Epílogo

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Sol

Después de mucho tiempo, finalmente Angie había regresado. Sí, volvió y estaba muy alegre. La extrañé muchísimo aunque Abraham me superaba. Recuerdo ver cómo se besaban el día de la presentación en Moka. Me pareció tierno y a la vez asqueroso, pero los besos son muy comunes entre las personas que se quieren. Lo que esperaba es que ellos se volvieran novios como debió ser desde un principio. Según Abraham ahora solo estaban saliendo aunque se daban muchos besos demasiado melosos para mi gusto.

Mamá y André también lo hacían mucho y aunque fuera desagradable verlos, al menos así sabía que se querían y estaban felices.

Por otro lado, yo también estaba feliz. ¡Me había mudado con mamá! Eso fue hace un tiempo pero, aún seguía acomodando cosas en mi habitación para hacerla más cómoda y bonita. Tenía una cama enorme, un escritorio, una estantería para mis libros, mi armario y mi baño. Muchísimas cosas que mi padre no me permitió tener nunca.

Estaba muy bien acomodada así que ya no era tema de preocupación. Lo único importante en estos momentos era planear su boda con André quien ahora sería mi papá adoptivo (prefería decir eso a decir padrastro, eso me recordaba a una bruja como en los cuentos).

De mi papá no había sabido otra cosa más que lo habían metido a la cárcel después del juicio. En parte me sentía mal por él, pero se lo merecía por haberme hecho lo que me hizo. Supongo que tenía sus problemas y por eso bebía mucho, aunque me dolía recordar esos días.

Dejando aparte el tema triste, ya iba a la escuela. Usaba un uniforme que me gustaba mucho y siempre daban comida muy rica en la cafetería. Tenía bastantes amigos hasta ahora. Al principio fue algo difícil adaptarme, llevaba muchísimo tiempo sin ir, pero poco a poco todo se me hizo familiar. Los maestros eran muy amables conmigo decían que yo debía estar un año adelantado porque sabía muchísimo más que los demás niños. Incluso hablaron con mi mamá sobre eso, pero yo no quise. No quería ser la niña pequeña en otro salón lleno de grandes. Prefería ser la niña "súper dotada" como decía mamá, en un salón con niños y niñas de mi edad. Me sentía más cómoda.

Por otro lado, Gigi, ahora salía con Tony, el hermano mayor de Abraham. Eran muy (demasiado) cariñosos. Ella vivía muy cerca de Abraham así que siempre la visitaba cuando iba con él a su apartamento. Actualmente ella trabajaba muchísimo más que antes. Tenía dos trabajos, uno en Moka y otro cuidando perritos. Era muy buena haciéndolo. Decía que lo hacía para poder mantenerse sola y según lo que escuché, era porque sus papás creían que había golpeado a su hermano y por eso ya no le daban dinero. Uff, si esas eran las consecuencias de golpear a tu hermano, ya sabía qué no debía hacer si algún día André y mamá tenían un bebé.

Hablando de bebés... mi nana Mari y Gabi ¡tuvieron uno! Es una niña tan adorable y adivina que nombre le puse... ese es Luna. Ellos quisieron que yo eligiera cómo se llamaría su hija. Al principio dije ese nombre bromeando, pero les gustó porque les recordaba a mí. Así que ahora somos Sol y Luna. Día y noche en pocas palabras. Era como mi pequeña hermanita ya que básicamente nana Mari y Gabi me habían criado. Por esa razón esa bebé era muy especial para mí.

-¡Sol, cariño, ven a cenar! -escuché la voz de mi madre en el pasillo.

-¡ya voy, mami! -grité devuelta mientras cerraba mi diario y lo guardaba en mi lugar secreto. En mi armario en un pequeño compartimento algo escondido detrás de donde colocaba mis zapatos.

Luego de eso, corrí hacia abajo. Al llegar a la mesa y verla vacía, me confundió, así que llamé a mamá. No me contestó devuelta hasta que la llamé por segunda vez. Me dijo que estaba en el patio. Entonces salí rápidamente.

-¡Sorpresa! -todos gritaron. Di un suave brinco hacia atrás sorprendida. El corazón me latía como el de un conejo después de correr. Al principio, no entendía nada hasta que vi los globos de helio con un número 9 y un gigante cartel que decía "feliz cumpleaños" a un lado.

Todos estaban ahí, desde mis amigos de la escuela, hasta mi nana, mis primos y Abraham.

-¡Feliz cumpleaños mi niña! Sé que es mañana pero hay otros planes. -me explicó mamá. -y no nos podíamos ir de viaje sin antes una fiesta.

-¿un viaje? ¿Dónde? -pregunté emocionada.

-Será una sorpresa. -dijo y sonreí. No lo podía creer. Me había hecho una fiesta sorpresa.

Nunca antes me habían celebrado mi cumpleaños de esta manera. Mi nana simplemente me preparaba un pastel de chocolate al cual le ponía una velita. Eso era todo y ahora el patio estaba lleno de globos de colores. Una mesa con un pastel de dos pisos, muchos regalos en una mesa y lleno de gente. Me limpié los ojos porque había comenzado a lagrimear, no quería llorar el día de mi cumpleaños.

-Alguien te trajo otra sorpresa. -escuché la voz de Abraham no muy lejana. Luego, junto con Angie, se acercaron con una no muy grande caja en manos llena de hoyitos por todas partes la cual me causó muchísima curiosidad.

-¿Qué es? -le pregunté antes que nada.

-ábrelo y verás. -esta vez dijo Angie, así que Abraham dejó la caja en el suelo, lo cual fue raro, pero ahí pude abrirla y por dentro, vi un pequeño cachorro miedoso con un lazo alrededor de su cuello.

Idéntico a mi peluche.

-te presentamos a Macareno en versión con vida. -dijo Abraham sonriendo. No pude evitar abrazarlo rápidamente antes se sacar al cachorro quien al parecer, le costaría un poco familiarizarse conmigo y lo entendía. Era un bebé perrito.

-Gracias, Abraham. -sonreí de nuevo.

-no tienes por qué agradecerlo.

-no te agradezco solo por el cachorro, si no por todo. Sin ti nunca hubiese conocido a mamá, ni estaría en la escuela ni nada. -le confesé.

-nunca digas nunca. -sonrió y me abrazó de nuevo.

-quizás esto estaba destinado a pasar. -dijo Angie a mi lado.

-me tocó el mejor destino del mundo entonces. -sonreí.

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