Abraham
Han pasado un par de días, exactamente cinco, y no hemos vuelto a ver a Sol por aquí ni a los alrededores.
El día que Sol se escapó un rato conmigo, claramente le tuve que decir a Angie todos los detalles desde que encontré a la pequeña en el auto hasta cuando vi a aquel tipo salir del edificio con aquella apariencia poco convencional. En el momento en que le describí la apariencia del hombre, se alteró, empezó a insultar cosas al aire con mucho fervor. Incluso comenzó a hablar en inglés. Desde que la conozco, siempre le ha gustado principalmente insultar en aquel idioma. Me había acostumbrado a ello.
Angie era una chica un tanto impulsiva y jamás se quedaba callada cuando algo le molestaba, así que entendía a la perfección su frustración. Cualquiera también estaría igual y por el momento yo me mostraba sereno porque no valía la pena amargarme, estaba triste por no poder hacer nada al respecto. Mi compañera por otro lado, seguía muy molesta sin embargo, el año que llevo conociéndola me he cerciorado en conocerla lo suficiente para poder calmar a su demonio interno.
-me pregunto que estará haciendo Sol en este momento -dijo ella mientras apoyaba su barbilla en la palma de su mano a la vez que su codo le hacía de soporte sobre el mostrador.
-sí, ojalá vuelva. -solté un largo suspiro e hice una mueca preguntándome cómo se encontraría. Aunque, sonreí al recordar sus extraordinarias narraciones.
-Espero que no aparezca con ese bastardo. No puedo creer que le vida le haya dado a semejante hombre para padre. Él no se merece ser papá de una niña tan dulce como ella. -comentó e hizo un puchero haciéndome reír. Luego, asentí completamente de acuerdo con ella. Quise comentar algo pero, el sonido de la campanilla de la puerta me interrumpió.
-disculpe, vengo buscando a ver si tienen a la venta un libro. -dijo en cuanto lo volteamos a ver. Ladeé la cabeza observando a mi compañera. Ella tomó un trapo y me lo lanzó a la cara antes de ir a atender al chico. Escuché cómo el tipo pidió el más reciente libro que había llegado. Angie me observó cuando se dio la vuelta -te dije que se venderían como pan caliente. -me guiñó un ojo y entró a la bodega para regresar con el libro pedido en manos.
El tipo pagó y dio las gracias. Al ver la hora y que la cafetería se encontraba vacía, decidimos tomar un descanso, nuestro turno casi acababa y estaba exhausto, ambos lo estábamos así que nos adentramos en la sala de empleados ubicada en la puerta detrás del mostrador para sentarnos un momento. Durante ese rato, Angie y yo permanecimos en el sillón grande, yo sentado y ella recostada con los pies en mi regazo. Cada quien en el mundo de su celular. La campanilla sonó, lo que indicaba que deberíamos a atender al cliente. Fui el primero en salir y justo cuando abrí la puerta, ese alguien habló.
-hola ¿hay alguien? -preguntó con su dulce voz.
-¡Sol! -Angie se acercó casi corriendo a abrazarla. -¿Qué estás haciendo por aquí?-le preguntó sonriente.
-mi papá volvió a ese lugar y me dejó en el auto, me aburrí de esperar otra vez. -sonreí también. Me llenaba de felicidad verla en buen estado. Sí, tal vez su padre se fue al bar y la había dejado pero, al menos, estaba aquí para acompañarnos.
-¿Cómo has estado Sol? -pregunté cuando ella corrió a abrazarme rodeándome con sus pequeños bracitos.
-bien y ¿tú? -me preguntó.
-muy bien, vamos a la sala de empleados, allí no nos molestarán. -sugerí y ella asintió. Tomé su pequeña manito para dirigirnos allá. Al entrar, nos sentamos todos en el mismo sillón en que estábamos antes. Con una sonrisa, le entregué un libro a Sol. No era cualquier otro libro, sino era uno que ella a había leído con anterioridad y que le fascinó.
-Abraham, este libro ya lo leí el otro día ¿por qué me lo das otra vez? -preguntó observando el libro con confusión.
-la otra vez me di cuenta de cuanto te gustó leerlo y es por eso que te lo quiero regalar. -ella le dio una larga mirada a aquel pequeño cuento para luego dirigirse hacia mí. Sus ojitos brillaban de alegría y me causó mucha ternura. Ella se lanzó a abrazarme efusivamente así que sonreí.
-gracias, muchas, muchas gracias. -chilló emocionada.
-no tienes de que agradecer. -la solté y la observé unos segundos detenidamente para luego ver a Angie quien en ese momento se encontraba enternecida por la escena.
-Eres tan tierno Abe. -dijo con una mano en el pecho. Reí por el gesto exagerado que hizo con su cara pero hubo algo que me cautivó más en su oración "Abe" aquel diminutivo de mi nombre en inglés. Me gustaba mucho como se escuchaba salir de su boca.
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Hermana
Novela Juvenil¿Cómo una pequeña niña de apenas ocho años podrá pasar por tanto a su corta edad? Ser abandonada por su madre y ser maltratada por su padre es demasiado para un ser tan pequeño y frágil como Sol. No poder jugar ni siquiera con niños de su edad ni di...