28. Hospital

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Abraham

Vi entrar a Sol al local después de un rato esperando. No lucía muy bien. Estaba algo pálida y se notaba débil; apenas podía con su mochila. Sus ojos estaban hinchados y rojos. Corrí de inmediato hacia ella para ver que sucedía.

-¿Sol, te encuentras bien? -pregunté preocupado. -y quiero la verdad. -aclaré con firmeza.

-Yo... -bajó la mirada y negó con la cabeza. La abracé de inmediato. Se quejó de dolor en cuanto la toqué, pero parecía querer hacerse la fuerte y reprimir sus alaridos.

La solté al sentir su cuerpo tenso y observé un moretón asomarse por el cuello de su suéter. Acerqué mi mano a ese lugar, pero ella se alejó dando un paso hacia atrás.

-déjame verte. -negó con la cabeza, entonces la tomé por los hombros. -Sol, mírame y deja revisarte. No tienes por qué ocultarme cosas.

-no quiero. -dijo con la voz quebrada.

-nadie te va a juzgar aquí, quiero ayudarte, pero no puedo si no me dejas hacerlo. Solo veré qué es lo que tienes ahí. Por favor. -añadí lo último al no escuchar respuesta alguna.

-está bien. -respondió resignada y comenzó a quitarse el suéter así quedándose con una camisa blanca la cual llevaba por debajo y dejó a la vista muchos moretones del tamaño de un puño y golpes con faja o un cinturón, los cuales estaban muy marcados en su piel. Éstos se encontraban sobre sus brazos y alguno que otro moretón cerca de su cuello que parecían como si la hubiera casi estrangulado.

Se me partió el alma.

Jamás había visto algo más grotesco y cruel en mi vida. Una niña pequeña, la más dulce y alegre del mundo en un estado llena de marcas de golpes. Esto ya era pasarse demasiado de la raya. Sabía que desde que la actitud de Sol sufrió un cambio repentino, era porque algo malo estaba ocurriendo, mi intuición no se equivocó. No iba a soportarlo mucho más tiempo. Era hora de acabar este asunto. Me levanté de ahí, dejándola sola un momento y rápidamente corrí a la puerta de la sala de empleados a llamar a Gigi la cual salió de inmediato detrás de mí. Al ver a Sol, su rostro cambió de muchas maneras. Era una mezcla de tristeza, sorpresa y enojo a la vez. Yo me encontraba igual o peor que ella.

-Abraham, necesito hablar contigo. -dijo Gigi después de ayudarle a Sol a ponerse el suéter de nuevo.

-sí, claro. -dije y nos alejamos un poco de ella.

-esto va en contra de todos los derechos que existen en el mundo. No lo puedo creer. Ese hombre ha maltratado a esta niña de una manera de lo más horrible posible; tenemos que denunciarlo o hacer algo al respecto. Esto no está correcto y su apariencia tampoco luce nada bien.

-lo sé, pero quien sabe que pueda llegar a hacer ese hombre, es un empresario de dinero y lleno de poder. Podría deshacerse de nosotros en un santiamén con sus influencias. -dije luego de pensarlo un poco.

-y eso que importa, nosotros no importamos. Aquí quien importa es Sol. Sé que apenas la conozco desde hace casi un mes, pero esa niña se ha ganado mi cariño en poco tiempo. Ella no se merece una vida como esta. Hay que hacer algo ya mismo. -declaró enfadada.

-lo sé, pero no sé cómo. -dije jalando las raíces de mi cabello frustradamente.

-hay que llevarla a una comisaría. Hay suficiente evidencia en su cuerpo para demostrar el maltrato.

-lo sé, pero piénsalo mejor. Los policías aquí con un fajo de dinero que les des, dicen lo que sea que quieras que digan. Si ese hombre se entera, nos llevará a la cárcel o algo parecido.

-por eso hay que ir a protección de menores para que tomen el caso de Sol en serio. -sugirió y no era mala idea. -al ver a Sol, lo más probable sería que la arrebatarían a ese hombre. Tienen todo el derecho a hacerlo viendo que la calidad de su vida, a pesar de estar bien económicamente, esto está dañando psicológicamente esta niña la cual debería pasar jugando muñecas y no preocuparse por nada más.

Tomé la sugerencia de Gigi como la primera y la única opción por el momento. Si lograba salvarla, sería un alivio muy grande para mí. Decidido de qué iba a hacer, me giré hacia Sol, dispuesto a llevarla a la comisaría más cercana que haya. La vi perder el color de su rostro repentinamente mientras se encontraba sentada en una de las mesas. Sus ojos se cerraron y la vi desplomarse al suelo. Corrí lo más rápido posible y logré evitar el impacto contra la cerámica. Mi corazón estaba acelerado y me sentía muy asustado.

-¡¿Sol?! -exclamé y di un par de palmaditas en sus mejillas tratando de que reaccionara. Pero nada. Tenía pulso, sin embargo se encontraba inconsciente. -¡Gigi! ¡Llama al hospital! -le grité de inmediato mientras la mantenía entre mis brazos. La cargué con cuidado y corrí hacia afuera. Noté a la rizada atrás de mí y traía mis llaves en la mano. Abrió la puerta del auto por mí para así poder colocar a Sol en el asiento trasero y luego corrió a cerrar la cafetería (que por suerte estaba vacía) con el celular pegado a la oreja.

Arranqué de inmediato cuando ella se subió. Oí como hablaba con el hospital, sin embargo mi preocupación era más grande que mis ganas de escuchar su conversación. No sé cómo, pero logré llegar en menos de diez minutos al hospital más cercano de la zona. Bajé del auto y volví a cargar a Sol directamente a la entrada en donde una enfermera y un doctor nos esperaban gracias a la llamada de la morena.

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