara con detenimiento unos cortos segundos: su nariz, ojos y mejillas estaba completamente rojos y lágrimas seguían descendiendo con lentitud. Dios, hasta yo quería llorar viéndola en este estado. Le acomodé los cabellos pegados a su frente por el sudor luego, lleve mis pulgares a sus mejillas, empecé a limpiar cualquier rastro mojado procurando no comenzar a llorar con ella. Hice todo eso mientras sus verdosos ojos me observaron atentamente.

-sabes que puedes contarme lo que sea. -dije y apreté los labios. Se mantuvo en silencio unos momentos y luego suspiró bajando la mirada de nuevo.

-Michael es un idiota. -sorbió su nariz.

-¿Qué hizo?

-hoy fui a su apartamento a dejarle la chaqueta que dejó en mi casa el otro día, la puerta se encontraba abierta y entré... ¿¡Sabes qué hacía?! -negué con la cabeza confuso. -¡estaba con una maldita zorra follando en el sillón! -dijo y su voz se quebró pero, dio un respiro profundo y continuó hablando. -Cuando le pedí una explicación solo me dijo así como si nada que ya no me quería porque no me había querido acostar con él durante el tiempo que llevábamos saliendo y por eso consiguió una puta barata. -terminó de hablar luego, se frotó la cara frustrada. Se encontraba furiosa y a la vez triste.

En definitiva con el corazón roto.

-ya, tranquila. -me levanté del suelo y me senté a su lado. -es un completo idiota al hacerte esto. -dije sincero. -mi madre me ha enseñado que las mujeres se merecen el mundo. Que sin ellas nosotros no existiríamos. Ustedes deben tratarse con el debido respeto y admiración. No sé cómo existen hombres como él que ven a las chicas nada más que como un juguete sexual o algo parecido. -gruñí y apreté los puños.

-me siento usada y una completa estúpida. -respondió con la vista perdida en el suelo.

-oye, tú no eres una estúpida, él lo es, tú puedes ser de todo menos eso. -dije y me volteó a ver -eres una chica muy alegre, graciosa, carismática, trabajadora, agradable. Él no te merecía y pueda que te haya usado pero qué más da, hay miles de hombres que morirían por estar a tu lado, te lo aseguro al 100%. No deberías llorar, no vale la pena. -le tomé la mano y la acaricié ligeramente. Ella por su parte me sonrió y me rodeó con sus brazos. Yo no dudé en corresponderle el abrazo.

-gracias Abraham. -pronunció y sorbió su nariz -quisiera que hubiera más hombres como tú en el mundo.

-sabes, si yo fuera él, estaría arrepintiéndome de todo pero, creo que no lo hace porque no sabe a la grandiosa chica que se ha perdido -la halague y sonrió.

-eres adorable.

-lo traigo en la sangre. -me encogí de hombros. -no me gusta ver a la gente llorar, especialmente a chicas.

-se nota. -soltó un suspiro y apretó los labios.

-¿tienes... tienes algo que hacer después de trabajar? -pregunté tímidamente.

-tenía pero, al parecer se cancelaron. -se encogió de hombros y me observó.

-¿quieres ir a algún lado a pasear? No sé... ¿qué piensas?

-me parece bien. -asintió y sonrió nuevamente.

-entonces ¿te recojo a las ocho? ¿Está bien la hora?

-te estaré esperando, porque hoy haré lo que sea con tal de distraerme un rato.

No podía creer que la haya invitado a salir por primera vez. Dios, me sentía orgulloso de mí mismo por haberlo logrado finalmente. Pueda que no parezca la gran cosa sin embargo, era mi logro personal hasta ahora. 

-¿volvemos a trabajar? -pregunté ansioso y ésta asintió.

-iré a lavarme la cara. -avisó levantándose del sillón.

-vale. -me levanté también y salí de ahí. Sol me observó atentamente salir hasta que me acerqué a ella.

-¿Qué pasó? -preguntó de inmediato.

-terminó con su novio.

-¿en serio? -preguntó con los ojos sumamente abiertos.

-sí, por eso llegó así.

-que bien, ese cabeza hueca no era para ella. -dijo haciéndome reír levemente.

-claro que no pero, adivina qué Sol.

-¿Qué pasó? -preguntó entusiasmada.

-finalmente la invité a salir.

-¿de verdad?

-sí, es para que se despeje un poco por lo que paso pero, igualmente saldremos a algún lugar. -le susurré emocionado.

-¿dónde irán?

-todavía no lo sé.

-llévala a bailar a un club, así ambos se divierten. -sugirió y no me pareció mala idea.

-buena idea Sol, gracias. -le sonreí.

-soy de gran ayuda. -se encogió de hombros.

-hola Sol.-la saludó Angie finalmente saliendo como si nada hubiese pasado ahí dentro.

-hola Angie ¿cómo estás? -le preguntó la pequeña.

-he estado mejor pero, qué más da. -espetó sin tomarle importancia al asunto. Al parecer mis palabras le habían ayudado bastante.

-¿quieres darle hoy las tutorías a Sol? -le pregunté. -Creo que sería buena idea que lo hicieras para despejarse el rato.

-claro pero, ¿qué hay con las clientas molestas?

-ni modo, tengo que aguantarlas mientras me desnudan con la mirada. -dije rendido y ella rio a la vez negaba con la cabeza.

-está bien, atiende las mesas hoy.

Hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora