33. Sorpresas

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Abraham

Llegué nuevamente al hospital luego de pasar por la cafetería a cerrar por completo. Mañana uno de nosotros tendría que venir a trabajar, porque no queríamos meternos a problemas con la nueva dueña, la cual no teníamos ni la menor idea de cuando llegaría a inspeccionarnos.

Tampoco podíamos dejar a Sol sola en el hospital. Necesitaba compañía y tener atención constante. Por lo menos hasta que saliera, así que dependiendo de lo que pase, uno de nosotros irá a trabajar y el otro cuidará de Sol.

Llamé a mi madre avisándole sobre la situación. Fue muy comprensiva con el asunto y decidió venir en la mañana no solo a verme, sino que también conocer a Sol antes de que le den de alta quizá por la tarde o al día siguiente. Después de hoy esperaba y no pasara nada más especialmente con el papá de Sol. Sabía que a él no le importaba la niña, pero de igual manera podría meterme en problemas y no solo por tenerla fuera por una noche, sino porque ella no volvería a esa casa nunca más si podía evitarlo.

***

-¿Abraham? -escuché la suave voz de Sol desde su camilla. Levanté la vista de la revista que estaba leyendo y me puse de pie para acercarme a ella.

-¿Qué pasa pequeña? -le pregunté dulcemente.

-es que tuve un sueño con mi papá. -dijo nerviosamente. -y ahora tengo miedo de que vaya a hacer si ve que no estoy en casa.

-oye, no pienses en eso. -dije y me senté a la orilla de la camilla. -Gabriel me mantendrá informado sobre él y encontraremos la manera de que no te encuentre y te haga daño otra vez.

-¿me lo prometes? -levantó la vista y me observó fijamente.

-claro que sí. -sonreí. -mejor vuelve a dormir, debes descansar. -con delicadeza, me acerqué a ella y besé su frente, la cual estaba algo sudorosa.

-¿me lees algún libro hasta que me pueda volver a dormir? Aunque sea uno de internet. -me pidió tiernamente. No pude evitar sonreír con alegría para luego ir en busca del libro favorito de Sol, el cual se encontraba dentro de mi mochila.

-¿quieres que te lea este? -le pedí levantando el libro entre mis manos.

-¡sí! Pero... ¿dónde lo conseguiste? ¿Lo trajiste de Moka? Es el mismo que me regalaste. -me dijo luego de ver el libro más de cerca. Se lo coloqué en las manos e inmediatamente lo abrió así viendo como su nombre estaba escrito en la primera página. Ella me observó con confusión a lo cual yo reí.

-es el tuyo, lo conseguí de tu casa. -le expliqué levemente.

-¿Cómo lo sacaste de mi habitación?

-eso es una larga historia, pero no es el momento de contártelo. Mejor dámelo para que te lea y así puedas dormir tranquila.

Ella con una pequeña sonrisa sobre sus labios, me entregó nuevamente el libro. Me ubiqué en la página que más interesante me parecía y comencé mi lectura con una voz tenue y calmada. Seguí el ritmo durante varias páginas mientras ella se acomodaba e iba cerrando sus ojitos poco a poco y cuando la observé de nuevo, se encontraba completamente dormida. Besé su cabello con cuidado de no despertarla y guardé el libro devuelta en mi mochila para acomodarle la sábana encima.

La mañana llegó bastante rápido. Gigi se había despertado alrededor de las dos o tres de la madrugada, así tomando mi puesto de vigilar a Sol para que yo durmiese. La verdad que quería quedarme vigilando a Sol toda la noche por si algo malo pasaba, pero los párpados me pesaban y ya era necesario el cambio.

Ya por la mañana, Gigi se retiró a su casa para vestirse y de paso traer algo de comer de fuera. Era mucho mejor que comer comida de hospital, la cual a nadie le gustaba. Aunque eso sí, solo le dábamos a Sol lo que el doctor nos decía, no queríamos enfermarla más después de lo que pasó así que consultábamos la comida antes de comprarla.

Estaba un tanto cansado, apenas había dormido unas cuatro horas, lo cual no era suficiente para mí yo siendo un amante del sueño, pero Sol ya se encontraba despierta a las siete y veinte de la mañana como de costumbre para ella. Entonces tuve que mantenerme despierto y cuidarla mientras Gigi regresaba.

-Abraham, ¿cuándo nos iremos del hospital? Ya no quiero tener esta cosa en la mano, me está empezando a molestar. -dijo observando y rascando ligeramente el catéter en donde el suero estaba conectado. La comprendía y sabía lo horrible que era eso, pero qué se le podía hacer, ella lo necesitaría hasta que el doctor dijera que ya no era necesario. Tuve que impedir que se siguiera rascando para evitar que la aguja se moviera aunque estuviera asegurada con cinta adhesiva médica. De todas formas podía salirse de su lugar con algún movimiento brusco.

-deja de hacer eso y tranquila, ya me avisaron probablemente por la tarde te quiten eso. Además te tengo una sorpresa. -le dije y sonreí.

-¿cuál sorpresa? -reaccionó con entusiasmo.

-en realidad son dos, pero el primero llegará dentro de unas horas y espero te agrade.

-¿me das una pista? -dije haciendo un leve puchero.

-es una visita y ya. No más pistas tramposa. No quiero arruinar la sorpresa. -reí mientras toqueteaba su pequeña nariz con la punta de mi dedo índice. Eso le causó cosquillas y por eso tomó mi mano y la retiró.

-ya quiero saber.

-pronto lo sabrás. -le sonreí y le avisé sobre lo de Gigi. Ella rio porque tenía muchísima hambre y su estómago rugía como tigre.

No esperamos mucho y Gigi Regresó con tres platos de comida, los que devoramos rápidamente y pasamos el resto de la mañana charlando mientras esperábamos a la visita de mi madre.

Hermana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora