2. El Padre Furioso

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Abraham

Sol había estuvo leyendo junto con Angie durante toda la tarde. Era inteligente por lo que veía; leía súper bien para tener solo siete años. Normalmente un niño o niña de su edad apenas es cuando empieza a leer y le cuesta un poco hacerlo fluido, pero ella no, leía como si de alguien de último de primaria se tratase. Su nivel de comprensión también era bastante amplio, captaba muy rápidamente las ideas de las historias que le fui pasando. Capaz y le daban una beca en una universidad desde este año. Lo sé, suena muy exagerado. Aunque, lo más probable era que si seguía así, iría a una buena universidad en el futuro.

-wow, no puedo creer que hayas leído tres cuentos en cuatro horas. -La niña se sonrojó un poco y era cierto; llevaba ya cuatro horas aquí. Su padre era un desgraciado. Imagínense si no hubiera bajado del coche, la pobre se estaría asfixiando dentro con el calor que hacía hoy. Ese auto ha de estar hirviendo para estas horas en donde el sol estaba más potente. Quién sabe si no era la primera vez que lo hacía.

-me gusta mucho leer, pero mi papá no me quiere comprar libros -empezó s decir. -Mi tutor solía prestarme y los leía en las noches o cuando estaba sola en casa.

-¿él te enseñó a leer? -le pregunté y ella asintió alegremente.

-él fue mi tutor solo un año, pero me enseño mucho. –sonrió mostrando sus hoyuelos.

-una pregunta Sol. -le dije y volvió a asentir. Tenía mucha curiosidad acerca de un tema.

-¿si?

-¿Qué pasó con tu mamá? ¿Dónde está?

-no sé, se fue cuando yo era muy pequeña, no la conozco y mi papá me dijo que se fue porque no me quería. -bajó la mirada algo triste y empezó a jugar con las patitas del pequeño peluche moviéndolas de un lado a otro como queriendo distraerse de pensar en eso.

-perdón, no... no debí preguntar. -me sentí algo avergonzado. La había hecho sentir mal y esa no fue mi intención. Estaba triste por ella porque la había abandonado siendo un bebé. Tanto así que no la lograba recordar. Lo más probable es que no fue por esa razón tan simple que "Por no quererla". Tal vez era más complicado que eso. Existían tantas posibilidades, una madre adolescente o tal vez no tenía los recursos para mantenerla y la dejó con su padre quien a juzgar por el modelo de auto que tenía, poseía de bastante dinero.

-mejor... porque no te enseñamos un libro un poco más interesante que estos. -sugirió Angie salvando la situación incómoda y vergonzosa que yo había creado. Sol asintió de inmediato muy alegre. Angie se dirigió nuevamente a los estantes. Se estiró hacia arriba para alcanzar un libro que estaba algo alto sin embargo, la campana de la puerta la interrumpió.

Volteamos a ver la puerta y vimos a un señor de unos cuarenta años. Era robusto, con los mismos ojos de Sol, pero pelo negro, vestido con una camiseta roja y algo desacomodada y unos jeans negros sucios. Este entró con una cara de pocos amigos y su respiración estaba alterada, esto daba a entender que se encontraba enojado por alguna razón que no tenía ni idea.

-Aquí estás pequeña cría. -dijo el hombre acercándose a Sol. Estaba algo ebrio se notaba porque su ropa desprendía un olor horrible a alcohol y por la forma en la que arrastraba ciertas palabras. -te dije que te quedaras en el coche.

-perdón papá es que...

-¡ES QUE NADA! estas castigada por no obedecer, ahora vámonos. -jaló a la niña bajándola de un solo tirón de la silla alta haciéndola caer al suelo de rodillas y manos. Angie corrió y la levantó, ojalá no le haya hecho daño.

-Perdone señor, pero ¿por qué trata así a la niña? -preguntó Angie de brazos cruzados después de levantar a Sol, estaba enojada. Esa no era buena señal.

