Abraham
Un par de horas luego, finalmente vinieron por Sol. Sin embargo hoy fue un día raro. Hoy Gabriel no se había bajado a recibir a Sol como era de costumbre y abrirle la puerta. Tuve la sospecha de que era su padre el que fue por ella, pero no era la camioneta de él, aunque no estaba seguro de si Gabi era el conductor. Ni siquiera bajó el vidrio. No entendía nada de lo que ocurría.
Sol parecía calmada a la hora de subir, así que no le tomé mucha importancia y traté de calmarme. Seguramente tendría prisa con algo.
A la hora de cerrar la cafetería, tocaba limpiar mesas y contar las ganancias del día. Gigi se encargó de lo primero, por eso yo debía asear el lugar. Al parecer era muy buena en cuanto a números porque no se tardó ni veinte minutos en contabilizar todo lo de la caja registradora, anotarlo y luego adjuntar sus propinas y sacar otras cuentas. Yo era el que hacía eso normalmente, Angie era malísima con las matemáticas, lo cual siempre me causaba gracia. Nos regañaron un par de veces por sus malas cuentas, así que después de eso, yo tomé ese cargo. Librarme de eso por hoy me hizo bien.
-¿te ayudo? -me preguntó ella con un trapo en la mano.
-sí, entre más rápido terminemos, más rápido nos iremos. -le dije dedicándole una leve sonrisa.
-hoy estás muy alegre. Fue la primera vez que te escuché reír. Ayer estabas muy serio y pensé que eras un tipo emo o que tenías depresión. -dijo mientras limpiaba la mesa de al lado.
-creo que ver a Sol me alegró el día. -me encogí de hombros y coloqué una de las sillas boca abajo sobre la mesa.
-al parecer esa niña es más importante para ti de lo que parece. -sonrió e hizo lo mismo que yo con las sillas.
-me importa más de lo que debería. -bajé la mirada recordando la primera vez que vino a la cafetería en busca de su padre. Pensar en ese hombre me hizo borrar la sonrisa que tenía en los labios. Yo no era de detestar a la gente pero con él podía hacer una enorme excepción.
-¿pasa algo? -inquirió acercándose unos pasos a mí.
-no, es solo que recordé algo que no me agrada mucho que digamos.
-soy grandiosa escuchando y soy una tumba andante, así que pueden confiar en mí y contarme cualquier cosa.
-sí, ya me lo has dejado en claro el hecho de que te gusta escuchar. -reí observándola.
-disculpa, es que desde pequeña he sido un poco parlanchina y muchas veces olvido la mayor parte de las cosas que digo. Perdona lo despistada que soy. -soltó una risa y apartó su cabello del rostro.
-no te preocupes, no pasa nada.
-Entonces... ¿Qué es eso que no te agrada que hizo que dejaras de sonreír?
-Es solo que recordé al padre de Sol. Es que él es... no sé cómo explicarlo. -dije y me recosté contra la mesa que tenía al frente.
-tomate tu tiempo. Puedo llegar hasta tarde. No hay nadie esperándome en casa. A menos que contemos a mi mascota imaginaria. -rio y se sentó sobre la mesa lo cual me hizo observarla.
-¿mascota imaginaria? -reí y arqueé una ceja.
-otra larga historia, pero esa es para luego. Primero cuéntame lo tuyo, es más importante.
No tenía nada que perder con informarla. Íbamos a trabajar durante quien sabe cuánto tiempo, en algún momento tendría que enterarse de lo de Sol. Creo que me podría brindarme algo de ayuda con ese asunto. Luego de largo rato, terminé mi relato. Le conté lo que sucedió con Sol desde el día que llegó, los maltratos de su padre y las impresiones que me ha dado, además de como poco a poco le había agarrado cariño a esa pequeña niña. Todo con lujo y detalle.
Pensé que por ser parlanchina me iba a interrumpir en algún momento, pero no mintió al decir que era excelente escuchando. No habló más que para hacer algunas preguntas cortas o aclarar si había entendido bien ciertas cosas. La verdad que me agradó mucho su compañía. Jamás, nadie además de mi madre se había tomado el tiempo de sentarse a mi lado y solo comenzar a escuchar mis problemas.
Se volvió muy tarde cuando acabamos de hablar. Eran casi las diez treinta de la noche al cerrar el local ya que normalmente se cerraba casi a las siete, aunque al público se cerraba a las seis. No obstante, también todo dependía de la cantidad de clientela del día. El tiempo había pasado volando.
-Creo que me toca esperar un taxi. Eso es lo triste de ni tener auto, ni a alguien quien llamar para venirme a recoger. Bueno... tengo a mi hermano, pero él no vendría aunque lo rogase. Es un idiota. -habló rápidamente cuando finalmente nos encontrábamos fuera del local.
-¿quieres que te lleve a tu casa? Tengo mi auto. -le ofrecí sacando las llaves de mi bolsillo.
-no quiero ser una molestia.
-no, tranquila. Es mejor que subir con un taxista que podría llegar a ser un secuestrador. -me encogí de hombros. -ven, yo te llevo. -dije seguidamente abriendo la puerta de copiloto.
-ya que. Gracias, Abraham. -sonrió y entró en el auto. Cerré la puerta y rodeé el vehículo para entrar al lado de piloto. Encendí el motor y conecté mi celular como de costumbre para colocar música.
-¿te molesta que ponga música? -le pregunté antes de poner alguna canción.
-depende de quién sea la canción.
-¿Bruno Mars?
-¡Me encanta! ¡Sí, ponlo! -chilló emocionada. Reí y coloqué la radio para crear un ambiente ameno entre ambos.
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Hermana
Teen Fiction¿Cómo una pequeña niña de apenas ocho años podrá pasar por tanto a su corta edad? Ser abandonada por su madre y ser maltratada por su padre es demasiado para un ser tan pequeño y frágil como Sol. No poder jugar ni siquiera con niños de su edad ni di...