19. Melancolía

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Abraham

Me quedé pensativo por un largo rato. Ya no sabía que pensar o hacer. Había perdido al posible amor de mi vida por estúpido, debí haberle hablado de mis sentimientos antes. Ahora se fue para no regresar pronto. No podía detenerla de cumplir su sueño y no se lo iba a arrebatar, pueda que existiese la posibilidad de lograr estar juntos a la distancia pero, las probabilidades de que funcionara eran inciertas por completo. Yo estoy dispuesto a esperarla el tiempo que sea necesario sin embargo, no quería que detuviese mi vida y no me importaba hacerlo, ella era mi vida. No sé qué será de mí de ahora en adelante.

-¿Abraham? -escuché la dulce voz de Sol en la puerta. La volteé a ver sin decir nada. Ésta se acercó a mí a paso lento. -¿por qué lloras?

-no es nada, Sol. No te preocupes. -le dije con una sonrisa demasiado forzada. Restregué mis ojos apartando las lágrimas acumuladas en ellos. Sol me observó atentamente hasta que se sentó a mi lado en el sillón.

-es porque Angie se va ¿verdad? -me preguntó y el corazón se me contrajo. Un sollozo salió de mi boca sin avisar. Tapé mi rostro con ambas manos para luego sentir los brazos de Sol rodeándome.

Adoraba a esta niña. La llevaba conociendo no hace mucho y ya me había encariñado demasiado con ella. Era tan dulce y alegre todo el tiempo a pesar de sufrir y pasar por tanto. También admiraba su nivel intelectual. Era única y la verdad que si pudiera, la alejaría de ese hombre y me la llevaría a casa en donde nadie le gritaría y recibiría amor 24/7. Me consolaba tenerla cerca. No supe cuánto me la pasé abrazado a ella mientras sollozaba pero, no Me importó mostrarle mi lado débil y vulnerable. Sol no me juzgaría y además necesitaba sacar esto de mi sistema, desahogarme todo lo que pude.

-yo también la voy a extrañar Abe. -me dijo con su suave voz casi en mi oído.

-sabes Sol... me siento un tonto por no decirle algo antes. -suspiré ya calmado y me alejé para verla a la cara.

-sí, aunque igual no es tu culpa, no pensaste que se iría.

-lo sé. Ir a estudiar allá era un sueño para ella y aunque le hubiera dicho algo... las cosas no hubieran cambiado mucho. -le sonreí débilmente.

-no digas eso. Quizás hubiera elegido otra universidad acá en Europa para no tener que alejarse tanto o quizás no se hubiera ido. -dijo haciendo un leve puchero. Reí un poco y negué con la cabeza.

-no, Sol. Aunque le hubiera dicho que la amaba no permitiría que sus planes cambiaran solo por mí. Quizás hasta la obligaría a irse y cumplir su sueño. -inspiré aire sorbiendo mi nariz.

-¿Por qué?

-Porque tienes que ir siempre tras tu sueños y nunca renunciar a ellos por más difícil que parezcan lograr. Todo es posible en esta vida o en cualquier otra. Con esfuerzo, fe y dedicación todo se puede.

-tal vez si te hubieses confesado antes, habrían disfrutado más estos últimos días. -la volteé a ver y vi la mueca en su rostro.

-lo sé pero, ya no hay nada que hacer, solo alegrarnos porque logró conseguir aquello... yo... solo espero lo mejor para ella, sé que si regresa algún día... estará con su título universitario en manos. -dije y me levanté de ahí para dirigirme al baño a enjuagarme el rostro sin agregar nada más.

Quería irme a casa. No andaba ganas de ver a personas y menos tratar con ellas pero, era mi obligación seguir trabajando. Tal vez hoy terminaba temprano e ir a visitar a mi madre. Ella conocía todo de mí, era mi mayor confidente, en otras palabras, más que mi madre, mi mejor amiga y consejera. Sabía que siempre podía contar con ella para situaciones como esta.

***

Durante el día, no muchas personas llegaron y agradecía eso. Simplemente me la pasé enseñándole a Sol lo cual me distrajo de mis problemas. Para hoy había comprado algunos libros extras de su nivel educativo y como siempre, ella entendió todo lo que le enseñé hoy.

Luego de eso, la despaché cuando Gabriel vino por ella. Di un largo suspiro y terminé lo que tenía que hacer en moka y cerré el local estando en silencio total. Caminé hasta la casa de mamá, fue una larga caminata de más de una hora en la que pude pensar en todo. Recordando la primera vez que vi a Angie, recordar cómo poco a poco nos fuimos haciendo cercanos y cómo me enamoré de ella. Eran recuerdos que siempre atesoraría ya que después de tanto que vivimos, me tardaría una eternidad poder perder el sentimiento. No quería olvidarla, ni jamás lo haré porque siempre será mi primer amor real y el primer amor nunca se olvida aunque éste no termine bien. Es como si fuese el primer beso, siempre lo recuerdas, aunque hayas besado mil bocas después. La primera vez en cualquier cosa, era memorable y dejaba huellas por todas partes como fósiles. Ese era mi caso con Angie. Ella había dejado huellas sobre concreto en mi corazón que no podré quitar.

Al parecer no había nadie en casa otra vez para cuando llegué. Luces y puertas cerradas. Entonces, al no tener nada que hacer, me dirigí a mi antigua habitación. Extrañaba este lugar. Muchas de mis cosas aún se encontraban aquí donde las dejé. La melancolía llegó a mí al encontrar un álbum de fotos sobre mi mesa de noche. Me encantaba mi departamento, pero no se comparaba con vivir con mis padres y los mismos vecinos de siempre. Mi niñez la guardaba esta casa y eso la hacía especial. Tal vez no debí mudarme sin embargo, me gustaba ser independiente, así que no tenia de qué arrepentirme.

Abrí mi armario y busqué entre algunas cajas hasta encontrar la que buscaba. Me acomodé sobre mi cama y saqué las viejas hojas las cuales se notaban aun intactas. Eran las letras de canciones que se me habían ocurrido esas noches en que me entraba inspiración al tocar la guitarra después de una larga tarde en el colegio. Decidí llevármelas por recuerdo. Aunque, por el momento, las dejé a un lado de la cama para poder tomar una siesta. Me deshice de mis zapatos y como pude me dormí en mi mullida almohada.

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