-porque es mi hija y yo la trato como YO quiera. -se colocó frente a Angie. Ella lo siguió viendo con esos ojos desafiantes. Él era mucho más alto, le pasaba por más de una cabeza. Tenía algo de miedo, este hombre parecía agresivo, no quería ver a Angie lastimada, pero a ella no le importó enfrentarlo ya que continuó hablando.

-no es cierto, si es su hija tiene que tratarla bien, ella es apenas una niña. -chilló Angie mucho más molesta.

-perdón por meterme, pero mi compañera tiene razón, solamente es una niña, no debería tratarla así. -intervine tranquilamente en la plática. No quería gritarle y causar más problemas.

-¿y quiénes son ustedes para decirme cómo puedo o no tratar a mi hija? No son más que otros dos mocosos igual que ella.

-mire no quiero pelear, pero debería tratarla mejor. -dijo Angie. Él solo se limitó a bufar.

-¿Por qué tratar bien a esta niña? Solo es una maldita cría que me hace gastar mi dinero apropósito.

-¡PERO ES SU HIJA! -le gritó. Angie se encontraba hecha una sola masa de furia. Tuve que tomar mis medidas y mejor alejarla de él. No quería que terminara cometiendo una locura. La tomé por los hombros y la jalé hacia el interior del local.

-tranquila Angie, no quieres tener problemas. –le susurré tratando de relajarla para que no se le lanzara encima a ese hombre, no era buena idea que lo hiciera.

-mejor me voy, no quiero seguir escuchando a otros dos malditos adolescentes. Vámonos Sol, necesito ir a dormir. –exigió y se dirigió a la puerta dándonos la espalda. La pequeña con bastante temor y la cabeza gacha, lo siguió con lentitud exasperando al sujeto. -¡APÚRATE! -le gritó exasperado haciéndola brincar del susto. No podía creer que un hombre como él estuviera al cuidado de ella cuando claramente no conocía lo que es la paternidad.

Agradecía que el lugar estuviera vacío. Yo ya me encontraba lo suficientemente disgustado con la situación, no me hubiese gustado que clientes vinieran a quejarse del escándalo.

-vuelve pronto Sol. -le dije en voz baja cuando su padre ya se encontraba afuera y ella estaba todavía en la puerta. Al poco tiempo, aquella range rover arrancó y se retiró del lugar.

-Es un gilipollas ¿CÓMO PUEDE TRATAR ASÍ A UNA NIÑA ABRAHAM? ¡UNA NIÑA, JODER! ¡ENCIMA SU HIJA! -exclamó Angie caminando desesperada de un lado al otro exasperándome de paso. Me acerqué y la tomé de los hombros para verla a los ojos. Necesitaba calmarla o yo también terminaría igual o peor que ella.

-tranquila, lo sé, es un gran gilipollas, no se merece ser padre, pero ¿nosotros qué podemos hacer? –hablé calmadamente, ella bajó la mirada y soltó un pesado suspiro mientras relajaba sus músculos de a poco.

-creo que mejor me voy ¿podrías cerrar hoy? Después de ver esto ya no quiero trabajar, necesito ir a gritar a mi habitación. –me pidió cerrando los ojos.

-vale. -solté sus hombros después de asegurarme que estaba más calmada. Creo que lo mejor era dejarla ir, así podría aclarar su mente.

-ten –me dijo y sacó el manojo de llaves de su bolsillo para colocarlas en mi mano haciéndolas sonar cuando chocaron entre sí. -nos vemos mañana Abraham -se despidió después de tomar sus cosas y salió dejándome solo. Yo tampoco sentía ganas de seguir trabajando, lo que quería era golpear a ese hombre, pero no podía irme todavía, no necesitaba problemas con mi jefa.

No podía creer lo mal que trataba ese hombre a su hija. Primero la dejó sola en el auto para irse a un bar, luego vino, la tiró al suelo y la insultó. ¿Qué clase de padre era ese? Aunque, no creía que algo como así fuera digno de ser llamado padre. Era un desalmado sin corazón.

Hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora